Muere Antoni Vila Casas, el último promotor del arte contemporáneo catalán
El farmacéutico y mecenas llevó a cabo un trabajo de suplencia institucional encomiable y excepcional en el ecosistema artístico catalán
Estoy convencido que si hoy Josep Pla viviese dedicaría uno de sus celebres homenots -retratos de personajes contemporáneos- a Antoni Vila Casas, un catalán sin par, farmacéutico preocupado por el arte. Hijo de una familia de empresarios textiles, Antoni Vila Casas era un hombre alto y elegante, bien vestido y afable, que nos dejó el pasado jueves 15 de septiembre a los 92 años en Barcelona, ciudad que lo vio nacer. Por influencia de un amigo, dejó el negocio familiar y se decantó por la farmacia, y después de...
Estoy convencido que si hoy Josep Pla viviese dedicaría uno de sus celebres homenots -retratos de personajes contemporáneos- a Antoni Vila Casas, un catalán sin par, farmacéutico preocupado por el arte. Hijo de una familia de empresarios textiles, Antoni Vila Casas era un hombre alto y elegante, bien vestido y afable, que nos dejó el pasado jueves 15 de septiembre a los 92 años en Barcelona, ciudad que lo vio nacer. Por influencia de un amigo, dejó el negocio familiar y se decantó por la farmacia, y después de licenciarse en la Universidad de Barcelona en 1960 fundó, con varios socios, la empresa Laboratorios Prodes, posteriormente Prodesfarma. De allí nacieron productos de gran éxito y el laboratorio fue creciendo hasta ser líder en el mercado de antidepresivos en España.
El origen de la fortuna de Vila Casas fue la investigación científica a la que dedicó mucho esfuerzo desde 1986 cuando creó Prodesfarma, un holding de laboratorios internacionales y un centro de investigación, que llegó a tener más de mil trabajadores. Vila Casas fue, por encima de todo, un estratega de gran visión comercial. En 1996, Prodesfarma se fusionó con la gran farmacéutica catalana Laboratorios Almirall, de los hermanos Gallardo, y fue entonces cuando dejó la compañía. Un año antes de la venta ya había comprado Aquilea, empresa especializada en complementos alimenticios, que en 2005 vendió a laboratorios Uriach. En 2003 le diagnosticaron un linfoma y le dieron dos años de vida, pero dedicó mucho esfuerzo no solo a curarse sino a la lucha contra el cáncer.
En 1986 Antoni Vila Casas ya había creado la Fundación que lleva su nombre, de la que ha sido presidente y que dispone de cuatro museos: dos en Barcelona -el Espacio Volart que es su sede y Can Framis- el Palau Solterra en Torroella de Montgrí dedicado a la fotografía y Can Mario en Palafrugell dedicado a la escultura. Con gran parte de la financiación que obtuvo con la venta de sus empresas farmacéuticas, apostó por los artistas contemporáneos catalanes en una labor de mecenazgo propia de los modelos anglosajones. Compró más de 3000 obras, pinturas y esculturas, a lo largo de su dilatada carrera que se encuentran en sus museos. Focalizó sus esfuerzos en cubrir el arco cronológico de 1930, año de su nacimiento, hasta 2030, año al que aspiraba llegar (le han faltado siete años). Un periodo de tiempo que cubre una generación de artistas catalanes de posguerra. Una generación perdida, eclipsada por la figura de Tàpies, con aún poca representación en los museos públicos.
La iniciativa de Vila Casas ha sido cubrir este vacío, llevando a cabo un trabajo de suplencia institucional encomiable y excepcional en el ecosistema artístico catalán, no sólo a través de la adquisición de obras sino de las valiosas exposiciones temporales, referentes en la cartelera artística. Así, el día de su fallecimiento se inauguraba la muestra dedicada a Fina Miralles, colofón de muchas y variadas exposiciones bien estructuradas por los directores de los centros. Es de especial relevancia la etapa dirigida por Gloria Bosch y sobre todo Àlex Susanna. El legado Vila Casas queda ahora en buenas manos con Bernat Puigdollers, actual director y su ya nuevo presidente Antonio Sagnier.
En las numerosas entrevistas que le hicieron en vida siempre decía que sólo compraba lo que le gustaba. Comenzó adquiriendo pinturas catalanas del 1900 -suyo es Entrada en la plaza de toros de Madrid (1886), uno de los mejores lienzos de Ramon Casas -, pero pronto se pasó al mundo contemporáneo donde encontraba la complicidad de los artistas; muchos de ellos le deben parte de su carrera. Catalanista por tradición familiar, Vila Casas no se escondía de su nacionalismo y una de sus obsesiones fue servir en todo lo que pudo a otros museos, como la Fundació Miró.
Desde hace años, en el vestíbulo de Can Mario, hay una escultura de tamaño natural, tapada con una manta que parece obra del escultor Christo. Se trata de un retrato que el propio Vila Casas encargó a la escultora Rosa Serra cuando le diagnosticaron su enfermedad. El farmacéutico dejó dicho a su mujer que lo destapase el día de su muerte. Ha llegado el momento. Detrás del monumento de bronce quedará el recuerdo de un nombre y un hombre especial, farmacéutico y promotor cultural, nacionalista y amante de los toros que ha hecho un buen trabajo para promover el arte catalán contemporáneo. Ojalá tuviésemos más personas como él dignos de figurar en los homenots de Josep Pla.
Artur Ramon. Historiador del arte y galerista
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