La filosofía romántica como respuesta a los desafíos actuales: cómo recuperar la conexión con la naturaleza y nuestra esencia
Echar la mirada atrás y buscar inspiración en los románticos del siglo XIX puede aportar nuevas perspectivas en un mundo incierto. La ensayista alemana Andrea Wulf define las claves
Tras el éxito conseguido con La invención de la naturaleza, donde la historiadora indogermana Andrea Wulf explicaba la vida del naturalista Alexander von Humboldt, Magníficos rebeldes explora el espíritu romántico.
En su origen, este adjetivo no tenía nada que ver con el significado que se le otorga hoy en día, como mín...
Tras el éxito conseguido con La invención de la naturaleza, donde la historiadora indogermana Andrea Wulf explicaba la vida del naturalista Alexander von Humboldt, Magníficos rebeldes explora el espíritu romántico.
En su origen, este adjetivo no tenía nada que ver con el significado que se le otorga hoy en día, como mínimo en la cultura popular. Ser romántico era descubrir el propio yo y comprender las cimas y los abismos de la vida sin amilanarse, una filosofía muy adecuada para los tiempos presentes.
Lo que se conoce históricamente como romanticismo nació en Jena (Alemania) hace más de dos siglos, en un círculo de amigos compuesto por jóvenes personalidades como Goethe, Schlegel, Schelling, Schiller o Novalis. En palabras de Andrea Wulf, “querían romantizar el mundo entero, y eso significaba percibirlo como un todo interconectado. Hablaban del vínculo entre el arte y la vida, entre el individuo y la sociedad, entre la humanidad y la naturaleza”.
Había tres aspectos vitales que interesaban especialmente a los románticos y que son de nuevo relevantes en los tiempos que estamos viviendo.
La unidad entre el ser humano y la naturaleza. En un mundo a punto de ser engullido por la revolución industrial, los románticos se refugiaban en la naturaleza para recuperar la conexión con nuestro hogar primario. Para ellos, esta es la fuente de toda creatividad, misterio y belleza. Después del trauma colectivo de la pandemia, muchos jóvenes han vuelto la mirada y el corazón a la naturaleza y han abandonado las ciudades [de las 57.000 personas que llegaron a municipios de menos de 5.000 habitantes en 2021, el 46% tenían menos de 35 años, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico], dando un nuevo impulso a lo que a finales de la década de 1960 se conoció como neorruralismo.
La importancia de la imaginación. Contra la monotonía de un mundo cada vez más rígido y uniforme, los románticos abogaban por el poder de la mente humana para fantasear. Bécquer desplegó su imaginación romántica en las leyendas y narraciones que aún se leen en las escuelas. En el mundo audiovisual, el auge del cine fantástico, incluyendo a los superhéroes de Marvel, indica que la fantasía sigue siendo una necesidad para escapar de las fatigas de la era digital.
El equilibrio entre la libertad y el egoísmo. En la reciente conversación mantenida entre el príncipe Harry y el médico Gabor Maté, el autor de En la sombra hablaba de su lucha por la identidad, así como de la depresión y ansiedad que limitan al ser humano hasta que descubre quién es. La reivindicación del yo también era un pilar del romanticismo, que al mismo tiempo se pregunta cómo esa individualidad encaja en la comunidad. ¿Se puede ser uno mismo, sin renunciar a la propia esencia, y al mismo tiempo formar parte de la sociedad? Es un tema muy presente en la filosofía contemporánea, así como en novelistas tan en boga como Haruki Murakami. Los protagonistas de sus historias suelen ser personajes inadaptados o que se ven desplazados de la sociedad por extrañas circunstancias, lo cual les ayudará a descubrir sus propias sombras para luego regresar al mundo.
En un tiempo dominado por el estrés, el miedo al futuro y la intoxicación a través de las redes, ¿cómo podemos cultivar ese yo romántico que nos permita descubrir quiénes somos y qué podemos aportar a la vida?
Hay un concepto clave en el romanticismo que tal vez contenga la respuesta a esa pregunta: sturm & drang. Lo que se ha traducido literalmente como “tormenta e ímpetu” define el movimiento literario que, en la Alemania de la segunda mitad del XVIII, abogaba por la libertad de expresión y la emoción llevada a su extremo, como respuesta al racionalismo y la Ilustración. Para incorporar un poco de sturm & drang a nuestra vida cotidiana, el primer paso es renunciar a controlarlo todo. La pandemia y la guerra de Ucrania han demostrado que el mundo es imprevisible, así que no tiene sentido tratar de anticiparnos a lo que sucederá. Lo único que está en nuestra mano es decidir qué hace cada cual, día a día, con su vida. Un romántico despeinado nos diría que la solución a esa ansiedad es dejar que la vida te haga temblar. Cuando renuncias al control y permites que la existencia te sorprenda, ya no eres una víctima de las circunstancias. Pasas a ser parte activa de ese río de acontecimientos y emociones que llamamos vida.
La urgencia de vivir
— La doctora en escritura creativa Carla Gracia publicó la novela Nos recordarán, sobre los días que pasaron juntos Goethe y Schiller en el verano de 1794. Su amistad era tal que, dos décadas después de la muerte de Schiller, Goethe robó el cráneo para tenerlo en su casa en una urna. Un acto tan descabellado como romántico.
— Carla Gracia: “Los románticos sentían la urgencia de vivir. Contra la ilusión de que la vida dura eternamente, entendían el valor de cada momento. Lo aprendimos con la pandemia. Esto explica fenómenos como la Gran Renuncia (el abandono de sus puestos de trabajo por parte de millones de estadounidenses tras el confinamiento).