Vivimos en la era del Gran Agotamiento
La frase “estoy agotado” resuena en casa y en el trabajo como una respuesta tipo para expresar nuestro estado anímico. Parece que siempre estamos cansados pero, ¿y si es verdad que lo estamos?
Cuando preguntas a alguien cómo está ya no dice bien o mal o regular. “Estoy agotado” suele ser la respuesta automática. Cuando preguntas el porqué, nadie sabe darte una respuesta concreta. ¿Es la carga laboral? ¿Las guerras que arrasan varios países al mismo tiempo? ¿La sociedad pospandémica? ¿La inflación? ¿Y si fuera todo ello al mismo tiempo?
El agotamiento extremo provoca que nos sintamos incapaces de enfrentarnos a las tareas más rutinarias y mundanas de nuestra vida. Devolver esa chaqueta que te queda mal, pedir cita para los análisis anuales, contestar los emails que se van acum...
Cuando preguntas a alguien cómo está ya no dice bien o mal o regular. “Estoy agotado” suele ser la respuesta automática. Cuando preguntas el porqué, nadie sabe darte una respuesta concreta. ¿Es la carga laboral? ¿Las guerras que arrasan varios países al mismo tiempo? ¿La sociedad pospandémica? ¿La inflación? ¿Y si fuera todo ello al mismo tiempo?
El agotamiento extremo provoca que nos sintamos incapaces de enfrentarnos a las tareas más rutinarias y mundanas de nuestra vida. Devolver esa chaqueta que te queda mal, pedir cita para los análisis anuales, contestar los emails que se van acumulando en tu bandeja de entrada… no se trata de pereza, porque mientras no puedes con todos esos pequeños recados sigues llevando una vida de persona adulta autosuficiente (vas al trabajo, llevas a los niños al cole y haces la declaración de la renta). Es solo que sientes que en tu cerebro ya no queda espacio para nada más después de todas esas cosas importantes. A veces no hay espacio ni siquiera para hacer las cosas que te gustaban, como dar un paseo con tu pareja o ir al cine. Simplemente, no te sientes capaz de hacerlo o, como escribió Anne B. Petersen en su artículo publicado en BuzzFeed Cómo los millennials se convirtieron en la generación del agotamiento: “¿Por qué no puedo hacer estas cosas mundanas? Porque estoy agotado. ¿Por qué estoy agotado? Porque he interiorizado la idea de que debería estar trabajando todo el tiempo”.
En un reciente artículo publicado en Time titulado: “¿Por qué estamos más agotados que nunca?”, la psicóloga Emily Ballesteros apunta a que si después de la pandemia Estados Unidos vivió la llamada Gran Renuncia (un fenómeno por el que 47 millones de personas renunciaron voluntariamente a su puesto de trabajo), ahora vivimos en lo que se conocería como la era del gran agotamiento. Las causas de ese agotamiento, según la autora, pasan por un estilo de vida insostenible (“No hemos construido una sociedad que priorice las necesidades humanas sino una sociedad que prioriza las necesidades empresariales”); el estrés fuera de nuestro control como el desastre climático y las guerras (“Podemos soportar las dificultades con una moral mucho más alta cuando mantenemos la esperanza en que las cosas mejorarán. Cuando en todos lados hay noticias que nos hacen sentir que no están mejorando, comenzamos a derrumbarnos”), y la inseguridad financiera (“Hemos sido una sociedad centrada en el trabajo durante generaciones, sin embargo, cada vez es más difícil convencer a las personas de que lleven una vida centrada y ocupada en el trabajo si eso no se traduce en la calidad de vida que solía tener”).
“Es una suma de cosas que nos llevan a este momento de crisis de salud mental pero que, en realidad, en primer término tiene que ver con una crisis de las condiciones de vida que no hace sino exacerbar esa posición menguante del sujeto en el mundo, además con ese imperativo de rendimiento detrás que hace que siempre sintamos que somos insuficientes, que estamos produciendo insuficiente, no estamos aumentando nuestro capital intelectual de forma suficiente, no estamos relacionándonos suficiente con amigos o con parejas. Siempre está el pensamiento de que nos falta esforzarnos más”, explica el pensador Eudald Espluga, autor del libro No seas tú mismo (Paidós, 2021), preguntado por el fenómeno del agotamiento global. El filósofo apunta a que, aunque la fatiga no sea una cuestión generacional, sí es cierto que los mileniales y los zetas, incorporados al trabajo después de la crisis de 2008 y el empeoramiento de los estándares de vida, han sido los que han tenido una vida adulta marcada por la precariedad y la inseguridad permanente.
El término burnout (síndrome de estar quemado) fue reconocido por primera vez como un diagnóstico psicológico en 1974 por el psicólogo Herbert Freudenberger y se refería a “casos de colapso físico o mental causado por exceso de trabajo o estrés”. El último informe de la consultora Gallup sobre el empleo, publicado en 2023, arrojó datos históricos. El 44% de los trabajadores se sentían estresados, una cifra récord que no se había dado en ningún otro momento de la historia. Un año antes, en enero de 2022, la Asociación Estadounidense de Psicología publicó que los factores estresantes de la pandemia se han vuelto “persistentes e indefinidos”. Habían detectado un aumento de agotamiento cognitivo, emocional y fatiga física. “Para muchos, la pandemia ha sido como luchar constantemente por sacar la cabeza del agua, solo para ser golpeados nuevamente por otra ola”, escribe la doctora en Filosofía Valentina Stoycheva en un artículo de Psychology Today titulado El gran agotamiento: efectos pandémicos duraderos.
“Te sientes agotado cuando has agotado todos tus recursos internos pero no puedes liberarte de la compulsión nerviosa de seguir adelante de todas formas”, escribe Josh Cohen en el artículo ¿Hay algo más detrás del burnout que trabajar demasiado duro?, publicado en The Economist. La imagen gráfica sería que todos somos como una especie de batería agotada que en vez de recargarse cuando se conecta al enchufe, simplemente empieza a echar humo. O una cerilla ennegrecida andante. Agotados de estar agotados viviendo en una economía del agotamiento colectivo.