Reyes Mate, filósofo de la memoria: “Auschwitz puede repetirse”
A este investigador de la memoria le alarma el auge de los nacionalismos. Su apuesta es desactivarlos “todos juntos” (el catalán, el vasco, el español) y apostar por la UE
La deuda democrática con las víctimas del nazifascismo, con Auschwitz como ejemplo extremo, recorre el pensamiento del filósofo Reyes Mate (Pedrajas de San Esteban, Valladolid, 82 años). Autor de una veintena de ensayos en los que investiga la dimensión política de la razón, la religión y la memoria, no sorprende encontrarlo “alarmado” por el auge del nacionalismo, ni que haya dedicado su ensayo Tierra de Babel (Trotta) a combatirlo de raíz, en un viaje desde Aristóteles hasta el repliegue euroxenófobo. Profesor ad honorem del Instituto de Filosofía del CSIC, ganador del...
La deuda democrática con las víctimas del nazifascismo, con Auschwitz como ejemplo extremo, recorre el pensamiento del filósofo Reyes Mate (Pedrajas de San Esteban, Valladolid, 82 años). Autor de una veintena de ensayos en los que investiga la dimensión política de la razón, la religión y la memoria, no sorprende encontrarlo “alarmado” por el auge del nacionalismo, ni que haya dedicado su ensayo Tierra de Babel (Trotta) a combatirlo de raíz, en un viaje desde Aristóteles hasta el repliegue euroxenófobo. Profesor ad honorem del Instituto de Filosofía del CSIC, ganador del Premio Nacional de Ensayo en 2009 por La herencia del olvido, miembro del comité que pidió convertir el Valle de los Caídos en un memorial, Mate llevaba “20 años dándole vueltas” a las ideas sobre Estado, nación, historia e identidad que ahora redondea por escrito. Respondió una pregunta por correo electrónico tras el triunfo de Donald Trump.
Pregunta. Rescata el mito de Babel.
Respuesta. Al contrario que la mayoría, creo que salir de la Torre fue bueno para la humanidad. Descubrimos nuestra diversidad. Aunque solo unos pocos lo vieron así.
P. ¿Quiénes?
R. El pueblo judío, la diáspora. Llevo 40 años estudiando a pensadores judíos, cuya perspectiva marginal me ha ayudado a rebatir el nacionalismo. Y a detectar cómo lo contamina todo. Lo vemos cada día. Ante el nacionalismo vasco y catalán, la respuesta es más nacionalismo español. Es un bucle.
P. En cambio, usted dice que el nacionalismo da síntomas de colapso.
R. Los Estados sostenidos sobre la idea nacionalista de que la tierra es solo nuestra y los derechos en ella son solo nuestros, entre ellos España, no sirven hoy. No pueden dar respuesta a la inmigración, que es un fenómeno imparable por el desequilibrado reparto de la riqueza. Mientras la reacción de los Estados sea más frontera, más identidad y más exclusión, el colapso es seguro. El nacionalismo fracasará ante la inmigración; son imposibles las soluciones nacionales a un problema global. El deber y la necesidad nos fuerzan a hacer nuestros los problemas de los que llaman a nuestra puerta. Si no, lo que hoy parece inimaginable puede ocurrir.
P. ¿Por ejemplo?
R. Que los Estados ricos, empeñados en cerrarse a quien intenta entrar, se vean sitiados por los que serán llamados “nuevos bárbaros”. Y que los que se opongan desde dentro sean también considerados enemigos.
P. No todo es exclusión. España participa de la externalización de fronteras, pero también tramita una ley para regularizar a cientos de miles de inmigrantes.
R. Sí, pero la prioridad es siempre salvaguardar los derechos de los nacionales. Puede haber, si el Estado lo decide, alguna excepción, como con algunos refugiados. Pero la regla es frontera y exclusión. Si no cuestionamos esa regla, esa idea nacionalista, estamos olvidando las lecciones de la barbarie.
P. ¿Auschwitz?
R. Auschwitz, los Balcanes… No debemos olvidarlo: el nacionalismo no solo es exclusión, sino posibilidad de exterminio.
P. ¿Puede Auschwitz repetirse?
R. Puede repetirse, no hemos tomado en serio lo que significó. ¿Qué decían los liberados de los campos? Que esto no debía repetirse jamás. ¿Se escuchó su mensaje? Creo que no. Por supuesto, ha habido un respeto por las víctimas, y un Plan Marshall y hay una UE. Pero el mensaje profundo no se escuchó; no repetir jamás la barbarie obligaba a un cambio de las bases políticas y morales que la permitieron. Y esas bases siguen ahí: el nacionalismo. El decir “esta tierra es mía”. La inmigración desvela que no entendimos el mensaje profundo de Auschwitz.
P. Según el CIS la inmigración es percibida como el principal problema del país.
R. Lo es, pero por ninguna de las razones que oímos: que acaparan recursos, que crean inseguridad, que borran nuestra identidad… La inmigración, como dice [el pensador italiano] Giorgio Agamben, es el problema fundamental: rompe nuestro modelo político basado en el nacionalismo y obliga a cambiarlo. Rescato como alternativa la filosofía de la diáspora, de la hospitalidad, el reconocimiento de los derechos no solo de mis conciudadanos, sino de cualquier ser humano.
P. Pues lo que hay es un deslizamiento del debate migratorio hacia la extrema derecha.
R. Cierto. Y aquí hay que aclarar algo: el nacionalismo no está solo en la extrema derecha, sea en toda España o en Cataluña. Si crees que tus derechos son los únicos que cuentan, porque son las reglas de tu Estado y no estás dispuesto a cuestionarlas, eres nacionalista. El nacionalismo somos todos, no solo los que sacan pecho con la bandera. La alternativa hospitalaria debe ser a toda idea que restrinja los derechos humanos a los nacionales, no solo a la extrema derecha.
P. ¿Usted no tiene sentido de pertenencia a una nación, a un Estado?
R. Todos lo tenemos. No entiendo a quien dice: “Soy del mundo”. El nacionalismo es más que eso. Te hace pensar que tu tierra y tu lengua son sagradas, que solo tus derechos importan y que el Estado que los garantiza es intocable. Y no lo debería ser. Para afrontar la inmigración, hay que construir espacios posnacionales de composición diversa.
P. ¿La UE no es eso?
R. En parte. Como dijo Jorge Semprún, es un proyecto que nace de los campos de exterminio. ¿Cuál es el problema? Que su avance en la dirección posnacional está bloqueado. Sigue siendo una suma de Estados. Da mucho vértigo tocar el Estado. Pero hay que hacerlo, la inmigración está rompiendo sus costuras. Y si la respuesta es más nacionalismo, lo pagaremos todos. Hablar de hospitalidad puede sonar utópico, pero en unos años comprobarán que la alternativa es peor, lo impensable puede ocurrir. Hay un inquietante rebrote del nazismo en Alemania. Debemos reaccionar, cumplir con nuestro deber de memoria.
“Mientras la reacción por parte de los Estados sea más frontera, más identidad y más exclusión, el colapso es seguro”
P. El pensamiento de autores judíos o con raíces judías es básico en su obra: de Walter Benjamin a Arendt… ¿Cómo vive la deriva nacionalista de Israel?
R. Es fruto del sionismo, que llegó a la fatal conclusión de que la diáspora fracasó y había que apropiarse de un territorio. Los europeos debemos admitir nuestra responsabilidad. Los judíos no querían un Estado en Palestina, fueron allí porque los estuvimos expulsando durante siglos, también los Reyes Católicos. El sionismo es consecuencia de la intolerancia de Europa. Para ser críticos, debemos ser autocríticos. ¿O aquí hemos superado el pensamiento nacionalista?
P. ¿Celebra el retroceso del independentismo catalán?
R. Una excelente noticia. Pero mejor sería desactivar el nacionalismo catalán, vasco y español, todos juntos, y apostar por la UE.
P. ¿Está de acuerdo con la amnistía?
R. Totalmente. Nunca es más grande el Estado que cuando perdona.
P. ¿Qué trae el regreso de Trump?
R. La emigración, el cambio climático y el nacionalismo van a sufrir un agravamiento cualitativo. La extravagancia de sus planteamientos colocará estos graves temas en la agenda mundial, obligando a los políticos cuerdos a que superen su tibieza y los ataquen en su raíz. Cabe en estos momentos de zozobra recordar el dictum esperanzador del poeta alemán Friedrich Hölderlin: “Donde hay peligro, crece lo que salva”.