Los primeros 19 kilómetros de Francisco en México
El Pontífice emociona a los mexicanos en su primer recorrido por las calles de la Ciudad de México
El Papa Francisco no es una estrella de rock, pero cientos de personas esperaron durante horas para verlo unos segundos en su primer recorrido por la Ciudad de México. Tras aterrizar en el aeropuerto de la Ciudad de México, el Pontífice abordó un papamóvil y emprendió una ruta de 19 kilómetros hasta una casa de descanso. A las puertas de la Nunciatura Apostólica —la residencia del embajador del Vaticano— banderas amarillas y blancas ondeaban desde media tarde para recibirlo. A través de los teléfonos móviles los feligreses iban siguiendo los pasos del Pontífice: “¡Ya aterrizó!”. Y la multitud gritaba a cada paso que Francisco daba.
Los hermanos David y Claudia García sacaron la escalera de 1,50 metros y esperaron durante cuatro hora al paso de Francisco. Como vecinos de la Nunciatura, recuerdan que lo hicieron cuando eran niños y Juan Pablo II se hospedó allí, ahora con sus hijos se volvieron a montar en la escalera para saludar al líder de la Iglesia católica que, aseguran, ha hecho un lavado de cara a la institución. “Es latino, es cálido y por eso es diferente. Además aborda temas escabrosos como los homosexuales, la pederastia y la corrupción”, argumenta Claudia.
El saludo al Papa tuvo su ensayo con cantos religiosos y también con frases ocurrentes: “¡Enchilada y chilaquil, enchilada y chilaquil, Francisco vales mil!”, gritaban entre risas en una esquina un grupo de feligreses. Otros pedían lo imposible: “¡Que se pare y que salude!”. Cuando la tarde cayó, el frío se acentuó y las frazadas con la cara de Jorge Mario Bergoglio, patrocinadas por un banco, empezaron a circular entre los feligreses.
Envuelta en el rostro de Francisco, Graciela Fernández cuenta que viajó desde Uruguay para conocer al primer Papa latinoamericano. Que dejó que el avión de regreso a Montevideo se fuera sin ella y que decidió acercarse a la Nunciatura para mirarlo solo un momento. “Me quedé porque tenía muchas ganas de verlo. Él me parece un hombre sincero”, dice mientras tirita de frío. Como ella, cientos de personas se apostaron a la orilla de las avenidas por las que el Papa pasó. Jorge Mario Bergoglio logró paralizar a la capital del país, pero milagrosamente sin ocasionar mucho tráfico vehicular.
“¡Ya viene por la Avenida Insurgentes!”, gritó un feligrés y comenzaron los empujones. La aspirante a la presidencia y ex primera dama Margarita Zavala se asomó entre la valla y después se tomó una selfie con una simpatizante. Era el momento de ondear las banderas, de sacar el selfie stick y el teléfono móvil, de gritar “¡Francisco!” hasta perder el aliento, de agitar las manos para llamar su atención. El papamóvil pasó en segundos, como el viento. “Para mí es una bendición estar aquí, es un regalo del universo”, comenta emocionada Lucy Silverio.
Los cantos no cesaban y tras media hora el Papa salió por la puerta principal de la Nunciatura. Nadie dejó de gritar y el Pontífice pidió silencio. Un grupo de niños no dejaba de aclamar su nombre, pero él consiguió calmarlos. Tenía una petición acompañada de una oración para todos los que estaban allí para verlo: “Antes de dormir recen y recuerden a las personas que quieren y que los quieren. Pero también de las personas que no quieren y que no los quieren; y de quienes les hicieron daño”. Finalmente Francisco se encomendó a la Virgen de Guadalupe y le suplicó a sus seguidores que fuesen a descansar. Apenas recorrió los primeros kilómetros de una larga ruta por México.
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