A don Miguel de Unamuno
Somos muchos los que lo echamos de menos, y más ahora que nos faltan intelectuales de referencia y todo se ha vuelto tan confuso
Querido don Miguel: Perdone usted que irrumpa de esta forma en su retiro eterno. No hará falta que le pregunte por su estado de salud, pues usted ya está a salvo de todo accidente o contingencia. Sepa que aquí todavía se leen con gran placer e interés sus libros y a usted se le recuerda, por lo que bien podría decirse que se ha ganado la inmortalidad que tanto anhelaba. No sé si habrá llegado por ahí la noticia de que Manuel Menchón y yo acabamos de publicar un libro sobre las circunstancias que rodearon su muerte, su “doble muerte”. Puede que le parezca una osadía o una impertinencia por nues...
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Querido don Miguel: Perdone usted que irrumpa de esta forma en su retiro eterno. No hará falta que le pregunte por su estado de salud, pues usted ya está a salvo de todo accidente o contingencia. Sepa que aquí todavía se leen con gran placer e interés sus libros y a usted se le recuerda, por lo que bien podría decirse que se ha ganado la inmortalidad que tanto anhelaba. No sé si habrá llegado por ahí la noticia de que Manuel Menchón y yo acabamos de publicar un libro sobre las circunstancias que rodearon su muerte, su “doble muerte”. Puede que le parezca una osadía o una impertinencia por nuestra parte. Pero no se preocupe, que no voy a pedirle que nos cuente qué sucedió en su casa aquella tarde del 31 de diciembre de 1936. Tan solo me gustaría confesarle que, casi 85 años después de su desaparición, aún somos muchos los que lo echamos de menos, y más ahora que nos faltan intelectuales de referencia y todo se ha vuelto tan incierto y confuso. España se quedó huérfana cuando usted nos dejó y huérfanos seguimos los que, al igual que usted, no estamos ni con los “hunos” ni con los “hotros”.
También quiero comunicarle que me parece una infamia lo que hicieron con usted para acallar su voz y secuestrar su memoria después de su muerte. Usted, que nunca quiso definirse y se negó a que los demás lo encasillaran, ha tenido que cargar después con el sambenito de haber sido un traidor o un veleta o una persona contradictoria; usted, que siempre se mantuvo firme y dijo lo que pensaba en cada momento, con valentía y sin importarle los riesgos. Fue trágica su muerte física, ocurriera lo que ocurriera ese día, pero más trágica aún fue su muerte simbólica, aquella con la que pretendieron arrastrar su nombre por el fango y acabar con su legado y su figura. ¿Sabía usted que los franquistas le dieron su nombre a un campo de concentración en el distrito de Arganzuela de Madrid o que algunos obispos lo proclamaron “hereje máximo y maestro de herejías” y prohibieron que se leyera su ensayo Del sentimiento trágico de la vida o que a los niños de su ciudad se los asustaba durante la posguerra gritando “¡que viene Unamuno!”, como si fuera usted el coco o el hombre del saco? Por suerte hace ya mucho tiempo que salió del purgatorio al que fue condenado en España, aunque todavía hay gente que, por una razón u otra, sigue mostrándose reticente con usted y preferiría que no se investigaran ciertos aspectos relacionados con su “doble muerte”.
Para acabar le mando recuerdos de Salamanca, que no ha vuelto a ser la misma desde que usted se fue. Salude de mi parte a Federico y a don Antonio y a tantos otros y dígales que aquí sus obras siguen vivas y nos acordamos mucho de ellos.
Reciba un fuerte abrazo a través del tiempo de su lector y amigo póstumo.
Luis García Jambrina es autor con Manuel Menchón de La doble muerte de Unamuno (Capitán Swing).