FOTO: Ana Nance.
Entrenador de la selección española
En una época, el fútbol fue distracción y fracaso; los clubes españoles triunfaban en Europa, pero la selección perdía pie muy pronto en las competiciones europeas o mundiales a las que era convocada. Hasta que Luis Aragonés la instruyó para ser como un club, aseguró alineaciones habituales, hizo que los futbolistas de equipos empezaran a comportarse como miembros de un colectivo nacional y puso en marcha un milagro que heredó su colega Vicente del Bosque. Aquella selección, la de Aragonés, ganó la primera Copa de Europa, en 2008, y en la etapa de Del Bosque no solo revalidó, en 2012, ese enorme triunfo continental, sino que se alzó en Sudáfrica, en 2010, con el mayor triunfo de la historia de nuestro fútbol: el Mundial.
La lección que dieron Del Bosque y sus futbolistas ha ido más allá del juego propiamente dicho: el seleccionador, que por sus éxitos mereció el título de marqués y a quien la FIFA premió como mejor entrenador de 2012, ha impreso al lenguaje de la selección su sello de respeto por el adversario, de sensatez en el mantenimiento de las reglas de corrección en el campo y de amor por el fútbol bien hecho. Ahora, la figura de este gran caballero se identifica en el mundo como el ejemplo en el que han de mirarse no solo los futbolistas, sino aquellos que quieren saber a qué tipo de persona respetan y admiran los españoles.