Casa Cremà: el espacio de Benidorm que le devuelve (casi) todo el poder al pueblo
La artista Marina Sanchis volvió a su ciudad natal para abrir una tienda y taller donde imagina piezas artísticas y ‘souvenirs’ del pueblo que se esconde tras el turismo masivo
Marina Sanchis (Benidorm, 29 años) vivía en Madrid el día en que recibió un wasap de su padre en el que consultaba —a ella y a su hermano— si debía ejecutar la venta de un piso y un bajo propiedad de la familia en Benidorm. Era 2012. La resaca de la crisis inmobiliaria golpeaba fuerte y ella empezaba a estudiar diseño en la Universidad Complutense. El “sí” fue tan atronador que las dos propiedades se vendieron sin...
Marina Sanchis (Benidorm, 29 años) vivía en Madrid el día en que recibió un wasap de su padre en el que consultaba —a ella y a su hermano— si debía ejecutar la venta de un piso y un bajo propiedad de la familia en Benidorm. Era 2012. La resaca de la crisis inmobiliaria golpeaba fuerte y ella empezaba a estudiar diseño en la Universidad Complutense. El “sí” fue tan atronador que las dos propiedades se vendieron sin una molécula de morriña. La siguiente década transcurrió entre Madrid, Galway y Berlín, combinando dirección de arte en grandes agencias de publicidad, trabajos de ilustración y proyectos de arte visual.
Diez años después, una clase accidental de cerámica en Nigrán (Pontevedra) le sacudió el estómago. “Fue salir del taller, empezar a llorar y pensar: quiero esto. Un espacio agradable, seguro, en el que la gente disfrute y siempre haya lugar para alguien más”, confiesa. Llamó a sus padres, les dijo que volvía a Benidorm, que tenía una idea y que la ayudasen a buscar un local de 100 metros cuadrados. En un curioso giro de los acontecimientos acabó alquilando el local que había vendido su padre, lo reformó junto a su progenitor e inauguró Casa Cremà. “De repente pensé que había espacio para mí en el lugar donde nunca pensé que fuese a tener un sitio”, recuerda.
Casa Cremà ocupa el número 12 de la calle de la Parra. Es un local de puertas azul Klein en el epicentro de un barrio obrero de Benidorm, en el que trabaja la gente de Benidorm y donde los padres de Marina se jubilaron tras 40 años trabajando en el mismo Benidorm. Un espacio suave, en tonos crema, muebles irregulares, formas geométricas, plantas y mucha luz. La representación gráfica de su forma de habitar el mundo. Sus amigas le decían que echaban de menos un lugar en el que hacer comunidad. Y Casa Cremà es exactamente eso. Un espacio artístico y punto de encuentro intergeneracional. Un estudio de cerámica y un lugar en el que se cruzan psiquiatras, economistas y amas de casa. ¿Solo mujeres? “Sí, el 100%”.
Aquí se combinan docencia e inquietudes artísticas. También se venden souvenirs y postales de Benidorm. Postales de Benidorm para gente de Benidorm que quiere enseñar Benidorm a la gente que no conoce ese Benidorm. Souvenirs only locals pero para todo el mundo. “He dedicado años al diseño de ilustraciones para marcas y empresas. Era absurdo no aprovechar las referencias del lugar que mejor conozco para reinterpretarlo”, apunta. En sus postales hay, entre otras referencias, ilustraciones de raores y bacoretas, los peces que guarda en su memoria de cuando era niña y pescaba en el barco con su hermano.
El pasado 9 de octubre, día de la Comunidad Valenciana, coció en cerámica 60 Vírgenes del Sufragio, patrona de Benidorm. Las vendió todas en tres horas. “La Mare de Déu del Sofratge en Benidorm no es devoción, es un icono, ¿cómo no reinterpretarla?”, interviene. En toda su obra se intuye un respeto extremo por la cultura, la tradición y sus paisanos. ¿Y el otro Benidorm? “Lo conozco, pero no es el mío. El mío es un pueblo en el que pescamos raores y bacoretas”, insiste. Sobre el otro Benidorm, amor/odio. En positivo, aplaude que ese bizarrismo haya atraído en los últimos años festivales como el Benidorm Fest o el Low y rejuvenecido un turismo aplastantemente británico y exageradamente sénior.
Lo más increíble del local de Casa Cremà no es solo que fuese propiedad de su padre. Es que su padre fue también el arquitecto de ese edificio. Y se empeñó en que ese bajo tuviese un sótano. Y que en ese sótano se instalase una polea. Y que el ascensor llegase hasta el sótano y tuviese salida de emergencia. Sin ese sótano no entraría el horno cerámico. Y sin el sistema de poleas, nunca se hubiese podido bajar el horno cerámico al sótano. Y si no existiese este Benidorm, Marina nunca hubiese vuelto.