El fallido apaciguamiento de Trump
El Gobierno mexicano tenía la oportunidad de enfrentar al prospecto de tirano y no lo hizo
A los tiranos no se les apacigua. A los tiranos se les enfrenta. Trump no es un tirano en el poder, quizá nunca llegue a serlo, pero es un tirano en potencia. Ha prometido dominar la Suprema Corte de su país, imperar sobre el congreso, acosar a la prensa “políticamente correcta”, expulsar inmigrantes, cerrar fronteras, levantar muros, repudiar tratados internacionales, todo para “hacer Estados Unidos grande, una vez más”.
El Gobierno mexicano tenía la oportunidad de enfrentar al prospecto de tirano y no lo hizo. No se trataba de insultarlo. Siendo huésped, aunque fuese por unas horas, había que tratarlo con cortesía, hasta con la proverbial cortesía mexicana.
Con toda probabilidad, Trump -otro sociópata dominado por el “mal radical”- no ganará las elecciones
Pero lo cortés no quita lo valiente.
Había que recordarle públicamente los insultos proferidos contra los mexicanos y exigirle disculpas. Había que expresar públicamente (no sólo en privado), la negativa tajante a pagar por el muro fronterizo. Y al escucharlo negar que ese tema específico se hubiese discutido (o afirmar que “se dejaría para el futuro”), había que confrontarlo en ese mismo instante, señalando al menos la “imprecisión” del invitado. Había que repudiar la idea de expulsar a once millones de indocumentados. Había que mostrar que los mexicanos tenemos dignidad. Nada de eso se hizo.
Toda proporción guardada, la actitud del gobierno mexicano me recordó el famoso “appeasement” de Neville Chamberlain frente a Hitler en 1938. Peña Nieto, claro, no es Chamberlain, pero Trump no está del todo lejos de Hitler. Aquel documento que Chamberlain blandió al descender del avión tras el encuentro en Munich (“Paz para nuestro tiempo”, pregonaba) valió tanto como el papel en que estaba escrito. Hitler faltó a su palabra porque no era hombre de palabra. Y porque era un monstruo dominado por lo que Hannah Arendt llamó “el mal radical”. Se desató la Segunda Guerra Mundial. Una actitud más firme acaso lo habría contenido.
Con toda probabilidad, Trump -otro sociópata dominado por el “mal radical”- no ganará las elecciones. Pero aún si su margen de maniobra fuese menos estrecho de lo que es, el gobierno mexicano debió postergar la invitación. Y sin ambages darle prioridad a la causa de la candidata Clinton, que nos apoya y comprende. Si Hillary llega al poder, el distanciamiento durará hasta diciembre de 2018, cuando termine el gobierno de Peña Nieto.
A toro pasado, en una entrevista en televisión, Peña Nieto ha declarado que los pronunciamientos de Trump ponen en peligro a México. ¿Se enteró apenas? Tiene una sola salida y debe externarla pronto: repudiarlo, rechazarlo, repelerlo. A los tiranos no se les apacigua. A los tiranos se les enfrenta.
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