La justicia llegó a tiempo para Galli: reivindicación de la gran artista ‘queer’ que vive en una residencia de ancianos
La casualidad hizo que un viejo libro con sus obras cayese en manos de un comisario de arte en 2020, que siguió su rastro y descubrió a una rompedora artista de la Alemania de los setenta que vive en un geriátrico tras un ictus y mientras sus creaciones se reivindican
El mundo del arte está a la búsqueda constante de nuevos personajes, emergentes o veteranos, y si no los encuentra tiende a crearlos. Son también frecuentes los supuestos descubrimientos de artistas históricos en realidad bien conocidos por críticos y aficionados, aunque no atraviesen sus momentos de mayor reconocimiento institucional. Pero en el caso de Galli (Neusweiler, Alemania, 78 años) sí puede decirse que estamos ante una artista recóndita incluso para la mayoría de los expertos.
Como mujer lesbiana en un entorno de predominancia masculina, ha hecho falta esperar al momento actua...
El mundo del arte está a la búsqueda constante de nuevos personajes, emergentes o veteranos, y si no los encuentra tiende a crearlos. Son también frecuentes los supuestos descubrimientos de artistas históricos en realidad bien conocidos por críticos y aficionados, aunque no atraviesen sus momentos de mayor reconocimiento institucional. Pero en el caso de Galli (Neusweiler, Alemania, 78 años) sí puede decirse que estamos ante una artista recóndita incluso para la mayoría de los expertos.
Como mujer lesbiana en un entorno de predominancia masculina, ha hecho falta esperar al momento actual para que los vientos soplen a su favor. Quizá su propia renuncia a hablar de su trabajo tampoco haya contribuido a difundirlo. Pero esa obra tiene ahora la oportunidad de hablar por sí misma, empezando por la exposición que la galería NoguerasBlanchard le dedica, del 11 de febrero al 1 de abril, en su sede de Madrid.
Igual que todo relato histórico, el del arte del siglo XX se cuenta como una sucesión de normas que se oponen y suceden, cuando en realidad son las excepciones como ella, lo antinormativo, lo que marca el camino más fecundo. Al hablar de la escena artística de la Alemania de los años setenta y ochenta parecen inevitables nombres como como Georg Baselitz, Anselm Kiefer, A.R. Penck o Sigmar Polke, hoy casi míticos y que entonces reaccionaban con su pintura gestual contra el minimalismo y el arte conceptual de la generación inmediatamente anterior.
En los núcleos de Berlín, Colonia o Hamburgo surgieron otros autores algo más jóvenes, como Albert Oehlen, Rainer Fetting, Wolfgang Cihlarz (Salomé) o Jiří Dokoupil, para los que cobraban importancia los temas sexuales o autobiográficos. Mientras parte de la crítica consideró que esta explosión creativa suponía en realidad un paso atrás por conservadora y antiintelectual, el mercado la acogió con entusiasmo: circulan leyendas sobre cuadros pintados en mitad de la noche y llevados al día siguiente justo a tiempo para la inauguración en la galería, con el fin de saciar el “hambre de imágenes” (así, Hunger nach Bildern, se llamó el libro sobre pintura alemana contemporánea del historiador Wolfgang Max Faust editado en 1982) de los coleccionistas más ansiosos.
A su vez, Wolfgang Becker, director del Museo de Aquisgrán, dio en 1980 con el término Neue Wilden (“nuevos salvajes” o “neofauvistas”), que es el que ha adoptado la historiografía. Sus miembros tenían en común el regreso a las fuentes creativas del expresionismo, una apuesta por el color y la figuración y una vocación transgresora que sintonizaba con el espíritu del momento y cotizaba al alza en el mercado. Y, sobre todo, una masculinidad expansiva, desacomplejada y casi uniforme. Aunque hubo mujeres (pocas en realidad: apenas suele citarse a Elvira Bach como figura solitaria), la atención la acaparaban los hombres, sin que se registrara presencia femenina alguna en muchas de las colectivas históricas de referencia.
Galli es la anomalía que derriba este relato al tiempo que lo ratifica. Su pintura colorista y expresiva, intensamente autorreferencial, cuadra sin dificultades dentro del espectro formal del grupo. Y, sin embargo, siendo mujer y lesbiana se alejaba de esa figura del artista que parecía promulgarse, por momentos cercana al superhombre nietzscheano. “Frente a figuras tan fuertes como Oehlen o Fetting, las mujeres del grupo quedaron prácticamente relegadas”, explica el comisario español Agustín Pérez Rubio, que ha dirigido instituciones como el Malba de Buenos Aires y el MUSAC de León. “Ella es una mujer pintora abiertamente queer y feminista, y además muy marcada por su condición física, que no le supuso un impedimento en términos intelectuales o artísticos, pero sí influyó en el trasfondo de sus obras”.
En este sentido, su reducida estatura, debida a la acondroplasia, también hacía de ella una personalidad inusual: “Su pintura tiene una fuerza increíble, y cuando estás en su casa y ves que la encimera de la cocina queda a unos 70 centímetros del suelo, llegas a preguntarte cómo pudo pintar unos cuadros que a veces miden más de dos metros”.
Pérez Rubio se topó con Galli por casualidad. Estaba preparando la Bienal de Berlín de 2020, de cuyo equipo curatorial formaba parte junto con María Berríos, Renata Cervetto y Lisette Lagnado, cuando cayó en sus manos un libro de artista con su firma. Descubrió que se trataba de una autora viva, aunque sin producción reciente, y que había ingresado en una residencia de ancianos después de sufrir en 2016 un ictus que le dificulta el habla y la movilidad. “Tirando del hilo dimos con Annabelle Burger, su asistente, y fuimos a verlas a su estudio del barrio de Friedenau, donde casualmente yo tenía mi apartamento”, recuerda el comisario. “Resultaba difícil comunicarse con ella, pero al ver allí sus obras me quedé asombrado”.
Varias de esas piezas fueron incluidas en el programa de la Bienal, compartiendo espacio en el KW Institute for Contemporary Art con creadoras contemporáneas como Mariela Scafati, Azucena Vieites o Małgorzata Mirga-Tas. Sin embargo, la visibilidad que obtuvo allí fue relativa, debido a las limitaciones impuestas por la covid, que deslucieron en parte aquella edición. Sendas exposiciones en las galerías berlinensas brunand brunand y Kraupa-Tuskany Zeidler en los últimos meses la han traído de nuevo al primer plano. Y ahora la sede madrileña de otra galería privada, NoguerasBlanchard, le dedica su primera individual en España en unas fechas estratégicas por la celebración, a finales de febrero, de la feria ARCO.
Aquí podrán verse dibujos sobre cartón, papel y tela, realizadas mayoritariamente entre 1986 y 1989, durante e inmediatamente después de una residencia de un año que la artista realizó en Florencia. Además, Agustín Pérez Rubio ofrecerá una charla en la galería el 11 de febrero, día de la inauguración.
A Rebeca Blanchard, copropietaria de NoguerasBlanchard junto a Àlex Nogueras, le puso sobre la pista su director de galería, Martim Dias. Y, sin saber nada más sobre ella, fue la calidad de su obra lo que le impactó. “Y eso que al principio solo tuve acceso a imágenes digitales de sus cuadros”, recuerda. “Pero ya se veía claramente su potencia, que además conectaba con nuestro gusto personal, y con otros artistas de la galería. Por eso, y por pertenecer prácticamente a la misma generación que Baselitz o Penck, debía al menos sonarme, y sin embargo no tenía ni idea de quién era”.
Sobre los motivos de este desconocimiento, Agustín Pérez Rubio apunta: “Por lo que pude ver preparando la Bienal, la gente de Berlín de su generación, que ahora rondan los 70 años, sí la recordaba. Pero después, al no tener familiares u otros artistas que siguieran su trayectoria, y con muchos de los comisarios que en su día valoraron su obra ya fallecidos, de algún modo quedó relegada frente a sus compañeros hombres. Pero, desde la perspectiva actual de revisionismo queer y feminista, su obra se entiende mejor y podemos reposicionarla como se ha hecho con otras mujeres artistas opacadas”. Su investigación, iniciada durante la preparación de la Bienal de Berlín, se ha prolongado con vistas a una futura gran exposición comprensiva del trabajo de Galli.
Nacida en 1944 en el actual estado federado de Sarre, al oeste de Alemania, Galli cursó estudios artísticos, primero en la capital Saarbrücken, y desde 1969 en la Hoschchuele der Künste (actual UdK) de Berlín. Desde mediados de los setenta estaba exponiendo en galerías y centros de arte de Berlín, Düsseldorf o Colonia, y compatibilizó la práctica artística con una labor como docente en otra prestigiosa universidad, la FH Münster, entre 1992 y 2005. Además de una relación fluida con sus compañeros artistas del entorno de los Neue Wilden, Agustín Pérez Rubio destaca su cercanía con la escritora (premio Nobel en 2009) Herta Müller y la cineasta feminista Ulrike Ottinger, con la que colaboró en la película Freak Orlando (1982), adaptación libre y surrealista de la novela Orlando, de Virginia Woolf, con un reparto de personajes fuera de la norma.
Como ha constatado el comisario en sus entrevistas e investigaciones, para sus alumnos en Münster fue una referencia fundamental, y sus conocidos de las escenas artística y queer berlinesa destacan su personalidad enérgica y carismática. “She’s a character! (’¡es todo un personaje!’) era la frase que escuchábamos constantemente en las entrevistas”, apunta.
En cuanto a su práctica artística, se la ha comparado con Goya o Bacon por motivos tanto formales como temáticos, pero su obra destaca precisamente por trasmitir una mirada propia muy genuina. Son recurrentes temas como la anatomía distorsionada o fragmentada y lo inquietante que subyace tras el entorno doméstico, que plasma con una gestualidad ágil y un sentido del humor a veces feroz. “Utiliza también motivos mitológicos e históricos, porque es una artista con muchas referencias cultas, pero lo hace con ironía y mala leche”, resume Pérez Rubio. “Todo lo lleva a su terreno a través de esos cuerpos metamorfoseados, a veces en forma de bacanales o situaciones amorosas muy extrañas. También nos habla de las limitaciones de una mujer de sus características dentro del espacio doméstico. Y luego, aunque ella se niega a hablar demasiado sobre su propia obra, hay también una parte muy mística, espiritual”.
La misma opacidad mantiene la artista sobre su nombre original (Anna Gabriele Müller) y los motivos por los que lo cambió. Puede especularse con la idea de que la palabra Galli proviene de la expresión alemana halligalli, traducible al español como “lío” o “jaleo”. Aunque, como en todo a su alrededor, subyace aquí una buena dosis de misterio. Por mucho que el foco vuelva a apuntar hacia ella, hay zonas de Galli que siempre quedarán en la sombra. Por decisión propia.
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