Una ruta para descubrir la provincia de Ourense
Puentes romanos, aguas termales, iglesias románicas excavadas en la roca, la capital del pulpo ‘a feira’ y bosques interminables de carballos. Esta provincia gallega es tan fascinante como desconocida
Ourense es una provincia especial. Para empezar, es la única gallega que no tiene mar. Lo que no es obstáculo para que albergue la capital mundial del pulpo, O Carballiño, que está a casi 100 kilómetros tierra a dentro. Es de las cuatro, la que más recursos de termalismo tiene: ocho balnearios y más de media docena de termas oficiales al aire libre, más otras surgencias calientes de uso gratuito no reguladas, como las del río Caldo o las de Bande. La plaza Mayor de la capital está inclinada. Y el Ourense profundo, ese que para muchos ni sale en los mapas, alberga una de las mayores concentraciones de patrimonio monumental e histórico de España, desde grandes obras de ingeniería romana a majestuosos cenobios románicos.
De estos últimos, uno de los más impactantes es Santa Mariña Augas Santas, a unos cinco kilómetros de Allariz. Construida en un lugar lleno de restos megalíticos y romanos, Santa Mariña Augas Santas es heredera de una capilla que según la leyenda se erigió en el lugar donde una pastora cristiana fue martirizada y decapitada. Sea cierta o no la historia, el sitio rezuma magia y encanto. Al llegar, puede que la enorme fachada de la iglesia no diga mucho, pero cuando la rodeas y ves el ábside, el cementerio, la fuente de agua milagrosa (se supone que empezó a brotar en el punto donde cayó la cabeza cercenada de la infortunada pastora) y el viejo lavadero te das cuenta de que acabas de entrar en uno de esos espacios misteriosos de la Galicia rural donde los vivos conviven con los muertos en perfecta armonía.
Allariz, por cierto, es otro sitio singular. Uno de los pueblos más dinámicos de la provincia de Ourense y de los pocos en los que la población en vez de disminuir aumenta gracias a una inteligente acción de conservación del patrimonio histórico y de puesta en valor de sus recursos, que le han convertido en un destino muy popular de fines de semana y festivos. El acceso por el bellísimo puente románico de Vilanova da paso un dédalo de calles medievales y empedradas, llenas de tiendas de moda, artesanías, recuerdos, además de numerosos bares y restaurantes. Uno de los rincones más agradables es la plaza Mayor, con la iglesia románica de Santiago. También es una delicia pasear por las arboledas y sendas que bordean el río Arnoia. Hay un museo del Juguete y otro museo de Arte Sacro en el convento de Santa Clara.
Más lugares mágicos: el monasterio de San Pedro de Rocas. Una iglesia rupestre excavada por eremitas en el siglo VI —en los albores del cristianismo en Galicia—, en el municipio de Esgos, a 21 kilómetros de la capital. La iglesia, con sus tres arcos de entrada, el taqueado jaqués de los capiteles, el ábside con el altar y las tumbas talladas en el suelo, impresiona por la carga histórica que destila. La espadaña se levanta anexa, sobre un puente de roca. El denso bosque de carballos que rodea el entorno luce unos colores maravillosos en otoño; en invierno, se suele vestir de blanco. Un lugar de fuerza telúrica, sin duda. La casa rectoral, que se construyó mucho más tarde, acoge ahora una interesante muestra audiovisual sobre la historia del recinto y la vida de los eremitas. San Pedro de Rocas perteneció primero al monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil y en el siglo XII pasó a ser priorato del monasterio de San Salvador de Celanova.
Santo Estevo de Ribas de Sil es el más grandioso de los monasterios de la Ribeira Sacra, la ruta más famosa y conocida de Ourense, por lo que no me extenderé mucho en ella. El cañón del río Sil sirve de hilo conductor para esta comarca del norte de la provincia que toma el nombre de los muchos cenobios que hubo en sus riberas. Aún hoy se contabilizan en la zona 18 monasterios de época medieval. El de Santo Estevo se reconvirtió en uno de los mejores Paradores de esta red estatal. La Ribeira Sacra sirve para descubrir una Galicia rural de paisajes grandiosos y escarpados, en las antípodas del bullicio veraniego de las rías costeras. Por cierto, para quienes busquen hacer algo menos trillado en esta Ribeira Sacra recomiendo las pasarelas del río Mao, una senda de madera que permite adentrase 1,8 kilómetros (más otros tantos de vuelta) por el cañón de este afluente del Sil, envueltos por un bosque atlántico de tojos, alisos, majuelos, castaños, robles, laureles... El acceso está señalizado en la carretera de Parada de Sil a Povra de Trives.
Otra comarca que me encanta de Ourense es Terra de Trives, fronteriza con Ribeira Sacra, con Valdeorras y con Lugo. Si Ourense es la gran desconocida de Galicia, Trives es la joya escondida de Ourense. Si te va el turismo rural, la naturaleza, las costumbres tradicionales, la buena gastronomía, el legado romano… Trives te encantará. La capital de la comarca es A Pobra de Trives, que llegó a ser en el siglo XIX un sitio de veraneo de la nobleza gallega; de esa época quedan algunos edificios señoriales y pazos. En A Pobra tienes que comer en La Viuda, donde el chef Anxo Fernández y su hermana cuidan el recetario local con excelentes productos de temporada; cocina popular riquísima y sin artificios.
En Sequeiros de Penafolenche, a cinco kilómetros de A Pobra, se puede hacer una excursión muy bonita por una pista de tierra entre castañares que llega a unos antiguos sequeiros, construcciones tradicionales de Lugo y Ourense que servían para almacenar y secar la castaña, una de las riquezas de la comarca. Y siguiendo la carretea OU-636, que sale de A Pobra de Trives hacia Valdeorras, se pasa por el puente Bibei, el más espectacular y mejor conservado puente romano que queda de la Vía XVIII o Vía Nova, la calzada romana que iba de Braga a Astorga.
Añade a la ruta dos pueblos. El primero, Ribadavia, uno de los cascos urbanos más agradables y monumentales de Galicia. Hay iglesias románicas, casas blasonadas, calles pavimentadas en piedra, conventos, pazos y un llamativo castillo en ruinas, el de los Sarmiento, condes de Rivadavia. En su interior se puede visitar una interesante necrópolis del siglo IX con enterramientos antropoformes tallados en la piedra. Pero lo más famoso de Ribadavia es su judería, la más grande y mejor conservada de Galicia. Calles estrechas y porticadas dan forma a este barrio donde las familias judías encontraron acomodo y prosperaron comerciando con el vino de Ribeiro.
El otro es el del pulpo: O Carballiño, ubicado en el noroeste de Ourense, en un rincón delimitado por viñedos de ribeiro y aguas medicinales: Arcos, una parroquia a las afueras de Carballiño, es la cuna de los pulpeiros y pulperías de toda Galicia, pese a estar en una provincia sin mar. Prácticamente todos los vecinos de este pequeño pueblo están relacionados con el pulpo. Parece aceptado que el cefalópodo lo trajeron a la comarca los monjes del vecino monasterio de Oseira, cuyos dominios llegaban hasta el puerto de Marín (Pontevedra). Los pescadores de la zona pagaban sus diezmos e impuestos a los monjes no con dinero, sino con pulpo. Los vecinos de O Carballliño y pueblos limítrofes aprendieron a limpiar, mazar y secar el pulpo y más tarde a cocerlo para venderlo en ferias., de ahí el nombre: pulpo á feira. Todos estos siglos de tradición se manifiestan en la famosísima Festa do Pulpo de O Carballiño, que se celebra cada segundo domingo de agosto. Más de 100.000 personas se reúnen en el parque municipal para dar cuenta de unas 50 toneladas de pulpo, bien acompañadas por pan de Cea y vino de Ribeiro.
Así de sorprendente es la provincia de Ourense.