Agustín Díaz Yanes: “ETA sigue siendo un juguete político demasiado goloso”
Con ‘Un fantasma en la batalla’, el director lleva al cine la historia de la guardia civil que se infiltró en la banda terrorista para desmontar su red de zulos
Mientras el sistema educativo de este país parece insistir en no conceder demasiada importancia como materia académica a lo que fueron ETA, su historia, sus asesinos, sus aliados legales y sus víctimas, el cine español lleva estrenadas medio centenar de películas y series sobre la cuestión en cosa de 45 años. No se le podrá decir al cine español que ha mirado para otro lado en este tema. Al sistema educativo, desde luego que sí. Películas y series las ha habido de todo tipo y condición...
Mientras el sistema educativo de este país parece insistir en no conceder demasiada importancia como materia académica a lo que fueron ETA, su historia, sus asesinos, sus aliados legales y sus víctimas, el cine español lleva estrenadas medio centenar de películas y series sobre la cuestión en cosa de 45 años. No se le podrá decir al cine español que ha mirado para otro lado en este tema. Al sistema educativo, desde luego que sí. Películas y series las ha habido de todo tipo y condición, desde acercamientos de ficción empalagosos y olvidables hasta algún que otro documental de alto valor (Julio Medem, Iñaki Arteta y Jon Sistiaga han firmado los mejores), pasando por crónicas extendidas de atentados, fugas carcelarias, procesos, venganzas, historias de amor y hasta comedias.
En el género del cine sobre ETA hay un subgénero, el que retrata —con desigual fortuna— a quienes se infiltraron en la banda terrorista, ya fueran agentes de los cuerpos de seguridad del Estado, meros mercenarios de lujo u aprovechateguis de andar por casa. Ahora, Agustín Díaz Yanes (Madrid, 75 años) se suma a la lista tras “infiltrarse” por su cuenta en ETA con Un fantasma en la batalla. La película aborda la que fue una de las mayores operaciones encubiertas puestas en marcha por la lucha antiterrorista, la Operación Santuario (que se cerró en 2004) y cuenta la historia de Amaia, una joven agente de la Guardia Civil que pasó una década trabajando como infiltrada en ETA con el objetivo de dar con los zulos que los terroristas tenían escondidos en el País Vasco francés. Al público le sonará el tema: Un fantasma en la batalla muestra abiertas coincidencias de narración y contexto con la reciente La infiltrada, de Arantxa Echevarría, que triunfó en la taquilla y en los premios Goya con su relato sobre la agente de la Policía Nacional Elena Tejada (alias Arantxa Berradre, encarnada por la actriz Carolina Yuste), infiltrada en ETA durante ocho años y que colaboró en el desmantelamiento del comando Donosti.
Un fantasma en la batalla, protagonizada por Susana Abaitua, Andrés Gertrúdix e Iraia Elias, ha sido escrita y dirigida por Díaz Yanes —con quien conversamos en su casa de Madrid—, producida por Belén Atienza, Sandra Hermida y Juan Antonio Bayona —el mismo equipo que produjo La sociedad de la nieve— y será distribuida por Netflix. La película, que se estrenará en el Festival de San Sebastián, llegará a los cines el 3 de octubre y a la plataforma de Netflix el 17 de octubre.
¿Por qué ETA y por qué ahora? ¿Es un interés personal, profesional o una mezcla de ambos?
Hay un interés personal, y político, y cinematográfico. Desde que empecé en el cine siempre pensé que se deberían hacer películas sobre ETA, como los irlandeses hacían con el IRA, y dos años antes de la pandemia pensé que era un buen momento para escribir un guion sobre ETA. Y se lo dije a [la productora] Belén Atienza. Primero: siempre me han gustado los espías. Segundo: siempre me ha interesado toda la cuestión del terrorismo en general, y como material de trabajo es buenísimo.
Y además era amigo de Alfredo Pérez Rubalcaba… Hablarían bastante del tema, ¿o no?
Sí, bueno… fue mi sargento de milicias en el Alcázar de Toledo, aunque yo ya era amigo suyo antes de eso; nos conocimos a los 18 años. Me mandaron allí porque yo era un rojo [risas], y él entró en el último trimestre de estar yo allí, que fue cuando mataron a Carrero Blanco. Ya luego, cuando fue ministro del Interior, hombre, yo no es que le preguntara mucho, pero como él era tan expansivo, pues dejaba translucir cosas… Era una de las personas más inteligentes que yo he conocido, además de muy cultivado y muy muy divertido, o sea, no el típico político que te suelta el coñazo según te ve.
No parece que hoy abunden políticos de esa dimensión, sea cual sea el color…
Estás siendo muy eufemista. Bueno, así que cuando empecé con el guion aquel me dije: “Pues fantástico, porque cuando haya algo de lo que no tenga ni idea, llamaré a Alfredo y…”. Y se murió.
O sea, que si hubiese vivido habría sido una especie de asesor.
Bueno, yo tenía pensado mandarle el guion cuando estuviera acabado para ver si le parecía demasiado disparatado. En este tema, sobre todo pensando en tantas víctimas, hay que ser muy riguroso y no decir tonterías. Y él era de los que más sabían de esto. No me extraña que fuera él quien liderara el proceso del final de ETA.
¿Era la Operación Santuario el mejor germen posible para un guion sobre el inicio del fin de ETA?
Yo creo que sí. La historia de la banda tiene varias partes. Está esa ETA con la jefatura del colectivo Artapalo y los años de plomo, de cuando mataban a 114 personas en un año y todo eso, pero a mí me interesa más la ETA de Mikel Antza, la que saco en la película, porque fue cuando la Guardia Civil dio el giro y se convirtió en una unidad de investigación más que en otras cosas.
De un cuerpo básicamente castigador y represor a un cuerpo investigador e hiperprofesionalizado.
Así es. Hasta el año 2000 más o menos, ellos decían que eran recogecasquillos. Pero después la Guardia Civil se convierte en una unidad de información muy importante. La Operación Santuario fue quizá la más importante que hubo contra ETA, porque fue la que marcó su final. Y fue tan inteligente, duró tanto tiempo y estaba tan bien organizada, con 450 agentes desplegados, que es una operación que hoy se estudia en policías de otros países. Y era imprescindible que fuera así, porque los propios mandos de la Guardia Civil te decían que ETA era una organización muy eficaz, que no eran una panda de anormales, sino un grupo muy bien organizado, por eso duró tanto. Y, además, apoyada por una base social muy importante, y con el santuario francés detrás.
¿Eso es justo lo que quiso contar en Un fantasma en la batalla?
Bueno, sobre todo quería hacer una historia cinematográfica. Siempre pensé que teníamos que hacer una película muy verosímil, pero una película, no un documental. Pero que la gente se creyera lo que estaba pasando. Estaba asustado, no quería ni sobrepasarme ni quedarme atrás. Y no quería estereotipos. Había personajes complicados. Un etarra es un etarra, pero es que también es una persona, y eso es un conflicto a la hora de contar.
Se dice a menudo que no existen las historias puras de buenos y malos. Pero esta lo es, ¿no? Claro que uno de los “buenos” está imputado por torturas…
A ver, mi opinión sobre el tema está clarísima: ETA y ese mundo han sido un cáncer en la sociedad española y además algo inútil. Desde luego la independencia del País Vasco, si es que querían eso, no merecía la muerte de nadie. Dicho esto, cuando haces una película tienes que construir unos personajes; una película de ficción no es un documental y los personajes son complejos.
Ha hablado de wéstern en referencia a esta película. ¿Por qué?
Planteé el personaje de Susana a partir de un artículo de Javier Marías en EL PAÍS sobre El hombre que mató a Liberty Valance. Lo tituló El espantoso futuro del héroe y en él decía eso, que los héroes del wéstern no tienen futuro. Y eso es lo que pretendí con ese personaje. Y por eso dije que era un wéstern, no por tirarme el rollo, sino porque es una persona que hace un trabajo oculto, que nadie iba a conocer, y que no tenía futuro ya que no podría contarlo nunca. Que, por cierto, es como son esas personas que se han infiltrado en organizaciones terroristas.
¿Qué sería de ella, o sea, de la agente real de la Guardia Civil que se infiltró en ETA?
Pues que se quedaría por ahí, dando vueltas, sin poder decir nunca que había participado en la Operación Santuario. Y supongo que con la vida jodida, claro. Es una vida extraña; me cuesta entender que haya gente capaz de hacer esas cosas. Pero lo hacen. Yo creo que encuentran ahí un punto de aventura. Y, por supuesto, un punto de sacrificio personal, porque renuncian a un montón de cosas. Desde luego, tienen un código del honor distinto al nuestro. Que, de nuevo, es un poco el código del wéstern.
¿Hizo muchos cambios de guion sobre la marcha a medida que se enteraba de cosas, de cosas reales?
Pues la verdad es que sí, sin parar. No sé cuántos guiones tengo de Un fantasma en la batalla, creo que ocho. Y es la primera vez que me pasa esto, nunca he hecho tantos. Sobre todo, había un problema muy grande, que eran los atentados, cómo contarlos. Y hasta que no decidimos mezclar imágenes de ficción con imágenes reales no me quedé tranquilo. Ese tema me aterrorizaba, era un peso enorme encima de tus hombros.
¿Cómo fue la labor de documentación previa y cómo fue, si lo hubo, el acercamiento a la Guardia Civil y la colaboración del cuerpo con ustedes?
Primero elaboré mi propia documentación escrita. Tengo en casa y en mi oficina prácticamente todo lo que ha salido sobre ETA. Me basé mucho en aquellos dos volúmenes que se publicaron [Sangre, sudor y paz, de Lorenzo Silva, Gonzalo Araluce y Manuel Sánchez Corbí; editorial Península, 2017], donde vienen detalladas todas las operaciones. Me empapé mucho de biografías de etarras, leí las novelas de Mikel Antza, todas esas cosas. Pero claro, yo quería saber qué pasaba, y fuimos a ver a la Guardia Civil. Nos recibieron, incluidos algunos agentes de los que habían participado en la lucha antiterrorista y concretamente en la liberación de Ortega Lara. Nos dijeron que el guion estaba bien y que no tenía ningún problema de credibilidad, que era lo que más me preocupaba.
Cuando se decide hacer una película sobre un tema así ¿hay alguna intención de hacer pedagogía, o se hace pedagogía aunque uno no tenga la intención?
No, la verdad es que yo soy poco pedagógico y estoy en contra del cine pedagógico aunque, inevitablemente, las películas basadas en hechos históricos pueden acabar cumpliendo —si son buenas y son vistas por mucha gente— esa labor. Esto ya me pasó con Alatriste. Pero me parece muy inmodesto decir a priori que tienes un afán pedagógico; las películas tienen su propio ritmo. ¿Que se estrena la película y luego alguien la quiere poner en un instituto? Pues perfecto, porque es verdad una cosa: que la memoria colectiva cada vez es más corta. Lo que nosotros pensamos que sabe todo el mundo, cuando se lo enseñas a gente joven ves que no sabe nada de eso.
La pregunta iba un poco por ahí. La gente joven, en general, no sabe quién fue Josu Ternera o Miguel Ángel Blanco. Muchos no saben bien qué fue ETA.
Y es increíble, porque la muerte de Miguel Ángel Blanco y la reacción de la gente yo creo que es la mayor convulsión social que he vivido en este país. Bueno, cuando estrené Alatriste también tenía que estar explicando todo el rato quién era el conde-duque de Olivares. Y de la Guerra Civil tampoco se sabe nada.
Ya, pero ETA es anteayer, y no se les enseña bien a los chicos. ¿Por qué? ¿Mejor no “remover”?
No tengo ni idea, pero la verdad es que hay sociedades que intentan tapar y evitar que se conozcan ciertas cosas, y siempre se equivocan, porque al cabo de unos años se acaban conociendo. Esto es un error que debe arreglarse. Somos unos desmemoriados. Así que si esta película al menos sirve para que alguien la vea y se interese por el tema… Ah, y no es verdad que el cine español no se ha ocupado de ETA. Sí se han hecho unas cuantas películas, otra cosa es que no se hayan visto o se hayan visto poco.
Bueno, unas cuantas no. Se han hecho como 50.
Ya, pero ya sabemos que en el cine, o tienes un pelotazo o no hay nada que hacer. Aunque mira, La infiltrada [la película de Arantxa Echevarría, sobre similar temática] ha ido a verla mucha gente, y ahora venimos nosotros con Netflix y una distribución mundial, ya veremos.
Por cierto, ¿cómo es que hay dos películas tan seguidas sobre el mismo tema?
Ha sido una casualidad, aunque es verdad que no me ha pasado nunca una casualidad tan fuerte. Pero es que tú te pones a hacer algo pensando que vas a ser muy original y resulta que muchas veces hay alguien haciendo algo parecido. Pero vaya, que el de ETA es un tema tan amplio que todos acabaremos quedando ahogados con todas las películas que se harán sobre él.
¿Qué distingue a Un fantasma en la batalla de La infiltrada?
Eso lo tendrán que decir la prensa y el público.
Una cosa es la ficción y otra la realidad. ¿Cree que en algún momento habría que hacer otra La pelota vasca? [La pelota vasca. La piel contra la piedra fue un controvertido documental sobre ETA y sus víctimas estrenado por Julio Medem en 2003].
Pues sí. Y creo que va a haber un estallido de cosas sobre ETA. Y que nos irá llegando cada vez más información sobre cómo fue la lucha antiterrorista y sobre la propia ETA.
¿Haría usted esa otra La pelota vasca?
¡No! Yo ya he hecho esta, y ahora estoy escribiendo con Jota [Juan Antonio Bayona] el guion de A sangre y fuego [el libro de Manuel Chaves Nogales sobre la Guerra Civil].
Por fortuna, ETA no existe. Por desgracia, sigue estando en el juego político. Unos sostienen que sigue existiendo y no paran de nombrarla y otros gobiernan con quienes la apoyaron y nunca la han condenado. Triste, ¿no cree?
Absolutamente de acuerdo, ETA sigue siendo un juguete político demasiado goloso. Pero en la historia, estos fenómenos como ETA tardan mucho en disolverse y se convierten en armas arrojadizas entre partidos políticos. Siempre ha sido así. La Guerra Civil también parecía que se había acabado pero no se ha acabado, parece que no se puede hablar de ella. Y con ETA vamos a tardar un tiempo. Y con respecto a quienes apoyan al Gobierno, desde luego la actitud no es buena. Y desde mi perspectiva de hombre mayor de izquierdas, creo que todo esto ha sido un error. Yo he conocido otra izquierda…
¿Por qué en 38 años sólo ha dirigido seis películas, contando con Un fantasma en la batalla?
No he sido prolífico. Tardo bastante en escribir los guiones. Es verdad, a veces digo: “Coño, qué pocas películas he hecho”. Debería haber hecho 10. No sé, no lo entiendo.
¿Hasta qué punto el proyecto nunca realizado de Madrid Sur pudo frustrar sus ganas de dirigir?
Sí, no sé… escribí Madrid Sur después de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto y llevo muchos años reescribiéndolo. Es un proyecto tan gigante que me paraliza. Pero es el que más me gustaría hacer. Aunque ya no lo dirigiría yo, se lo dejaría a alguien.
¿Cuestión de energía?
Sí. Una película te seca. Y esa sería una película gigante, como de 20 semanas de rodaje. Y yo ya no tengo edad.
Los toros. La fiesta ha sido y es algo fundamental en su vida. Los toros mueren, los toreros a veces también. ¿Morirá la fiesta?
No creo. Los toros están metidos en una parte muy popular de la cultura española. Ahora mismo hay otra vez un auge brutal, están las plazas llenas. Si no es por un edicto que directamente prohíba las corridas, no morirán.
Probablemente el actual ministro de Cultura firmaría gustoso ese edicto.
Vamos a ver. Los toros son legales. Y el ministro de Cultura actual está muy equivocado. Pero veo que el presidente no hace mucho caso a lo que le dice el ministro, así que tranquilos.
Muchos antitaurinos dicen que los toros son de Vox.
Pues no sé, pero es que los de Vox también son españoles, ¿no? A mí Vox me parece repugnante, y yo soy un fanático de los toros y no soy de Vox. A mí qué me cuentas. En las plazas digo yo que habrá gente de Vox, del PP, del PSOE y de otros. Vivimos tiempos ridículos.
Morante. Pero también Roca Rey. Pero Morante es de otro mundo. Es el corte de torero que siempre me ha gustado. Morante, Antoñete, Camino, Ordóñez, Rafael de Paula, Curro Vázquez…
¿Qué le pareció la película Tardes de soledad, de Albert Serra?
No contesto. Otra pregunta.
No hay más. Gracias.