Veinte años de curas guapos en Roma

El calendario con las imágenes de sacerdotes apuestos se ha convertido en un éxito editorial que no ha mutado su esencia en las dos décadas que lleva en el mercado

Dos de los clérigos que aparecen en el calendario italiano.Piero Pazzi

Aunque parezca mentira, en cada esquina de Roma, ciudad sacra y profana por excelencia, desde hace 20 años hay un cura guapo que sonríe y hace ojitos al visitante. En la Ciudad Eterna, las sotanas, los alzacuellos y los hábitos están por todos lados, son una pieza más del paisaje de la ciudad, como las cúpulas, las fuentes o el adoquinado con los Sampietrini. Algunas son reales y envuelven a los miles de sacerdotes y religiosos que pueblan la ciudad y otras son instantáneas que cuelgan de los escaparates de quioscos y tiendas de recuerdos. Estas últimas, que forman parte ...

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Aunque parezca mentira, en cada esquina de Roma, ciudad sacra y profana por excelencia, desde hace 20 años hay un cura guapo que sonríe y hace ojitos al visitante. En la Ciudad Eterna, las sotanas, los alzacuellos y los hábitos están por todos lados, son una pieza más del paisaje de la ciudad, como las cúpulas, las fuentes o el adoquinado con los Sampietrini. Algunas son reales y envuelven a los miles de sacerdotes y religiosos que pueblan la ciudad y otras son instantáneas que cuelgan de los escaparates de quioscos y tiendas de recuerdos. Estas últimas, que forman parte de un calendario particular, llaman mucho la atención.

Son miles los visitantes que salen de la capital italiana con reproducciones en miniatura de algún monumento icónico de la Ciudad Eterna, un paquete de pasta y una copia del famoso calendario. El nombre oficial de este almanaque, que en 2024 cumple 20 años y que ya se puede comprar con antelación, es Calendario Romano, pero todo el mundo lo conoce como el calendario “de los curas guapos”, por razones obvias. Ha pasado de ser una guía con información del Vaticano para los turistas a un souvenir de culto.

En este almanaque, del tamaño aproximado de una cuartilla A4, cada mes está representado por la imagen de un sacerdote apuesto, anónimo y fotografiado en blanco y negro. Algunos llevan sombrero eclesiástico, la mayoría alzacuellos. Todos destacan por su belleza. Salvando las distancias, hay quien lo considera una especie de calendario Pirelli, pero con imágenes del clero católico como uno de los símbolos más evocadores de Roma. “Un rostro joven y hermoso es la mejor opción para hacer el producto más atractivo. La intención es captar el interés de un sector amplio del público”, explica a EL PAÍS Piero Pazzi, archivero veneciano de 64 años, aficionado a la fotografía y creador del calendario.

El Vaticano dejó claro desde el inicio que el calendario no tiene nada de oficial y que se trata de “la iniciativa de un particular”. Aunque el almanaque no cuenta con la bendición de la Santa Sede, decenas de ejemplares se venden en los aledaños de la plaza San Pedro o junto a la sastrería que viste a los cardenales, sin mayor problema.

El anuario celebrará el próximo año su vigésima edición con la misma esencia que ha mantenido siempre y prácticamente con las mismas imágenes que, ya hace 20 años, lo convirtieron en souvenir estrella. Durante su apogeo, a mediados de la década de 2010, se llegaron a vender cerca de 75.000 ejemplares al año. Aunque las ventas dieron un bajón con la pandemia, la demanda sigue siendo alta. Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Esa es la filosofía de Pazzi. “El proyecto ha funcionado bien, las ventas se mantienen estables”, apunta. “Casi siempre son las mismas fotos, cambian los mensajes”, aclara.

Relata que surgió como un instrumento para “instruir y ayudar a los turistas que visitan Roma, proporcionándoles información precisa sobre el Estado del Vaticano”, con datos y curiosidades escritos en su interior. Se trata de “información muy sencilla, que el turista medio ignora por completo”. “Cada año, la calidad del turismo empeora, muchos turistas no saben ni dónde están, a través del calendario, pretendo ayudarles a comprender dónde están pasando sus vacaciones y lo que hay a su alrededor”, señala. Entre otras cosas, en sus páginas describe la organización del Vaticano, presenta la farmacia que hay dentro del pequeño Estado y que dispensa medicamentos de todo el mundo o los horarios de los museos y de la Capilla Sixtina. También ofrece en notas sueltas pequeñas pinceladas de historia entre sus páginas, “algunas, por ejemplo, están destinadas a refutar la leyenda negra española”, explica.

Al igual que sucede con el calendario Pirelli, en apariencia las imágenes pueden no tener una relación demasiado clara con el contenido o el argumento promocionado, pero el producto funciona. “Es un artículo que funciona a 360º, para todas las edades y todas las religiones, no tiene ningún tipo de barrera”, señala Pazzi sobre su calendario, que se vende en todo el planeta. “En el mundo protestante tiene mucho éxito, no me lo hubiera imaginado”, asegura. Y aclara que, en ningún caso, se trata de un artículo religioso.

El Calendario Romano se puede comprar en quioscos o tiendas de souvenir en Roma y a través de la página web oficial, por un precio que ronda los 10 euros por ejemplar, aunque en algunas plataformas de reventa los de ediciones pasadas ya han triplicado su precio. Aunque sus imágenes cuelguen en las paredes de medio mundo, para Pazzi la fotografía es solo una afición. Le gusta fotografiar sobre todo a gatos y también a los gondoleros de Venecia.

Giovanni Galizia, uno de los rostros más reconocibles del calendario, ni siquiera es cura y en la actualidad trabaja en una aerolínea española: "Era muy joven cuando se hizo la fotografía, tenía 17 años, no me imaginaba que seguiría en circulación durante 20 años".Cortesía de Giovanni Galizia

Sucede algo similar con los protagonistas del calendario, la mayoría no son modelos profesionales, además no todos son italianos, ni tampoco sacerdotes. Son anónimos, no hay rastro de su nombre u otra información en el almanaque, porque “ni el calendario ni sus protagonistas son producto de la vanidad”, según Pazzi, pero su verdadera identidad despierta curiosidad. Es el caso de uno de los favoritos, Giovanni Galizia, el rostro más reconocible del calendario, puesto que lleva años siendo el modelo de la portada. Cada cierto tiempo circulan en las redes sociales todo tipo de leyendas disparatadas sobre él. La más extendida es que es un antiguo sacerdote, ahora octogenario, que colgó los hábitos por amor. Lo cierto es que no es ni fue modelo ni cura y, como explica Galizia en conversación con este diario, accedió a posar ante el objetivo de Piero Pazzi porque era un antiguo conocido suyo. “Piero estaba elaborando este proyecto artístico para presentar ciudades italianas con sus personajes característicos, como Venecia con los gondoleros o los sacerdotes como símbolo romano. Me propuso participar y me pareció interesante, dije que sí y el resto es historia”, señala Galizia, que ahora tiene 37 años. “Era muy joven cuando se hizo la fotografía, tenía 17 años, no me imaginaba que seguiría en circulación durante 20 años. No pensaba que se iba a convertir en una imagen tan longeva y tan conocida”, agrega. Y aclara que la foto se tomó frente a una Iglesia en Palermo.

Giovanni Galizia en la actualidad trabaja en una aerolínea española, como personal de cabina y también en el equipo de formación del personal, y explica que a veces le reconocen por la calle o en los aviones. “Ahora menos, cada vez hay más distancia con esa imagen en la que era tan joven”, bromea. “Que la gente te reconozca siempre es algo agradable, yo no he hecho nada, posé para una foto, nada más, pero es divertido, la gente me manda fotografías del calendario”, añade.

Pazzi explica que en estas dos décadas no ha cambiado la técnica. En general, se inspira en los transeúntes que se encuentra por la calle, otras veces recibe peticiones para aparecer en el calendario y, en ocasiones, pone anuncios en busca de voluntarios para sus retratos.

Un acólito durante la Semana Santa de Sevilla.Piero Pazzi

En algunos meses del calendario aparecen algunas fotografías que tomó durante las celebraciones de la Semana Santa en Sevilla, que tiene como una especie de musa. Una de ellas pilló por sorpresa al modelo David Ruiz Suárez, que tampoco era sacerdote, sino agente inmobiliario y cofrade en una de las procesiones y que no tenía ni idea de que iba a ilustrar esta curiosa publicación. “El que no me conoce va a pensar que soy cura, creo que me lo deberían haber notificado. Soy el padre marzo, no sé cómo llevarlo”, declaró en 2007 al Diario de Sevilla. “El término romano se entiende como sinónimo del mundo católico, Sevilla y su Semana Santa pueden considerarse romanas porque Sevilla es católica”, dice el autor. Y explica que viaja a menudo a la ciudad andaluza y que siempre queda “fascinado por el ambiente que se crea allí en las celebraciones religiosas”.

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