¿Alguna vez has cometido ‘sincericidio’? Cómo evitar reaccionar en caliente
Dejarnos llevar por la indignación del momento y decir cosas sin pensarlo puede provocar entuertos muy difíciles de deshacer. La regulación emocional es clave para no reaccionar
Hace unos meses, Elon Musk escribía en su red social X que Donald Trump estaba en el expediente Epstein pasando de estrecho colaborador a enemigo del presidente. Tras lanzar la bomba, que borraría horas después, el dueño de Tesla perdía decenas de miles de millones de dólares en la cotización de sus empresas en Bolsa. ...
Hace unos meses, Elon Musk escribía en su red social X que Donald Trump estaba en el expediente Epstein pasando de estrecho colaborador a enemigo del presidente. Tras lanzar la bomba, que borraría horas después, el dueño de Tesla perdía decenas de miles de millones de dólares en la cotización de sus empresas en Bolsa. El calentón le había salido caro.
Desde la pequeña magnitud de nuestra vida, quienes carecen de regulación emocional pagan un alto precio por ello. Soltar sin filtros lo que sientes puede terminar con una amistad o vínculo muy cercano, hacerte perder un cliente, así como la confianza de tu jefe o compañeros de trabajo. Dejarnos llevar por la indignación del momento, sin darnos el tiempo necesario para tener una mirada más objetiva y moderar las palabras, puede hacer saltar por los aires cualquier relación. Porque el problema de las verdades dichas en caliente es que, aunque después pidamos disculpas o queramos matizar el mensaje, la herida queda allí y no todo el mundo tiene el don o la voluntad de perdonar.
¿Cómo vacunarnos contra esos sincericidios que tanto trabajo nos da reparar, cuando no destruyen totalmente un lazo personal? De esto nos habla el monje budista Ryushun Kusanagi en El arte de no reaccionar (NEKO Books, 2025), que ha vendido en Japón más de 350.000 ejemplares. Su autor, nacido en Nara en 1969, se trasladó a Tokio a los 16 años, donde acabaría graduándose en Derecho. No obstante, salió del mundo de la abogacía para convertirse en monje, tras conocer a un budista japonés que se había trasladado a la India, donde incluso se había nacionalizado.
En su manual, Kusanagi señala que las preocupaciones y conflictos no tienen su origen en los eventos exteriores, sino en nuestra forma de reaccionar a ellos. Por lo tanto, si eres capaz de no reaccionar, de huir de lo visceral, ahí tienes la llave para evitar el sufrimiento. En sus propias palabras: “Cómo sería de fácil la vida si dejáramos de tener esas reacciones superfluas. Sin berrinches, ni disgustos, ni enfados, ni estrés (…) Nuestra carga mental sería mucho más ligera y seríamos más felices”.
Para este autor, el modo de evitar que te arrastren las emociones es comprender lo que estás sintiendo, tomar distancia como un observador externo. Y menciona tres formas de hacerlo:
Verbalizar tu estado emocional
Puedes decirte: “Estoy nervioso” o “me siento confuso y fatigado”. Se recomienda cerrar los ojos para ser más consciente de lo que pasa por dentro. Al “etiquetar” lo que sientes, baja la ansiedad y el drama, ya que dejas de identificarte con esa emoción.
Tomar conciencia de las sensaciones físicas
En el mindfulness se practica a menudo el “escáner corporal” para darte cuenta de tu estado emocional. Estando tendidos, empezamos por los pies para seguir por el resto del cuerpo, identificando dónde hay un dolor, una tensión, un ligero temblor. Son señales de cómo nos sentimos, porque el cuerpo refleja y somatiza todo lo que vivimos. Prestarle atención nos ayudará a comprendernos.
Organizar los pensamientos
Según Kusanagi, los pensamientos intrusivos tienen tres disparadores: el deseo excesivo, la ira y la ilusión. En el primero, exigimos demasiado de los demás, y eso nos lleva a reaccionar con frustración. El segundo se acumula gradualmente si le damos rienda suelta: cuanto más alimentas el enfado —buscando constantemente razones y culpas— más crece el monstruo. El tercer disparador se corresponde con la mente vagabunda, cuando en lugar de pensar con foco, de forma práctica y eficaz, vagamos entre ideas que no nos llevan a ningún sitio. Saber qué clase de pensamiento nos está sacando de quicio nos ayudará a desapegarnos de él.
Al tomar conciencia de nuestras reacciones dejamos de ser esclavos de ellas. Podemos dar un paso al lado y elegir un enfoque más pragmático y racional.
Esto implicará muchas veces hacer lo contrario de lo que te pide el cuerpo. En vez de decir cuatro verdades, callar. En vez de defendernos o contratacar, esperar a que baje el suflé. En vez de darle tanta importancia, relativizar. Como dice el monje japonés al final de su libro: “Es hora de vivir”.
Perder los papeles
La crónica política está llena de salidas de tono como cuando en 2002, al presidente de Uruguay le compararon la situación financiera de su país con Argentina. Jorge Batlle se irritó y dijo ante las cámaras: “Los argentinos son una manga de ladrones, del primero hasta el último”. Tuvo que viajar a Argentina para disculparse.
En 1992, el presidente catalán, Jordi Pujol, advirtió a los hoteleros durante los Juegos Olímpicos: “Si cristaliza en el mundo la idea de que Cataluña es un país muy caro y un poco gitano, lo pagaremos muy caro”, dijo. Después pidió perdón por carta al presidente de la Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña.