Una escobilla del váter o cucharillas de café: qué se roba en los restaurantes

Este es el botín más preciado por los clientes: cucharillas de café, ambientadores de baño, cuchillos para el queso, botellas de ron hasta una escultura y una escobilla del váter

FERNANDO HERNÁNDEZ

Hace unos días, Marian Reguera, cocinera y propietaria de Taberna Verdejo, desenvolvía, en un vídeo que colgó en su cuenta de Instagram, un paquete que acababa de recibir, con un contenido muy preciado para ella: unos soportes de cerámica, en un verde pastel, diseñados para colocar el corcho de la botella de vino, una vez presentado al cliente. Aparecía emocionada, junto a la sumiller del restaurante, Cristina de la Calle. Apenas unos días más tarde publicó otra historia en la misma red social, esta vez, mostrando su enfado y la imagen de una de las piezas: “Los que robáis sois lo peor del mundo. Sí, tú el que me lees. Espero que lo trates con cariño. Y por supuesto que no vuelvas a mi casa”.

El disgusto de Reguera sigue ahí. Detrás de la pieza robada y de las que guarda en el cajón de Verdejo hay una historia sentimental: “Fue un encargo que le hice a una amiga, a la mujer del cocinero Francis Paniego, a Luisa Barrachina, que trabaja con la cerámica de manera artesanal, y que se ha esforzado mucho para hacer el soporte que quería, una especie de teja con un tono de color parecido al verde de nuestra vajilla. Empleó mucho tiempo en hacer las piezas una a una”. Además del valor económico, lo que más le duele es que el cliente que se encaprichó del soporte no se lo hubiera pedido. “Igual se lo hubiera regalado. O si tanto le gustaba le hubiera dado la dirección de la artista para que pudiera encargarlo”, cuenta Reguera, al otro lado del teléfono. No es el único robo que ha sufrido. Recuerda que antes de mudarse a la actual ubicación, en la calle General Díaz Porlier, en Madrid, en el anterior local le desaparecieron cerca de 40 cuchillos de queso de la firma Laguiole. También tuvo que quitar las velas y ambientadores de la exclusiva firma británica Jo Malone que tenía en los aseos. “Ahora pongo de ambientador unos aceites de lavanda maravillosos que se hacen en Madrid”, cuenta.

A la pregunta de qué se llevan, sin pedir permiso, los clientes de un restaurante, las respuestas son de lo más variopintas. “Nosotros hemos subvencionado el menaje de pisos de estudiantes con lo que nos han robado, sobre todo de las celebraciones del salón de bodas. Desde servilletas, cucharas, platos…, hasta una escultura de hierro del artista Ferrer, de dos metros y medio de altura”, rememora Joan Juncá, jefe de sala y copropietario del restaurante Ca l’Enric, en La Vall de Bianya (Girona).

El cocinero Xosé Torres Cannas, cocinero y propietario de Pepe Vieira, en Raxó (Pontevedra), reconoce que ante el hurto de cuchillos, cogieron la costumbre de contar los cubiertos en la mesa. Y de los otros dos restaurantes que gestiona en Pontevedra, Ultramar y Varela, asegura que sirven para que “los chavales que vienen a estudiar a la ciudad se surtan de copas y cubiertos para los pisos en los que viven”.

Andrés Torres, al despedirse de una clienta, vio como una botella de ron de una añada especial de su bodega sobresalía del bolso de la comensal. No le dijo nada. Solo espera, a día de hoy, que lo haya disfrutado de la misma manera que lo podrían haber hecho, previo pago, otros clientes. También ha echado en falta en el restaurante Casanova, en Sant Martí Sarroca (Barcelona), algún plato de la vajilla artesanal que moldea con sus manos su esposa, Sandra Pérez. “Son muy bonitos y alguna vez nos han robado alguno, como también alguna navaja buena que tenemos como cuchillo de carne”.

Del restaurante gastronómico Ricard Camarena se llevaron en una ocasión una escobilla del váter, además de cucharitas de café, “unas 40 o 50 al año, que teníamos un poco especiales”. Ahora pone unas más normales para evitar tentaciones. También reconoce que le han sustraído algunos posa cubiertos de cerámica de la mesa y muchos libros, de los que exhibe en la biblioteca del bar del restaurante, situado en el centro de arte Bombas Gens, en Valencia. Entre ellos, un preciado volumen de elBulli. Sabor Mediterráneo, de Ferran Adrià, un libro que se cotiza en el mercado de segunda mano a unos cuantos miles de euros.

Los soportes de los cubiertos tienen imán para los clientes. Lo corrobora el cocinero David López, del restaurante Local de Ensayo, en Murcia: “De mi casa se han llevado unos tornillos que servían de apoyo para los utensilios del servicio de mesa, menaje, servilletas, piezas de cubertería y boles pequeños”. Pero si algo le dolió especialmente fue la desaparición de la estantería que adorna la pared de la sala de un libro: Cocina con tradición, de Dani García, con quien trabajó un tiempo. “Se han llevado varios libros, pero este estaba firmado y dedicado por el cocinero al que le tengo gran aprecio”.

Ignacio Echapesfro se lo toma con humor. De Venta Moncalvillo, en Daroca de Rioja, se llevan saleros y cucharillas de café. “Al final se llevan recuerdos del restaurante”.

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