Vikingos negros
Humanos disparatados y dispersos están construyendo una superinteligencia a la que ni siquiera saben cómo educar
En las últimas semanas la derecha más rancia del mundo, y en especial de Estados Unidos, se ha estado choteando de lo lindo a cuenta de los errores de bulto del servicio de generación de imágenes de Gemini, la inteligencia artificial de Google. Desde luego eran unas pifias monumentales; tan grandes, en fin, que Google tuvo que suspender el servicio. Por ejemplo, le pedías a la IA imágenes de soldados nazis, y apa...
En las últimas semanas la derecha más rancia del mundo, y en especial de Estados Unidos, se ha estado choteando de lo lindo a cuenta de los errores de bulto del servicio de generación de imágenes de Gemini, la inteligencia artificial de Google. Desde luego eran unas pifias monumentales; tan grandes, en fin, que Google tuvo que suspender el servicio. Por ejemplo, le pedías a la IA imágenes de soldados nazis, y aparecían una mujer oriental y un negro embutidos en el uniforme de las SS. O bien le decías a la máquina que te mostrara vikingos del siglo XII, y, voilà, todos los sujetos representados, sin excepción, eran hombres y mujeres negros.
Esta tontería colosal fue causada por un exceso de frenada en los algoritmos que alimentan a Gemini. Porque la IA hay que programarla, y termina recibiendo los prejuicios de los programadores (inevitables, me temo: no debe de haber un solo individuo en la Tierra libre de ellos). Pero lo que en un hombre o una mujer no es más que una cerrazón mental concreta que puede modificarse con el tiempo, y que además está compensada por las ideas opuestas de los convecinos (la democracia podría definirse como la forma de construir consensos a partir de los prejuicios individuales), en la opaca, implacable e imparable inhumanidad de la IA se convierte en una ley absoluta, perpetua y sin matices. Eso es lo que me da tanto miedo de la inteligencia generativa: que una muchedumbre de humanos disparatados y dispersos, cada cual con sus manías y sus cegueras, están construyendo una superinteligencia a la que ni siquiera saben cómo educar o qué valores dar. Porque, además, cada uno querrá potenciar su propia visión del mundo.
Gemini quiso combatir el sesgo de los valores dominantes, la consabida priorización de los varones y de los blancos, y para ello estableció unos algoritmos que fomentaban las imágenes de otras etnias y la aparición de mujeres. Y con eso construyeron una mirada igualmente sesgada y no fiable. Ya digo: es muy difícil. Pero lo más alucinante son las zafias risotadas que el dislate ha provocado en la derechona mundial. Porque resulta que los prejuicios dominantes, el racismo y el machismo, están ahí todo el rato, alimentando la IA, pero esos no les causan ninguna risa. En 2018, por ejemplo, Amazon tuvo que desechar una IA con la que seleccionaba a su personal porque no contrataba mujeres. Había sido alimentada con una década de datos laborales y, claro, los jefes habían sido todos hombres, los mejores puestos eran de hombres y las inteligencias artificiales no saben de sutilezas ni son capaces de contextualizar. Sí, en la IA abundan los prejuicios convencionales, como el sexismo. Entre otras cosas, quizá, porque, según la ingeniera española Nuria Oliver, una de las mayores autoridades europeas en IA, sólo el 12% de los expertos en inteligencia artificial que hay en el mundo son mujeres (fuente: Lucía Blázquez, RTVE).
La feroz derecha se ha tronchado con los disparates de Gemini porque está utilizando el error para meterse una vez más con la gente woke, que en Estados Unidos es como decir progre pero con el mayor asco que puedas imprimir a la palabra, un progre escupido por alguien de Vox. Desde luego no se puede curar un prejuicio con otro, pero es que esta gente de la feroz derecha no es capaz de ver sus propios sesgos. Como Elon Musk, que se ha apresurado a celebrar el gazapo de Gemini porque “así ha dejado claro su programa locamente racista y anticivilizador”. Lo malo es que la civilización que parece querer Musk espanta un poco; en diciembre asistió a la fiesta posfascista de Giorgia Meloni junto con nuestro Abascal, y allí reivindicó el nacionalismo y el uso de combustibles fósiles, se metió contra la política de integración y clamó: “No importéis el virus mental woke”. Es el mismo Musk que dudó de la veracidad de la pandemia; que acaba de devolver su cuenta de X a Alex Jones, un atroz personaje de la extremísima derecha, y que está tan conspiroparanoico que cree que hay una oscura élite que pretende reemplazar a los blancos (recomiendo leer el artículo sobre Musk publicado por Javier Salas en EL PAÍS el pasado 17 de diciembre: se te ponen los pelos de punta). Pues bien, este tipo, madrecitadelamorhermoso, es uno de los que están alimentando y construyendo la IA. Esto sí que da miedo, y no ese absurdo puñado de vikingos tostados.