Criaturas líquidas: el arte creado con soplete de Lara Fluxà
La artista visual Lara Fluxà genera ecosistemas ficticios de vidrio soplado. Unos paisajes que manejan una doble fluidez
La obra de Lara Fluxà (Palma de Mallorca, 39 años) plantea paisajes y ecosistemas fantásticos de formas orgánicas elaboradas con vidrio soplado trabajado al soplete. Las criaturas ficticias que crea con esta técnica están a menudo rellenas de líquido, que es la materia en torno a la que gira su obra, y, por tanto, una de las razones por las que utiliza el vidrio como medio, ya que este es, a su vez, líquido en sí mismo. Sus piezas encierran, en consecuencia, una d...
La obra de Lara Fluxà (Palma de Mallorca, 39 años) plantea paisajes y ecosistemas fantásticos de formas orgánicas elaboradas con vidrio soplado trabajado al soplete. Las criaturas ficticias que crea con esta técnica están a menudo rellenas de líquido, que es la materia en torno a la que gira su obra, y, por tanto, una de las razones por las que utiliza el vidrio como medio, ya que este es, a su vez, líquido en sí mismo. Sus piezas encierran, en consecuencia, una doble liquidez en la que la propia rebeldía del vidrio en su estado fluido a veces participa en el resultado final.
Hace dos años, Lara Fluxà presentaba en el pabellón de Cataluña de la 59ª Bienal de Arte de Venecia la instalación Llim (limo), un paisaje de múltiples formas de vidrio de complexión fluida, orgánica e, incluso, visceral, motivo por el que prefiere referirse a ellas como criaturas u organismos más que como piezas. Una parte estaba conectada al canal de San Pietro mediante bombas y otros artilugios, que hacían circular su agua por las esculturas, generando una especie de alquimia a partir de sus sedimentos durante los meses que duraba la Bienal.
“La instalación se alimentaba de las aguas del canal, pasando por una serie de formas vesiculares, que eran como órganos de un organismo mayor, ya que trascendían también a las paredes del propio pabellón. Era una especie de parásito que se iba alimentando del lugar y lo iba asimilando, porque dentro de mis formas orgánicas se iban creando, a su vez, otros organismos y microorganismos, como cultivos de algas y de bichos que, en realidad, eran el paisaje mismo de Venecia. Mi sistema orgánico se alimentaba, por tanto, de ese mismo paisaje”, explica Fluxà.
Otras de las criaturas de esta instalación no formaban parte de este circuito hídrico, conteniendo otros líquidos, ya que el vidrio también le interesa por su carácter contenedor. Una evolución de aquel trabajo forma parte ahora de la exposición Turno de réplica. Cuestión de piel, que hasta el 29 de septiembre se podrá visitar en el Museo Patio Herreriano de Valladolid. Una invitación a una serie de artistas jóvenes a dialogar con obras del movimiento informalista de Antoni Tàpies, Manuel Millares, Alberto Greco, Rafael Canogar o Josep Guinovart.
A pesar de que su obra se manifiesta como un paisaje o ecosistema de organismos de vidrio, los diferentes líquidos que están dentro son casi lo más importante, porque de ellos parten los hilos conductores de su narrativa como artista. “He trabajado, por ejemplo, con el agua salina y sus diferentes densidades, pero también con aceite de motor. De niña, muchas veces veía en la costa de Mallorca unas manchas negras encima de las rocas que provenían de los cargueros de petróleo. Esto, que es un desastre ecológico, desde un punto de vista imaginativo es como si la roca estuviera supurando este líquido. Me gusta plantear estas ficciones en los materiales y en los mundos posibles, donde hay criaturas que están directamente asimilando los residuos de nuestra sociedad de consumo, como es el caso del petróleo. Y cómo estos nuevos seres, a los que invito a parasitar los espacios y a relacionarse también con nosotros, directamente han incorporado estos residuos como materia orgánica propia”, explica.
Lara Fluxà estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona, pero su proceso de producción y el material con el que trabaja tiene ciertos vínculos con la artesanía. Forma parte de una nueva generación de artistas, diseñadores y creadores, en general, que se han formado en un oficio o técnica artesana porque les interesa ese medio como expresión, ya sea soplado de vidrio, alfarería, cerámica, creación textil y con fibras naturales, entre otras. “En Mallorca hay una gran tradición artesana en soplado de vidrio. Cuando era pequeña, un día me llevaron de visita a Lafiore y tuve un choque mental a nivel matérico, ya que tenía la concepción de que el vidrio era un material sólido, transparente, frágil… Y, cuando vi cómo lo trabajaban, descubrí que era una materia líquida y viscosa, ¡que se podía cortar con unas tijeras! Me quedé superimpactada ante la posibilidad de poder jugar con un tipo de leyes diferentes. Durante la carrera y mi investigación posterior fue cuando reconecté con aquello, pues me abría la posibilidad de abordar mi trabajo desde el desarrollo de paisajes, ecosistemas y mundos fantásticos donde pudieran operar otro tipo de leyes y donde pudiera acercarme a este material desde otra perspectiva”.
Pero aprender algunos de estos procesos artesanos no es tarea fácil porque, a pesar del revival y puesta en valor que vive la artesanía, mucho del conocimiento se ha perdido por una brecha generacional e, incluso, porque no hay donde formarse. Fluxà lo experimentó ella misma. Primero hizo un curso en Segovia en la Real Fábrica de Cristales de La Granja y después intentó seguir su formación en la Fundació Centre del Vidre de Barcelona. “Era un centro muy importante, pero justamente el año en que me interesé por aprender la técnica cerró [2011]. Así que contacté con uno de los profesores, Ferran Collado, y me dijo que, si encontraba gente que quisiera aprender la técnica del vidrio soplado con soplete, podíamos intentar montar un curso. Esto me dio unas mínimas bases. Después, él me ha ayudado a desarrollar los proyectos técnicamente más complejos que han requerido mis exposiciones”. La transmisión de conocimiento continúa, pero es algo que hay que hacer prácticamente a la antigua, como aprendiz de otros. Ahora, Lara tiene su estudio-taller en Fase, un espacio compartido con otros artistas en L’Hospitalet de Llobregat.
La diferencia entre ella y un artesano es que el punto de partida se hace desde un planteamiento artístico, en el que prima el desarrollo de un lenguaje y unas narrativas propias, así como una intención de interpelar al visitante ante la fragilidad de lo expuesto. También su manera de aproximarse al material y a la técnica son distintos. “Mi acercamiento al vidrio ha sido siempre desde una voluntad disruptiva; de llevarlo al límite, incluso a la destrucción; de no hacer lo técnicamente correcto o lo que se espera a nivel de excelencia. La virtuosidad no me interesa”, recalca.
“La artesanía suele tener una voluntad de dominio del material y de la técnica. En cambio, en el arte, o en mi caso, se trata más bien de una relación de escucha sobre cuál es su fuerza y su potencia. En el ámbito relacional creo que es muy distinto. El conocimiento que voy teniendo de cómo se comporta me va dando una información y unas capacidades para proyectar. Yo pienso mientras hago y es, a través del hacer, cuando surge el hecho creativo”, concluye.