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Los puentes de tea: historia de una madera canaria que sobrevive a todo y es un símbolo regional

En el norte de La Palma existen dos puentes hechos de una madera procedente del pino canario y emblema de la arquitectura tradicional de las islas

La escena final de Los puentes de Madison tenía tanta fuerza narrativa que el diálogo entre los protagonistas no necesitó de palabras, tan solo de miradas temblorosas bajo la lluvia, un remolque encadenado y lágrimas que llegan donde el lenguaje ni puede ni sabe. La resistencia original de los puentes cubiertos de Iowa era notable, pero inestable y dudosa. Requieren de mantenimiento y rehabilitaciones constantes. Me acordé de ellos mientras visitaba los dos puentes de madera de tea que resisten en el municipio de Garafía, al noroeste de la isla de La Palma, y pensé en Robert J. Waller, autor de la novela The Bridges of Madison County, que tomó el renqueante Roseman Bridge como metáfora de la indecisión, y me dio por pensar que, si la hubiera ambientado en la Palma, el final sería otro, porque la tea se distingue del resto de otras maderas de pino, sobre todo, por su enorme resistencia.

Tanto el puente del barranco de Carmona como el puente del barranco de Los Hombres fueron diseñados por el ingeniero César Peraza Oramas en 1958. Para su construcción, el carpintero Esteban Pérez utilizó madera de tea de Garafía. La fortaleza de ambos permitió el tráfico de vehículos como guaguas (determinantes para ir a la escuela) o camiones (determinantes para distribuir alimentos) que prestaron servicio a los vecinos durante décadas. Su conservación contribuye a recordar la lucha de los habitantes del norte de la isla con una de las orografías más abruptas y accidentadas del archipiélago canario. A cielo abierto desafían al abismo sostenidos por la fuerza de una madera inquebrantable, obtenida de árboles viejos que en ocasiones han sobrevivido a incendios. Patrimonio histórico local, son testigos mudos de una época en la que para encontrarse (o separarse) pastores y pueblos debían atravesar barrancos para ir así del aislamiento a la conexión, del olvido a la memoria.

El arquitecto Félix Rodríguez de la Cruz me explica que “la tea es el corazón del pino canario. Desde los albores del siglo XVI, el aprovechamiento forestal de este pino fue fundamental tanto para la creación de utensilios como de inmuebles (techos preciosos, tiseras, tablazón, suelos,…). Todos los lagares eran de tea. En nuestras casas todavía tenemos cajas de tea (como baúles) en las que se guardaban la ropa, el grano, los higos pasados… Hasta el siglo XVIII las casas se hacían exclusivamente con esta madera local, la necesidad se sobrepone al evidente daño que se estaba ocasionando a los bosques de pinar. Ya en el siglo XIX, la prohibición se hizo más efectiva y comienza la importación de otras maderas como el pino riga”.

Cuenta Félix que los castellanos que llegaron en las postrimerías del siglo XV vieron la posibilidad de obtener brea de la resina de estos pinos, que les servía para calafatear embarcaciones, pues es como el alquitrán. “Hay restos de hornos en el noroeste, aprovechamiento muy intensivo que hizo retroceder notablemente los bosques de pinar. La tea es dura, no hay carcoma que la pique, es poderosamente resistente”. Observo la envidiable salud de los balcones de tea de la avenida marítima de Santa Cruz de la Palma y empatizo con esta madera emblemática de una isla deslumbrante. Le pregunto por la expresión “quema como la tea” y me indica que esta arde con facilidad porque “su resina es combustible”. Cuando evoco a Clint Eastwood sobre el puente regalando a Meryl Streep unas flores para que ella le ofrezca tomar una taza de té, me viene a la mente José Val del Omar: “El que ama, arde, y el que arde vuela a la velocidad de la luz”.

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