El narco siembra cinco nuevos cadáveres en Iguala
La ciudad mexicana donde desaparecieron los 43 estudiantes continúa tomada por el crimen organizado
Con las manos atadas a la espalda, los ojos vendados y un tiro de gracia en la cabeza, apareció la noche de este jueves el primer cadáver. A los pocos minutos, la policía encontró en medio de una carretera cuatro cuerpos más y un mensaje: “La plaza ya tiene dueño así que salgan a pelear putos. Se le pide al gobierno que no se meta en esta guerra”. Iguala, la ciudad que cantó por primera vez la Independencia de México y donde desaparecieron hace dos años los 43 estudiantes, continúa siendo pasto del crimen organizado.
La ciudad –130.000 habitantes– lleva bajo control de la policía estatal y federal desde que los sucesos de los normalistas destaparan la red criminal tejida entre el entonces alcalde José Luís Abarca, la policía municipal y el cartel local de Guerreros Unidos. La depuración de la autoridad municipal no ha logrado contener las embestidas del narco. Los asesinatos, secuestros y extorsiones se han sucedido en uno de los principales canales de paso para la distribución de la mariguana y el opio de las montañas de Guerrero, uno de los estados más pobres y violentos del país.
La sombra de una posible noche luctuosa fue alertada por el propio alcalde, el priista Esteban Albarrán Mendoza, que recomendó a los vecinos que no salieran de sus casas. Gran parte del contingente federal había sido desplazado a la vecina Oaxaca para apoyar el conflicto desatado por los maestros disidentes contra la reforma laboral
El propio alcalde que recomendó a los vecinos que no salieran de sus casas por la noche
El lugar donde fue encontrado el primer cadáver, un túnel de lavado de coches llamado Los Peques, es uno de los puntos más calientes de la zona. Propiedad de una familia vinculada al cartel de Guerreros Unidos, dos sicarios montados en una motocicleta asesinaron el año pasado a balazos al conductor de una camioneta. Un mes después siete personas resultaron heridas tras una balacera a las puertas del negocio.
En marzo de este año, la ex regidora del Partido Verde, Esther Orea Vargas murió tras un asalto de dos sicarios en plena calle. Las autoridades locales contabilizan en lo que va de año más de 70 asesinatos con el sello de la delincuencia organizada.
El cerco sobre Guerreros Unidos, el cártel que está presuntamente detrás del crimen contra los normalistas, no ha logrado apaciguar la ciudad, disputada por un remolino de células surgidas del desmembramiento de las organizaciones clásicas que operaban en la zona –Familia Michoacana, Cartel de Sinaloa, Beltrán Leyva– o por grupos de nuevo cuño como Jalisco Nueva Generación.
El operativo policial detuvo en octubre de 2014 a Sidronio Casarrubias, supuesto jefe del Guerreros Unidos, que habría ordenado el ataque contra 43 estudiantes. En mayo de este año, cayó también Nicolás Nájera Salgado, alias el May, presunto líder regional de la banda, que abría relevado a Gildardo López Astudillo, el Gil, tras su detención el año pasado por los crímenes de Iguala.
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