La presa del río Dniéper

Una mujer sujeta a sus mascotas, en su casa inundada, en Jersón.Associated Press/LaPresse (Associated Press/LaPresse)

Bueno, te vas acostumbrando al horror gráfico como al ortográfico, entre otros. Estas fotografías de la guerra de Ucrania, que eran al principio testimonios durísimos de la invasión, se han convertido en una colección de cromos muy útiles para romper la monotonía de la página escrita del periódico, pero inhábiles para quebrar el alma del lector o para influir en el estado de ánimo de los invasores. Lo que ocurre cuando revienta una pr...

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Bueno, te vas acostumbrando al horror gráfico como al ortográfico, entre otros. Estas fotografías de la guerra de Ucrania, que eran al principio testimonios durísimos de la invasión, se han convertido en una colección de cromos muy útiles para romper la monotonía de la página escrita del periódico, pero inhábiles para quebrar el alma del lector o para influir en el estado de ánimo de los invasores. Lo que ocurre cuando revienta una presa cerca de tu casa es que el agua sale por el boquete resultante como una fiera multiforme, proteica, capaz de adaptarse a las irregularidades del terreno que no puede llevarse por delante. Si tiene que entrar por el ojo de una cerradura, adopta la forma de una llave y, si por las alcantarillas, la de una rata enorme, con el lomo barnizado del limo que ha ido recogiendo aquí y allá. Es como un tigre de fuego, el agua, que busca cualquier resquicio para entrar en tu dormitorio o tu cocina y poner patas arriba tu existencia.

De modo que estás desayunando para ir al trabajo o a la cola del paro, o adonde quiera que vayas cuando te levantas, y te tropiezas en el periódico con el rostro de esta mujer a la que el agua fría y sucia le llega ya a los muslos, y quizá no te detienes un segundo para hacerte cargo de la angustia que se dibuja en su cara ni en el gesto de los animales que dependen de ella. A lo mejor no intentas distinguir, entre el revoltijo de enseres empapados, si aquello era una falda y esto una maleta, o viceversa. Lo único que se distingue con una claridad irónica es la botella que flota delante de la anciana.

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