La ultraderecha estadounidense tiene nuevo héroe
Detesta el feminismo y la democracia y se ha autoapodado como Bronze Age Pervert (el pervertido de la Edad del Bronce). Mueve masas y Trump lo adora
El nuevo héroe de la blogosfera ultraconservadora es Bronze Age Pervert (el pervertido de la Edad del Bronce), un justiciero enmascarado que opera con absoluta impunidad en redes sociales como X. Desde ellas proclama a Trump presidente legítimo no ya de Estados Unidos, sino de todo el “universo civilizado de herencia grecolatina”, y elogia al tenista Novak Djokovic como último reducto de las masculinidad incontaminada y heraldo de ...
El nuevo héroe de la blogosfera ultraconservadora es Bronze Age Pervert (el pervertido de la Edad del Bronce), un justiciero enmascarado que opera con absoluta impunidad en redes sociales como X. Desde ellas proclama a Trump presidente legítimo no ya de Estados Unidos, sino de todo el “universo civilizado de herencia grecolatina”, y elogia al tenista Novak Djokovic como último reducto de las masculinidad incontaminada y heraldo de la “supremacía del hombre eslavo”.
Publicaciones como Bloomberg, National Review o Politico se han hecho eco de las últimas provocaciones y desvaríos del pervertido del bronce, y denuncian el impactante éxito de su único libro hasta la fecha, el autoeditado Bronze Age Mindset (mentalidad Edad del Bronce), un “manual de resistencia contra la corrección política” que, al parecer, se ha convertido en lectura de cabecera de los principales ideólogos de la derecha radical estadounidense.
Rosie Gray, redactora de Politico que viene siguiendo la pista de Bronze Age Pervert desde que se asomó a las redes, hace ahora cinco años, certifica que el hombre que se esconde tras la máscara digital no es otro que Costin Alamariu, un oscuro licenciado en Filosofía de origen rumano que acaba de cumplir 43 años. Alamariu se estaba forjando una cierta reputación como partidario intelectual de la derecha autoritaria, de Viktor Orbán a Narendra Modi, pasando por Jair Bolsonaro, cuando desapareció del mapa en octubre de 2018. Después, ni rastro de Alamariu, que habría optado, siempre según Rose, por “renunciar a su identidad civil y apostar por su exitoso avatar”, una especie de culturista tronado que aborrece el feminismo, detesta la democracia y siente una curiosa obsesión por los torsos masculinos desnudos.
Graeme Wood, colaborador de The Atlantic, ha profundizado un poco más en la peculiar personalidad de Alamariu. Según explica Wood, a los 17 años, el joven rumano, establecido por entonces en Boston, participó en un cómico acto de boicoteo a una exposición dedicada al arte ceremonial chino que se celebraba en uno de los museos de la ciudad. Alamariu y dos compañeros de clase, los futuros intérpretes de The Office John Krasinski y B. J. Novak, consiguieron sustituir la audioguía de la exposición por una cinta casera en la que hacían comentarios como: “Ojalá tuviésemos un martillo con el que hacer añicos esta escultura aberrante”. Novak confesó la travesura años después y añadió que recordaba a Alamariu como un tipo peculiar y de ideas muy originales, aunque tal vez “no estuviese del todo en sus cabales”.
Todo apunta a que el hombre conserva intactas las cualidades que ya poseía a los 17 años y, además, ha perseverado en su vocación de agitador cultural multiformato. Gray reconstruye a grandes rasgos la historia personal de tan extraño individuo: se instaló con su familia en EE UU cuando tenía 10 años, fue un alumno brillante en universidades de tanto prestigio como Columbia y Yale, empezó a frecuentar tertulias y cenáculos de extrema derecha y siempre demostró un interés preferente por la filosofía de Nietzsche, la antigua Grecia, los “valores de la civilización occidental”, la eugenesia o el antisemitismo. Un antiguo compañero de clase en Yale asegura que ya en su juventud aspiraba a “convertirse en una especie de Slavoj Źiźek de derechas”. Es decir, un intelectual respetado e influyente, pero con una dimensión popular, de estrella del rock and roll. De momento, su plan de dominación mundial le ha llevado a pasar a la clandestinidad online y crearse un personaje un tanto extremo y caricaturesco, pero idóneo para esta era de politización sectaria y francamente desquiciada.
Trump le sigue en redes. Y algunos de sus asesores han encontrado en él al perfecto acróbata para que el circo siga en marcha.