Ejemplos de buena salud del sector: de izquierda a derecha, Jesús Encinar, fundador de Idealista y de 11870; Aquilino Peña, socio fundador de Kibo Ventures, y Ángel María Herrera, fundador de Bubok e impulsor de la Fundación Iniciador. FOTO: Fede Serra
Son emprendedores sin complejos. La economía digital ya representa el 2,2% de nuestro PIB. Asentados en el negocio unos, casi recién llegados otros, todos creen que, a pesar de la crisis, es un buen momento para las empresas en Internet.
Un fatídico 10 de marzo del año 2000 estallaba la burbuja de las puntocom. Mientras el sector tecnológico se sumía en la negrura de la crisis, en España celebrábamos elecciones generales y todo iba bien. Atravesábamos una época dorada, decían las páginas de los diarios. Era otro mundo. En el de hoy, en esas mismas páginas, se acumulan tanto los desastres del boom inmobiliario como las buenas noticias de la economía digital –que ya representa el 2,2% del PIB, según datos de Adigital.
Las razones de la buena salud del sector son varias, señala Jesús Encinar, fundador de Idealista y de 11870 y business angel. “En el año 2000 nosotros lanzamos Idealista y en España había cuatro millones de usuarios con módem de 56K que pagaban siempre que se conectaban. Ahora hay cerca de 25 millones que lo hacen con banda ancha y tarifa plana. Se ha creado toda una gama de usuarios y consumidores que antes no existía”. Y que precisamente en momentos de crisis encuentra lo que busca en la Red. “Muchos negocios de Internet se sustentan en el cambio de hábitos. Cada vez más gente acude a la Red porque reduce tiempo, desplazamientos, permite comparar precios…”, asegura Aquilino Peña, socio fundador del fondo de inversiones Kibo Ventures.
Martín invirtió sus ahorros –y esperanzas– en un hermoso cerdo. Con el dinero de la matanza compró un carro, un burro y una máquina esquiladora, y creó una empresa que garantizó una buena vida para él y para su familia. Con una fotografía suya en blanco y negro, su nieto Javier Andrés, de 32 años, CEO y fundador de Ticketea, una plataforma de gestión y promoción de eventos que ya es rentable tras dos años de vida, abre las charlas a las que acude para contar su experiencia. La segunda diapositiva es una cita del inventor Thomas Edison: “Los que aseguran que es imposible no deberían interrumpir a los que estamos intentándolo”. Él hizo oídos sordos a quienes le decían que era una locura dejar un buen trabajo de consultor en septiembre de 2009 entre titulares como España se descuelga del optimismo internacional sobre la recuperación. “Para dar el paso, empecé a ir a eventos de emprendedores. Necesitaba un empujón social y ahí se te quitan los complejos”. Quería hacer algo grande, repetir hazañas empresariales como la de Ángel María Herrera en Bubok o la de Gustavo García Brusilovsky en BuyVIP, quien desde Londres asegura: “Llevar a cabo una idea es de las mayores gratificaciones que uno puede tener. Es pura realización, y para la sociedad, base de innovación y movimiento para avanzar”.
En cambio, Izanami Martínez, de 28 años, y Ramón Sánchez Domenech, de 30, se preparaban para hacer el camino opuesto a Andrés. “Estábamos hartos de ser autónomos. Queríamos vivir la comodidad de trabajar para otro”. En el verano de 2010, ella se matriculó en un máster de dirección de empresas de moda y él consiguió un trabajo como informático; traspasaron sus respectivos negocios en Cádiz –un centro de yoga y una empresa de servicios de mantenimiento–, se casaron y empezaron una nueva vida en Madrid. A finales de 2011, ambos disfrutaban de cómodos trabajos por cuenta ajena. Aguantaron ocho meses. “En noviembre llamé a Luis Martín Cabiedes, que había sido profesor mío, porque una amiga buscaba financiación. Fue él quien me preguntó: ‘¿Y tú no tienes ninguna idea?’. Le conté que estábamos dando vueltas a un modelo de suscripción para embarazadas y mamás de niños de hasta dos años, a las que cada mes enviaríamos una selección de productos. Estábamos a miércoles y me dijo que le presentase un plan de negocio para el viernes”. El lunes dejaron sus trabajos y con 21.000 euros de sus ahorros y una inversión de 40.000 euros del fondo Cabiedes & Partners fundaron Nonabox, que acaba de cumplir un año de vida digital y ya está presente en España, Italia y Alemania, y pronto lo estará en Reino Unido y Francia.
La financiación. Es lo que más desvela a quien quiere levantar una empresa y también es lo que más ha evolucionado en estos últimos años, según Encinar. “Antes no había nada, ahora hay fondos de distintos tamaños. El escenario, al menos para las empresas de Internet, ha mejorado mucho”. Basta un correo o un tuit para ponerse en contacto con inversores como Peña. “Hay que ser accesible y seleccionar. Es un buen momento para ser inversor en España porque no hay demasiada competencia, hay buenos proyectos y sabes lo que va a pasar porque tienes ejemplos de fuera”.
De todas formas, el dinero no es el principal obstáculo, sino el miedo, insiste Ángel María Herrera. Y eso que emprender en Internet es, cada vez más, un salto con red. “En los últimos años hemos creado un tejido de apoyo al emprendedor antes inexistente y, sobre todo, hay dinero para las buenas ideas tecnológicas”. Casi exclusivamente de ellas se alimenta Raúl Jiménez, CEO y fundador de la plataforma de viajes sociales Minube. Para él, la lectura diaria de webs como Mashable o TechCrunch es un antídoto contra la realidad general y su pesimismo personal. Jiménez, de 35 años, le ha encontrado el lado bueno a esta crisis. “La filosofía de una start-up en el año 2007 era el modelo Amazon: ni pienses en ingresos en los cinco primeros años, vive de los fondos de inversión, de levantar dinero. Nos dimos cuenta de que aquello era inviable, así que buscamos un modelo de negocio y salimos a la calle a por ingresos. La crisis nos sirvió para espabilar”.