Grillo Demo, el último bohemio de Ibiza: “Vivo como una rica heredera, pero no soy ni rico ni heredero”
Victor Hugo Demo, más conocido como Grillo, llegó a la isla en 1978 con el sueño de convertirse en artista y vivir como tal. Casi medio siglo después, puede decir que lo ha conseguido. Su obra cuelga en los salones de Madonna y Kate Moss y por su casa de Santa Eulalia pasan estrellas como Anish Kapoor y Julian Schnabel.
Las obras de Grillo Demo (Rafaela, Santa Fe, Argentina, 69 años) decoran las mansiones de reinas del pop y los palacios de princesas europeas. Sus pinturas, collages y diseños de mobiliario tienen un sitio de honor en los salones de ...
Las obras de Grillo Demo (Rafaela, Santa Fe, Argentina, 69 años) decoran las mansiones de reinas del pop y los palacios de princesas europeas. Sus pinturas, collages y diseños de mobiliario tienen un sitio de honor en los salones de Madonna, Elton John, Kate Moss, Naomi Campbell, Elle Macpherson y Gloria von Thurn und Taxis. Pero la casa-taller de Demo, donde crea esas piezas llenas de color y surrealismo que tanto gustan a los ricos y famosos, es una humilde vivienda de dos dormitorios en Santa Eulalia, en medio del campo ibicenco, escondida entre arbustos donde crecen rosas, jazmines y bignonias.
“Es una casita minúscula con un jardín inmenso. Es perfecta para mí. No tengo vecinos alrededor, solo naturaleza. Yo siempre digo que es como una suite en el campo”, explica el artista en medio de su salón, un espacio que también utiliza como estudio. Demo tiene un aire a Cecil Beaton. “Me dicen mucho que me parezco a Peter O’Toole, pero Beaton y Jean Cocteau son mis ídolos, mis vírgenes, mis santos”, dice mientras se acomoda en una day bed, una mezcla entre sofá y cama. El mueble es obra suya. El cabecero lo hizo con el antiguo banco de madera de una sacristía.
A comienzos de los dos mil, sus diseños de mobiliario para el famoso galerista inglés David Gill causaban sensación en Londres. En octubre de 2002, Meredith Etherington-Smith, amiga y colaboradora de la princesa Diana de Gales y editora de ArtReview, vio su trabajo y lo llevó a la portada de la revista. Martin Parr fotografió a Demo para el reportaje. Sus muebles, pinturas y collages se hicieron muy populares entre la aristocracia británica. Sobre el sofá cama del salón cuelga un retrato de lady Sybil Sassoon, una de las mujeres más ricas de Inglaterra en los años veinte y treinta del siglo pasado. El rostro de la célebre condesa está tapado por un enorme jazmín pintado por el artista argentino. Es un boceto de un encargo que le hizo el nieto de lady Sybil, David Rocksavage, marqués de Cholmondeley.
El retrato de la aristócrata forma parte de una exitosa serie que Grillo Demo ha bautizado como Falling Jasmine: caras muy conocidas, icónicas, ocultas detrás de un jazmín que hace de misterioso velo. Muchos famosos visitan al artista en Santa Eulalia para encargarle un retrato como el de Sassoon. “Ha pasado tanto tiempo y me lo siguen pidiendo”, reconoce. En un rincón hay un boceto del Falling Jasmine que hizo para la editora de moda francesa Carine Roitfeld. En el dormitorio de visitas están los bosquejos de los retratos que hizo para Naomi Campbell y Kate Moss. Hay obra suya por todos lados: pinturas oníricas, altares con velas y flores, y adornos con forma de langosta, el crustáceo que obsesionaba a Salvador Dalí.
“Te habrás dado cuenta de que tengo la casa llena de cosas. No tiro nada. Acumulo como hacían las primas de Jackie Kennedy en Grey Gardens, pero mi síndrome de Diógenes es controlado, ordenado y limpio”, aclara. “Mis amigos llaman a esta casa Villa Favorita porque está llena de arte y porque aquí se lo pasan bien”. El nombre es un guiño al palacio que tenían los Thyssen en Lugano. Heini y Carmen Thyssen guardaban allí su ingente colección pictórica y recibían a la flor y nata del mundo de la cultura. Demo no tiene nada que envidiar a los barones, al menos en lo que respecta a amistades. A él lo visitan artistas como Julian Schnabel o Anish Kapoor. “La gente viene a verme. Yo trato de salir poco. ¿Dónde voy a estar mejor que aquí?”.
Grillo, cuyo nombre verdadero es Victor Hugo, llegó a Ibiza en 1978. Acababa de dejar sus estudios de Arquitectura en Argentina cuando atracó en la isla con el sueño de convertirse en artista y llevar una vida bohemia. “Era invierno, hacía frío y estaba amaneciendo. Desde el mar podía ver el humo de las chimeneas de las casas payesas y los almendros en flor. La isla estaba llena de hippies”, recuerda. “Todo eso ya ha desaparecido. En Ibiza ya casi no hay almendros en flor. Tampoco hay hippies, están todos muertos”.
La socialité francesa Nicole d’Almeida, una de las mejores amigas de Brigitte Bardot, y el jardinero irlandés Sandy Pratt le descubrieron la belleza de Santa Eulalia y el campo ibicenco. “Ellos me enseñaron esta zona y nunca más me fui. Trabajé y viví en Nueva York y Londres, pero mi casa siempre ha estado aquí”. Ahora vive seis meses del año en Villa Favorita, desde mediados de mayo hasta mediados de noviembre. Cuando llega el invierno boreal, se muda a una casita en las playas de Punta del Este, en Uruguay, donde pasa el verano austral.
“Me gusta seguir al sol. Vivo en un verano eterno. Vivo como si fuera Barbara Hutton, la rica heredera, pero no soy ni rico ni heredero”, aclara. Hutton tuvo una vida desgraciada, Demo no. “Todas las vidas pueden ser tristes, pero con dinero es más fácil. Como decía Françoise Sagan: ‘El dinero no compra la felicidad, pero prefiero llorar en mi Jaguar que en el metro”.
No le gusta hablar sobre sus amigos y clientes famosos. Las obras que hay en su casa hablan por sí solas. En su dormitorio, junto a su cama payesa con dosel del siglo XVIII, cuelga un retrato suyo firmado por su amigo Julian Schnabel. En el cuarto de baño hay otro retrato que le hizo Schnabel junto a una obra de Sergio De Loof. A unos centímetros de la bañera hay fotos originales de Mario Testino, Peter Lindbergh y Damien Hirst, regalos de los artistas. En el cuarto de invitados guarda sus diarios de viajes y recuerdos: cartas de Gilbert & George y retratos suyos que le hizo el legendario fotógrafo de moda Francesco Scavullo en Key West en los años noventa.
Fue en esa época, en los noventa, cuando Demo se hizo famoso en Nueva York. Ingrid Sischy, editora de la revista Interview, se enamoró de sus acuarelas al estilo de las que hacía Alexandre Serebriakoff a mediados del siglo XX. Sischy le hizo un encargo titánico para la publicación fundada por Warhol: inmortalizar los estudios de los grandes artistas de la escena neoyorquina de entonces. Grillo pintó en acuarela los talleres de Louise Bourgeois, Jeff Koons, Francesco Clemente, George Condo, Philip Taaffe y Kiki Smith, entre otros.
“Después de eso empezaron a salirme trabajos por todos lados”, recuerda. El galerista David Gill vio sus acuarelas de interiores y le propuso hacerlas realidad. Así empezó a diseñar muebles y cerámicas y ediciones limitadas de cuadros. Llegó la portada de ArtReview y luego vino Madonna. La cantante vio en la galería de Gill una serie de Demo llamada Bambino Candy —el niño Jesús, en blanco y negro, salpicado por jazmines tecnicolores— y se llevó tres. “Después de eso todos vinieron corriendo a comprar un bambino, porque ya sabes cómo es la gente”.
Desde entonces todo el mundo cree que es íntimo de la reina del pop. Vanity Fair incluso lo llamó “el chico de Madonna”. “Compró mi obra, pero no la conozco. Si algún día tengo que conocerla, ocurrirá”, dice. Es escurridizo con el éxito. Huye de él. En pleno auge de su fama en Londres, volvió a su casita en Ibiza. “Yo quiero ser un outsider del éxito, como la princesa Margarita [hermana de la reina de Inglaterra]. Quiero tener todos los privilegios, pero ninguna obligación”.
Le gusta vivir en Santa Eulalia. Por la mañana dedica dos o tres horas a cuidar el jardín. Luego va a la playa y vuelve a Villa Favorita para pintar. Siempre tiene varios proyectos entre manos. “Las musas te tienen que encontrar trabajando, porque si te encuentran bailando en Amnesia…”, dice, refiriéndose a la discoteca ibicenca.
Hay una frase de Cecil Beaton que le gusta mucho: “Solo existe una vida muy buena, y esa es la vida que tú te inventas y que construyes tú mismo”. Lo define muy bien. “Yo me inventé a mí mismo e inventé esta casa. La gente que viene a visitarme siempre me dice: ‘Esta casa es mágica’. Me alegra que lo parezca, pero alguien tiene que hacer que la magia ocurra”.