El club más exclusivo del mundo no existe
Dos emprendedores ingleses han fundado The Rochambeau, elitista club de tenis en la Provenza que sirve para dotar de relato a su vino rosado
Uno puede encontrar en el universo de The Rochambeau Club un sinfín de detalles. La web parece diseñada por el mismísimo Wes Anderson: todo está definido al milímetro en este club ficticio. Tanto es así que se puede encontrar un mapa del lugar, leer el menú de su exclusivo restaurante, ver qué entrenadores están disponibles para una clase, la temperatura ahora mismo en...
Uno puede encontrar en el universo de The Rochambeau Club un sinfín de detalles. La web parece diseñada por el mismísimo Wes Anderson: todo está definido al milímetro en este club ficticio. Tanto es así que se puede encontrar un mapa del lugar, leer el menú de su exclusivo restaurante, ver qué entrenadores están disponibles para una clase, la temperatura ahora mismo en la pista y cualquier otro detalle propio de una sociedad reservada solo para la élite.
Uno se pregunta si sus creadores son fanáticos del tenis para haber creado un club tan aspiracional —falso, sí, pero tiene miles de seguidores y entusiastas que desean formar parte de su atesorada lista de integrantes—. “Sí, jugamos mucho al pádel y al tenis, pero no vino por ahí la idea”, dice entre risas Joe Bullmore, creador, junto a Chris Seddon, de The Rochambeau Club. “Nos gustaba el ambiente, la clara estética que uno se encuentra en un club deportivo exclusivo… Bien colocados los elementos es fácil que a la gente se le venga a la cabeza a lo que nos referimos. Al afinar estos ingredientes vimos que encajaban a la perfección. Teníamos en la cabeza catálogos de Ralph Lauren de los noventa, el estilo preppy… Así que si te quieres poner preppy [la estética pija por excelencia que abanderaron los alumnos de las universidades de la Ivy League], ¿por qué no llevarlo hasta el final?”.
Si todo esto es lo que no es, ¿qué demonios es entonces The Rochambeau Club? Bullmore lo aclara: “Chris y yo nos conocemos desde hace tiempo y siempre hemos tenido el sueño de tener nuestro propio vino rosado. Siendo dos chicos ingleses, es cierto que no tenemos ningún vínculo de origen o familiar con el rosé, así que eso podía ser un problema, pero somos muy fans. Por ello, creíamos que lo mejor era crear una buena historia, la más divertida y detallada posible para nuestro rosado”. Bullmore, escritor y periodista ante todo, vio en este hueco conceptual una oportunidad para crear algo nuevo. “El mercado del rosé está muy saturado, pero sigue siendo una bebida muy divertida, de encuentro, de celebrar con los amigos. La gente no es esnob con el rosé”, dice el creador del club ficticio más distinguido del mundo, una sociedad que ya tiene más de 2.000 socios digitales. La marca ha puesto en circulación su The Rochambeau Club’s Racquet 2022, un rosado elaborado con syrah, garnacha negra, cinsault y vermentino procedente de viñas centenarias en La Garde Freinet y desarrollado junto a Alexis Cornu, galardonado enólogo especialista en rosados de la Provenza. La caja de seis botellas sale por unos 130 euros.
La cosa les ha salido bien y sus creadores preparan un sinfín de colaboraciones. “Vamos a sacar otra bebida: una especie de cerveza con un twist muy de la Riviera. Queremos que cada producto que saquemos sea muy elevado, que no se pueda cuestionar su calidad. Y para ello trabajamos con expertos de cada medio”, cuentan. “También tenemos una colaboración con Métier [la exclusiva y refinadísima marca de bolsos de piel británica] con nuestro propio portavinos y en marzo del año que viene cooperaremos con un fabricante de coches europeo que todavía no podemos revelar, pero estamos muy ilusionados…”, explica su creador. “Lo que sí creemos es que el rosé siempre será el corazón de la marca”.
Todo esto no quita que haya habido cierta confusión con el club y su existencia. Una marca concebida de esta manera puede dar lugar a muchos malentendidos. “Hemos recibido algunas respuestas y comentarios extraños: gente que dice que ha ido al club —cosa que es imposible—, directores creativos de grandes marcas que querían ir al lugar para una sesión de fotos, mensajes del tipo: ‘Voy a estar en Provenza, ¡qué ganas de ir!’. Mucha gente cree que es real. Hasta lo que yo sé, nadie ha podido ir”, ríe Bullmore