Las mejores fiestas se montan en la cocina: así son las Kitchen Sessions que unen el talento de chefs y DJs
Estas fiestas apuestan por la alianza entre música y cocina, fomentan la colaboración entre chefs y promueven una relación más cercana con la alta gastronomía
Cualquiera que haya organizado una fiesta en su casa sabrá que no importa que la música, la comida y la bebida estén perfectamente dispuestas en el salón, que en un momento dado, la mayoría de la gente acabará arrejuntándose en la cocina y montando una suerte de celebración paralela en la que, dicen, suceden las mejores cosas. Ahora, una serie de fiestas itinerantes ha hecho suya esta popular costumbre para llevarla a cualquier lugar donde haya una cocina, música y gente con ganas de comer bien y de pasarlo aún mejor. Se trata de las Kitchen Sessions, que reúnen en un mismo espacio a chefs, DJs y público. Unos cocinan mientras los otros pinchan y la gente baila, salta, canta, bebe y come a su alrededor.
Estos eventos pueden tener lugar en la cocina de un restaurante, de una casa o de una escuela de cocina, como ocurrió el pasado 23 de noviembre en Madrid. El MOM Culinary Institute (Serrano, 95) acogió una Kitchen Session muy especial: el grupo Delaporte, que se encuentra en plena gira tras anunciar que van a tomarse un descanso indefinido, quiso montar una de estas fiestas culinarias, donde pincharon DJs que han versionado varios de sus temas y cocinaron chefs de diferentes restaurantes españoles, uno de ellos con estrella Michelin.
La idea de empezar a organizar estas fiestas surgió hace dos años a más de 10.000 kilómetros de Madrid, concretamente en Hanói (Vietnam). Allí, Kike Gallardo —que es también la mitad de El Herbario Comestible— trabajaba como chef ejecutivo en varios restaurantes. Un día, en uno de estos locales dedicado a la cocina española, organizó una fiesta a la que invitó a otros cocineros para que cada uno elaborara una tapa y a varios amigos DJs para que pincharan dentro de la cocina. Fue todo un éxito. “La gente se lo pasó genial, estuvimos hasta las cinco de la mañana con todo el mundo bailando dentro de la cocina, abriendo cajones, viendo lo que estábamos cocinando. Fue algo muy orgánico, muy de celebrar y compartir”.
A partir de entonces, Kike ha viajado por medio mundo, llevando consigo este concepto y organizando Kitchen Sessions en diferentes ciudades, tejiendo alianzas con chefs, músicos y artistas locales. Hasta la fecha, se han celebrado 30 ediciones en lugares tan diversos como el restaurante Muro de Oaxaca, el bar Long Story Short de Ciudad de México, el restaurante Espeziak de Panamá o la Bodega Los Lirios en Gran Canaria, pasando por una boda en Ibiza y celebraciones de todo tipo en Los Ángeles, Nueva York o Barcelona.
“A mí siempre me gusta meter a la gente dentro de la cocina, involucrar a todo el mundo en el proceso y enseñar lo que estamos haciendo. Creo que hay un trabajo muy grande detrás y está guay compartirlo para que se valore”, cuenta Kike. Y aunque él fue quien inició este proyecto, insiste en que las Kitchen Sessions se entiendan como algo colectivo, que existe gracias a todas las personas que ponen su talento al servicio de cada fiesta.
Uno de los aspectos más interesantes y diferenciales de estas fiestas es que mezclan, en la misma cocina, a chefs con estrella Michelin y a jóvenes talentos que están empezando a despuntar en la escena gastronómica, de manera que cada evento se puede convertir también en una vía para conocer nuevas propuestas culinarias. En la Kitchen Session con Delaporte, por ejemplo, el cartel de chefs incluía nombres como los de Manuel Franco —de La Casa de Manolo Franco (una estrella Michelin)—, Miguel F. Vidal —director gastronómico de MOM Culinary Institute y chef ejecutivo de Bancal—, Cristina García —una de las mejores pasteleras de España, propietaria de Crisla Sweets y chef ejecutiva de Cöödie, en Londres—, Daniel Pozuelo —al frente del madrileño Bichopalo—, Arán y Noé —del recientemente inaugurado restaurante Pipilacha—, Tamara Cabezudo —divulgadora, más conocida en redes sociales como Cookita, y profesora en Vrulé, una escuela de hostelería que forma a personas con discapacidad— y Chefa Miranda —consultora gastronómica que organiza eventos para marcas como Louis Vuitton, Ruinart, Belvedere o la Fashion Week de París—.
Cada chef debe proponer una o dos tapas que se puedan comer con la mano y que representen su estilo de cocina. Antes de que empiece a sonar la música, dejan lista la mise en place de cada preparación y, durante la fiesta, se monta y se emplata con la ayuda de los demás chefs participantes. Todos llevan la misma camiseta blanca de Kitchen Sessions y un delantal rojo, una elección que no es solo estética, sino simbólica. “En lugar de la chaquetilla, una prenda que puede comunicar jerarquía, seriedad y distancia, el equipo sale unido para formar parte real de la fiesta e interactuar con los participantes horizontalmente. No hay rangos ni títulos: todos se admiran y respetan, se ayudan, y todos trabajan con todos y para todos, aportando cercanía, buen ambiente y una experiencia más interesante”, explica Kike. Y admite que la acogida ha sido increíble: “Creo que los chefs estábamos esperando algo así, poder mezclarnos con otras disciplinas artísticas, olvidarnos del ego, colaborar y conocernos más entre nosotros”.
Sobre todo, los y las chefs que participan deben sentirse cómodos trabajando en un ambiente así, con música sonando muy alto y muy cerca, y gente bailando a su alrededor y observando lo que hacen. Además, son los propios cocineros quienes se encargan de ofrecer la comida a los asistentes, servida en unos discos de vinilo a modo de bandejas, por lo que es habitual que la gente se anime a hablar con ellos y a preguntarles por el bocado que van a probar. “Una cosa que les pido a los chefs que participan en las Kitchen Sessions es que, no solamente cocinen bien, sino que sean personas capaces de transmitir y de crear buen rollo”, recalca Kike.
Quienes pinchan también se implican mucho para que todo salga a pedir de boca. Como ocurre en las sesiones de Boiler Room, aquí el DJ es parte de la fiesta, ya que está físicamente en la misma mesa que los cocineros. Kike Gallardo lo define como “una rave gastronómica”, una fiesta que busca crear comunidad y en la que, al terminar, todo el mundo se conoce. El tamaño de las fiestas varía en función del tipo de evento y del espacio donde se celebren: han hecho sesiones más íntimas, como la que organizaron para el grupo Delaporte en Madrid, y otras con hasta 300 invitados. Lo mismo ocurre con los precios, que pueden ir de los 50 a los 150 euros, dependiendo de lo que se vaya a comer.
Kike aclara que, aunque suelen pinchar DJs, están abiertos a todos los estilos musicales. “Nos encantaría algún día llegar a Rosalía o hacer una Kitchen Session con Kase.O y Jordi Roca. Después de dos años organizándolas, estamos seguros de que a cualquier chef y a cualquier artista les iba a encantar”. Mientras tanto, Kitchen Sessions continúa viajando por diferentes países, conectando cocinas y escenas musicales, e invitando al público a interactuar con la gastronomía de una forma más horizontal, distendida, curiosa y, ante todo, festiva.