El fotógrafo de las 1.001 portadas del rap
El gran creador de la imaginería de la música urbana francesa salió de la periferia. Ahora sus fotos se exhiben en espacios canónicos. Una retrospectiva en el mítico Studio Harcourt ha consagrado aún más su obra.
Toda la imaginería del rap francés se esconde detrás de estas cinco letras, Fifou, nombre artístico con el que lleva 17 años triunfando Fabrice Fournier. Es el fotógrafo de las 1.001 portadas de rap (800 publicadas, 201 en proyecto), el que mejor entiende los códigos de un género que conoce de buena tinta desde que en la adolescencia sintió por un lado la llamada del hip hop escuchando Tupac y ...
Toda la imaginería del rap francés se esconde detrás de estas cinco letras, Fifou, nombre artístico con el que lleva 17 años triunfando Fabrice Fournier. Es el fotógrafo de las 1.001 portadas de rap (800 publicadas, 201 en proyecto), el que mejor entiende los códigos de un género que conoce de buena tinta desde que en la adolescencia sintió por un lado la llamada del hip hop escuchando Tupac y Fugees y por otro la de las artes. Decidió entonces seguir el consejo de su padre: “Deja que tu corazón se agarre fuerte a una estrella”, y mediante la fotografía se propuso unir sus grandes pasiones (música y diseño gráfico). Hoy, consolidado, este fotógrafo y director artístico de 39 años acaba de ver sus obras expuestas en Studio Harcourt de París en la retrospectiva que le ha dedicado este verano. Algunas de ellas forman parte de la historia del rap reciente de Francia como Noir désir, de Youssoupha, el trampolín en su carrera; la colorista y provocadora Monument, de Alkpote (el rapero asomando de una vulva, guiño al origen del mundo); la arriesgada L’homme au bob, de Gradur (en la que el cantante de trap amamanta a un bebé con un biberón cargado de balas); la granulosa y opresiva Imany, de Dinos; Sélection naturelle, de Kalash Criminel, tremenda denuncia de los albinos en África, o esa Kill Bill 2.0 que es Nakamura, de Aya Nakamura, imágenes en las que se apuesta por lo que no se ve de primeras para que no se puedan olvidar fácilmente. “La imaginería del rap, su sonido granuloso me siguen conmoviendo y siguen siendo fuente de inspiración como el primer día. Mi disco de culto sigue siendo Hell on Earth, de Mobb Deep”, dice.
Recorriendo su obra queda claro que le mueve la adrenalina de ir más allá, hacia la periferia, que le atraen los espacios abandonados, los ambientes prohibidos y que le acompaña cierta reputación de agitador.
“Cuando se me permite es cierto que primero propongo una idea provocadora. Especialmente para el rap, porque impactar es parte esencial de su ADN. Si no escandaliza, no es rap. No es lo mismo para un artista de chanson française. La exageración, la provocación vienen del gangsta rap. Los ingleses y americanos lo han entendido y no tienen límites”. Fifou tampoco es de ponérselos.
Resulta inevitable, pues, preguntar si después de 1.001 portadas le falta alguna, y con una generosa sonrisa reconoce: “Creo que nunca estaré satisfecho; no obstante, me interesa más la calidad que la cantidad, es cierto que en Francia he trabajado con el 90% de los artistas de este movimiento, por eso lo que me motiva es abrirme al mercado internacional. He trabajado con artistas americanos, pero no con los grandes americanos. Sería un desafío”.
En una reciente entrevista en la mítica revista francesa Photo, reconocía que entre las portadas que le hubiera gustado realizar están Never Die, de Notorious B.I.G., o el Nevermind, de Nirvana, y que sentía debilidad por las portadas de Pink Floyd, sobre todo la del Wish You Were Here, con aquel apretón de manos que se inflama. O, entre las más recientes, la festiva y enigmática Astroworld, de Travis Scott, obra de David LaChapelle, referencia clara de Fifou. “Es obvio que soy fan de LaChapelle. En Francia quien más me ha influido es Mondino, aunque la escena contemporánea francesa es extravagante y luminosa (Charlotte Abramow, Alice Moitié o Bleu Mode). En mi caso, debo también mucho al universo del cine, en particular los thrillers americanos de Quentin Tarantino, Michael Mann o Scorsese”.
En el año 2000, entró como estudiante de Comunicación en la escuela de artes aplicadas Olivier de Serres, experiencia que le permitió acceder a todos los campos del oficio de la imagen. Aprendió igualmente a confiar en el azar e incluso le impulsó a ser más autodidacta. “A los 20 años ya producía visuales para el mercado independiente del rap francés, y como por entonces no había redes sociales, me ayudó que fuera de boca en boca”. En el año 2004 descubrió a su mentor: Christophe Gstalder. Él representaba la vieja escuela, había sido asistente de Helmut Newton. Fifou representaba la nueva escuela, más cercana al diseño gráfico. Un año después vio la luz la primera de sus portadas, para el disco Paradis Assassiné, de Lino. En 2010 debutó en el cine con el cartel de la película L’Arnacoeur, de Pascal Chaumeil.
“Soy uno de los que fueron apartados al principio. Como los raperos de la década de 2000, compartí esta frustración. Hoy estoy feliz de ver que todo ha cambiado. Gracias a artistas como Virgil Abloh, que en paz descanse, el rap, la moda y el cine comenzaron a mezclarse. Comparto la misma visión: los opuestos pueden trabajar juntos y crear grandes cosas. En ese sentido, la exposición en Harcourt simboliza mucho para mí: llevar el rap a un estudio fotográfico legendario que forma parte del patrimonio francés es un motivo de gran orgullo”, dice Fifou.
Volvamos al estilo, esa manera elegante de incordiar, de llamar la atención, desde el blanco y negro iniciático al estallido de color actual. “Básicamente, soy más de la escuela del blanco y negro: los contrastes y el grano del blanco y negro en el cine todavía me conmueven mucho. Pero en los últimos años me ha apasionado cada vez más el color. Encuentro que reflejan mejor la realidad y ofrecen infinitas posibilidades en términos de emoción. En cuanto al rap, hay claramente dos épocas: cuando yo empecé, a principios de la década de 2000, la colorimetría del rap era oscura y apagada: fotos en blanco y negro, granulado, caras cerradas, fuertes contrastes, estilismos oscuros y monocromáticos… Hoy todo ha cambiado, ya que, precisamente, los códigos se mezclan. A la nueva generación no le gusta el blanco y negro o se siente menos afectada. Usamos colores más llamativos en el estilismo, empiezan a aparecer sonrisas, la luz del sol… Eso representa bien lo que está pasando en el rap: hoy sus códigos son coloridos”.