Estocolmo por primera vez: ¿qué hay que ver?
La capital de Suecia, conocida como “la bella sobre el agua” porque está construida sobre 14 islas unidas entre sí por 53 puentes, sorprende con palacios barrocos, museos, residencias reales, sus calles medievales y, por supuesto, por el diseño escandinavo
Estocolmo, una ciudad sobre el agua conocida como “la bella sobre el agua” o la “Venecia del Norte, puede convertirse en una escapada europea perfecta. En una primera visita, la capital de Suecia se muestra también como la capital del diseño escandinavo, con un centro histórico de calles medievales de cuento. Además, está construida sobre 14 islas salteadas en el mar Báltico, unidas entre sí por 53 puentes, que pueden recorrerse fácilmente y que ofrecen una forma diferente de vivir y de disfrutar al aire libre entre jardines y palacios barrocos.
Callejear por Gamla Stan, visitar el palacio real Kungliga Slottet o la casa del escultor Carl Milles, entrar en uno de los muchos museos que ofrece la ciudad (Skansen, Vasamuseet o Historiska) o recorrer el archipiélago que es Estocolmo sin olvidar el diseño y la gastronomía. Aquí te ofrecemos una guía imprescindible para una primera visita a la ciudad.
Callejear el casco antiguo, Gamla Stan, y sus alrededores
El lugar más turístico de Estocolmo, ese que ningún visitante se pierde, es el casco antiguo, conocido como Gamla Stan. Aquí, en el corazón histórico y geográfico de la ciudad, las calles adoquinadas serpentean entre iglesias renacentistas, palacios barrocos y plazas medievales. Además, hay edificios de colores encorvados como ancianos y estrechas callejuelas que esconden desde polvorientas jugueterías hasta cafés iluminados con velas.
En Gamla Stan se encuentran los tres hitos de cualquier recorrido: el palacio real, la catedral y la Casa de la Nobleza (Riddarhuset), un edificio rosa y turquesa que recuerda a un pastel de boda. También está la bonita plaza mayor, Stortorget, rodeada de espectaculares edificios antiguos y atiborrada de turistas. Sin embargo, la actividad turística se concentra en las calles Västerlånggatan —el centro neurálgico del casco antiguo, repleto de galerías, restaurantes y tiendas de recuerdos— y Stora Nygatan.
Más información en la guía Estocolmo de cerca y en www.lonelyplanet.es
A través de los callejones, más sinuosos y tranquilos, se refugia una Estocolmo que parece no haber cambiado desde la época medieval. Y, al lado, Riddarholmen es un islote poco visitado y con apenas actividad turística más allá de su catedral que merece ser recorrida por sus calles adoquinadas y sus casitas de cuento de hadas de delicados tonos pastel.
Aunque en Gamla Stan lo principal es callejear, hay muchos museos donde entrar, como el Nobel Prize Museum, que presenta la historia del premio Nobel y de quienes lo ha recibido; o el curioso Medeltidsmuseet, oculto bajo el puente que une Gamla Stan con Norrmalm, el barrio moderno de la ciudad. En este último, su planta circular lleva a los visitantes por fieles reconstrucciones de hogares, mercados y talleres de la época medieval. Además, también puede visitarse en esta zona el Parlamento sueco.
En el palacio real de Estocolmo
Una de las visitas imprescindibles en Gamla Stan es el imponente palacio real de Estocolmo, el Kungliga Slottet. Fue levantado sobre las ruinas del castillo de Tre Kronor —que se quemó casi por completo en 1697— conservando su ala norte, que se incorporó al nuevo edificio. El palacio fue diseñado en 1690 por el arquitecto de la corte Nicodemus Tessin el Joven y costó más de medio siglo acabarlo. Con 608 habitaciones, fue la residencia oficial de la familia real sueca desde 1754, que en 1981 se trasladó al palacio de Drottningholm en Lovön, en el municipio de Ekerö.
Lo que más merece la pena es ver el cambio de guardia que se efectúa todos los días a media mañana. Y, una vez dentro, destaca la visita al museo Tre Kronor que exhibe los cimientos de las murallas defensivas del siglo XIII y piezas rescatadas del antiguo castillo durante el incendio. En el interior, también pueden visitarse los aposentos reales de Gustavo III (1746-1792), cuyos esfuerzos por consolidar el poder de la corona sueca en el siglo XVIII levantaron ampollas entre la nobleza. Los suecos también presumen del trono de plata de la reina Cristina de Suecia (1626-1689) en el salón de Estado o la galería de Carlos XI (1655-1697), una de las salas más bellas del palacio, inspirada en la barroca galería de los Espejos de Versalles.
En el Kungliga Slottet también hay otras zonas museísticas, como el Tesoro Real o el Museo de Antigüedades de Gustavo III, conocido como el Antike Museum, que expone las esculturas que coleccionó el monarca en sus viajes por Italia en la década de 1780, por entonces el grand tour de rigor.
Explorar el Skansen, un primer museo al aire libre
El Skansen no es un museo más: presume de ser el primer museo al aire libre del mundo. Y, por tanto, es un lugar importante de la ciudad y uno de los pocos sitios que recomiendan la mayoría de sus vecinos. Ocupa una gran zona de parque en una colina, y muestra la historia de la vida sueca a través de diversos edificios, cabañas y casas tradicionales. También incluye el Nordic Zoo, que atrae a los visitantes con 75 especies escandinavas y algunas foráneas entre las que destacan los alces, renos, glotones, linces y otros animales. También hay un zoo infantil para que los niños puedan tocar a los animales más pequeños y varios sitios donde tomar algo.
Sus edificios representan diversos oficios e industrias del país y, además, todo está organizado para recrear otra época: los empleados, por ejemplo, llevan trajes históricos, elaboran artesanía, tocan instrumentos o baten mantequilla mientras responden a las preguntas de los visitantes. Podría resultar algo simplón, pero en ese entorno resulta encantador. Entre los oficios más llamativos que se recrean en el museo destaca el taller de soplado de vidrio, pero además hay una panadería, un banco, una oficina de correos, un taller de máquinas, un jardín botánico y la mansión de Hazelius. Parte de la farmacia procede del castillo de Drottningholm y las dos pequeñas casetas de jardín son de Tantolunden, un jardín comunitario de Södermalm. También hay un campamento lapón, granjas de diversas regiones, una casa de campo y una escuela.
Aprender sobre la marina sueca en el Vasamuseet
El museo Vasamuseet se construyó expresamente para albergar el enorme barco de guerra Vasa, que en su viaje inaugural del 10 de agosto de 1628 se hundió en las aguas de la bahía Saltsjön junto con parte de su tripulación debido a un error de cálculo en el peso de su parte superior. El barco fue reflotado a la superficie en 1961 y se volvió a montar cual rompecabezas de 14.000 piezas. Casi todo lo que se ve hoy en el museo es original.
Las cinco plantas del museo no solo muestran la minuciosa recuperación y restauración de la nave; sino que también están dedicadas a los objetos rescatados del Vasa, la vida a bordo, las guerras navales y la navegación en el siglo XVII. También ofrece exposiciones temporales y de escultura. La planta baja resulta especialmente fascinante pues, gracias a la ciencia forense moderna, se han podido recrear los rostros y las peripecias vitales de varios de los náufragos.
En el museo hay un restaurante donde sirven cafés, bebidas y comidas, pero merece la pena irse al restaurante Wärdshuset Ulla Winbladh, no muy lejos de allí. Este chalé fue, en sus orígenes, una panadería construida para la Exposición Mundial de Estocolmo, en 1897, y sirve comida selecta en varias salas acogedoras y una maravillosa terraza-jardín.
Visitar la residencia real de Drottningholm
A la residencia real y a los jardines de Drottningholm en Lovön se puede llegar muy fácilmente desde Estocolmo. El palacio principal, de inspiración renacentista, empezó a construirse en 1662, aproximadamente en la misma época que Versalles. La diferencia es que aquí vive todavía la familia real sueca durante parte del año.
Una de las joyas del palacio es la alcoba de Eduvigis Leonor de Holstein-Gottorp (1636-1715), consorte del rey Carlos X Gustavo (1622-1660), que dicen que es el interior barroco más valioso de Suecia. También llama la atención la galería barroca de este monarca, donde se representan sus hazañas militares, y la biblioteca, una sala luminosa e impresionante que conserva gran parte de la decoración original del siglo XVIII.
Una muestra de lo grandioso del palacio es la lujosa escalera, con estatuas y trampantojos. Desde el descansillo se pueden ver los jardines llenos de fuente y laberintos, con un inteligente diseño geométrico que impresiona. Se puede llevar el almuerzo y hacer un pícnic en los jardines, o comer en uno de los restaurantes que hay junto al palacio. Destaca el Cafe Drottningholm, muy bonito y al lado del Kina Slott, un pequeño pabellón chino.
Lanzarse al agua
Los habitantes de Estocolmo se deshacen en halagos hablando del archipiélago que se extiende desde las costas de la capital sueca hasta 60 kilómetros en el mar Báltico hacia el este. El conjunto está compuesto por 24.000 islas —14 de las cuales son Estocolmo— rocosas con bosques y flores silvestres, salpicadas de casitas de madera. Básicamente hay dos maneras de visitar el archipiélago. La primera, si se tiene poco tiempo, es apuntarse a una excursión organizada en barco, que puede durar desde unas horas hasta un día entero, para ver varias islas y hacer breves escalas. Otra opción es planificar una excursión por cuenta propia, más larga y pausada, combinando los trayectos en barco o ferri con pernoctaciones en los albergues y hoteles de las islas.
A pesar del elevado número de islas, las de visita obligada son Vaxholm, Utö, Arholma y Finnhamn; quedan mucho más cerca de la capital de lo que muchos imaginan.
- Vaxholm, a 35 kilómetros al noreste de Estocolmo, es la entrada al archipiélago. Accesible por tierra o por ferri, la isla es un aperitivo de esta zona tan extraordinaria y variada. Callejuelas y casitas de cuentos de hadas; el Hembygdsgård, un museo que conserva casas antiguas; buenos restaurantes como el emblemático Waxholms Hotell; o el Boulangerie Cafe, una tienda ideal para comprar pastas.
- Utö, al sur, tiene de todo: playas de arena, bosques, granjas, una red de senderos llanos perfectos para ir en bicicleta, abundancia de aves, una buena panadería ecológica y un buen restaurante, el Nya Dannekrogen. La mejor playa es Stora Sand, en la costa sur. Gruvbryggan es la parada principal del ferri.
- Arholma es tranquila e idílica, con un emblemático faro que ahora es una galería de arte con vistas. Además, toda la isla es una reserva natural, con senderos para recorrer a pie o en bicicleta, rutas de kayak, playas de arena y una tirolina en mitad del bosque.
- Finnhamn en realidad no es una isla si no un pequeño archipiélago, con bosques, prados, calas resguardadas, acantilados rocosos y búhos reales. En verano está muy concurrida pero tiene suficientes rincones tranquilos para todos. Cubierta con senderos con unas vistas increíbles, presume de un buen restaurante, el Finnhamns Café & Krog, famoso por sus especialidades marineras y regionales.
Entrar en el mundo del escultor Carl Milles en el museo Millesgården
Entre 1906 y 1931, Millesgården fue la residencia y estudio del escultor Carl Milles (1875-1955), cuyos delicados duendes de agua y esculturas caprichosas se reparten por toda la ciudad. La personalidad del artista, patente en sus esculturas, también impregna la casa, un lugar inspirador sobre todo para los interesados en el arte y el diseño.
La finca-museo incluye una moderna galería de estilo neoclásico que acoge exposiciones temporales de arte contemporáneo pero, sin duda, lo más llamativo es el parque escultórico: Milles transformó la abrupta ladera de la finca en un jardín de esculturas, donde piezas griegas, romanas, medievales y renacentistas se alternan con sus creaciones. Dentro de este parque, destaca Little Austria, un espacio ajardinado que Milles diseñó para paliar la nostalgia de su esposa. Además, gran parte de los jardines evocan la costa mediterránea. A través del jardín, unos caminos de mármol blanco y negro con pinos y abedules, y rematados por columnas de estilo italiano, llevan hasta el estudio del artista, que puede visitarse junto con la casa, cuya decoración incluye toques pompeyanos añadidos tras la visita del escultor y su esposa a Pompeya en 1921. Y, para terminar, se puede tomar un té o un almuerzo en el café y restaurante Millesgården Lanthandel, situado en la terraza en medio del parque de esculturas.
Conocer a los vikingos en el Historiska Museet
Hablar de Suecia es hablar de vikingos. Y nada mejor que visitar el Historiska Museet, el museo de historia de Estocolmo, que abarca 10.000 años de cultura e historia suecas. Aquí hay de patines de la Edad del Hierro a un barco vikingo, pasando por telas medievales y trípticos renacentistas. También un monográfico dedicado a la batalla de Visby —librada en 1361 en la isla de Gotland entre las fuerzas danesas y los campesinos gotlandeses—, una exposición multimedia sobre los vikingos, una colección de tejidos y una sección de cultura prehistórica.
La impresionante exposición sobre la era vikinga intenta corregir conceptos erróneos sobre este pueblo y su época, centrándose en su labor como comerciantes y en su vida cotidiana, en su mayoría campesinos. Es decir, no todo eran barcos y pillaje. Este museo también es un buen sitio para conocer las piedras rúnicas que todavía se hallan por todo el país. Una de las estrellas de la visita es la Sala de Oro, una cámara subterránea tenuemente iluminada en la que relucen tesoros y trofeos vikingos. Los objetos más sorprendentes son los tres collares de oro del siglo V descubiertos en Västergötland en el siglo XIX.
Admirar el arte moderno en el Moderna Museet
El inconformista museo de arte moderno de Estocolmo, el Moderna Museet, presenta una fabulosa colección permanente de pintura, escultura, fotografía, videoarte e instalaciones, con obras de artistas famosos, de sus contemporáneos escandinavos y de nombres aún desconocidos.
Las galerías de la planta principal se distribuyen por épocas. Aquí pueden verse maestros modernistas como Edvard Munch, Ernst Ludwig Kirchner, Giorgio de Chirico y varias piezas de Marcel Duchamp. Y después, en las siguientes salas, se llega a nombres más conocidos: Francis Bacon, Salvador Dalí, Robert Rauschenberg, Georges Braque o Pablo Picasso. A esto se añade un enorme y exuberante recortable de Henri Matisse que cubre toda una pared. La zona más alejada suele albergar las novedades de la colección permanente, por lo que es la que cambia con más frecuencia. Aquí podremos encontrar cuadros de Barbara Kruger, instalaciones de Donald Judd y rompedoras obras de artistas aún desconocidos o de reconocidos creadores escandinavos. Y, además, en los jardines que rodean el museo esperan esculturas de diversos artistas, entre ellas alguna de Picasso.
Explorar Södermalm, la isla más moderna y bohemia
En Södermalm, una isla algo bohemia y con lustre, es donde se encuentran las mejores tiendas de segunda mano, galerías de arte, bares y cafeterías. Las montañas del norte proporcionan unas espectaculares vistas de Gamla Stan y del resto del centro de Estocolmo. Además, un par de museos completan la lista de imprescindibles de un barrio con una vida nocturna de lo más animada.
Södermalm es ideal para ir de bares, desde acogedores tugurios hasta espléndidos locales de diseño. El factor común, incluso en los más de moda, es la sencillez. En la gran plaza central, la Medborgarplatsen, todos los bares tienen terraza. Hacia el noroeste, en la preciosa plaza Mariatorget, se puede tomar una copa fuera o en el balcón del Hotel Rival, propiedad de ABBA. Otra propuesta es la de Marie Laveau, situada en una antigua fábrica de embutidos de Hornsgatan, es una animada zona de ocio que atrae a un público chic-bohemio. El bar, entre grunge y de diseño con suelo ajedrezado y columnas con azulejos que recuerdan al metro, sirve cócteles muy buenos. Además, el sótano se convierte en discoteca los fines de semana y también es famoso por su noche mensual Bangers & Mash, dedicada al pop británico.
Para entrar en el Snotty, un garito tranquilo, acogedor y uno de los lugares más agradables para tomar una copa en Estocolmo, hay que dar la vuelta e ir hacia el SoFo —acrónimo de South of Folkungagatan—, la zona más moderna de Estocolmo. Este lugar tiene un aire retro, con una barra de madera y carátulas de discos en las paredes. Y entre tanta marcha, los estocolmenses suelen hacer un alto en la noche para tomarse un kebab en alguno de los carritos ambulantes de la zona de Medborgarplatsen; es ideal para bajar las copas.
Contemplar fotografía en Fotografiska
El museo Fotografiska, imprescindible para amantes de la fotografía, está en una de las mejores ubicaciones de la ciudad. Sus exposiciones temporales, cuatro al año, están organizadas en forma de retrospectivas de grandes artistas. Algunos ejemplos de las últimas muestras son las de Annie Leibovitz, Irving Penn, Sebastião Salgado o Robert Mapplethorpe. También ofrece cursos de fotografía, organiza conciertos y acontecimientos especiales.
El edificio en sí mismo es otro de los atractivos: un antiguo y enorme (5.500 metros cuadrados) edificio de aduanas de construcción industrial modernista de ladrillo construido por el célebre arquitecto sueco Ferdinand Boberg en 1906, y transformado en el museo en 2010. Merece la pena echar una ojeada a la tienda de regalos, muy bien surtida. La colección de cámaras en miniatura es muy curiosa y también se venden cientos de fotos, libros de fotografía, postales y carteles.
Visitar el Ayuntamiento, el majestuoso Stadshuset
El céntrico barrio de Kungsholmen, que hasta hace poco era una joya poco valorada entre los visitantes frente al Gamla Stan, es cada vez más atractivo con fantásticos sitios para comer, parques y un larguísimo paseo con árboles junto al agua. Pero, sobre todo, es donde está uno de los edificios más importantes de Estocolmo, el Stadshuset, el Ayuntamiento. Domina la ciudad con su porte pesado y severo por fuera, pero brillante por dentro. Construido con ocho millones de ladrillos e inaugurado en 1923, fue diseñado por el arquitecto Ragnar Östberg, defensor del estilo romántico nacional sueco. Y, además de ser un llamativo punto de referencia en la ciudad, alberga las oficinas de más de 200 empleados municipales.
Lo que más llama la atención es su torre, rematada por una aguja dorada con las tres coronas reales, símbolo heráldico del poder sueco. Y dentro, en el centro del edificio, se halla el deslumbrante Gyllene Salen (Salón Dorado), revestido de bellos mosaicos creados con 19 millones de trozos de pan de oro. Aquí es donde tiene lugar el banquete posterior a la entrega de los Premios Nobel. Y en la bodega del Stadshuset, llamada Stadshuskällaren, se puede cenar (para grupos sirven el menú Nobel del año que se prefiera).
También puede disfrutarse del parque del Stadshuset, precioso en cualquier época, con sus vistas de Riddarholmen, una pequeña isla del centro de Estocolmo. Si hace buen tiempo y la temperatura acompaña, uno puede bañarse en el mar o tomar el sol.
Disfrutar de la gastronomía escandinava
Aunque la cocina escandinava es cada vez más valorada, a los mediterráneos todavía nos resulta exótica. Estocolmo, con media docena de restaurantes con estrella Michelin, es una ciudad de obsesiones gastronómicas: no dejan de abrirse nuevos sitios que sirven desde alimentos vegetarianos hasta fast food de moda.
En el mundo de la comida callejera sueca dominan los perritos calientes. La versión básica es el grillad korv med bröd, aunque también se puede pedir hervido (kokt). Aunque el plato estrella del país es el famoso smörgåsbord —un bufé elaborado con diferentes ingredientes típicos de la cocina sueca—.
Si preferimos los restaurantes más formales, entre los clásicos suecos está el Magnus Ladulås, una casa de comidas del siglo XVI con paredes abovedadas y aire medieval, en Gamla Stan. Cerca del palacio real está el Fem Små Hus, con una combinación perfecta de entorno antiguo y cocina tradicional. Y también se puede optar por una antigua cervecería sueca como Pelikan, que cuenta con una buena carta de clásicos suecos. Para los que no hayan probado nunca el reno o el arenque, esta es la mejor oportunidad. Y para merendar café y té con pasteles podremos hacerlo en una casa de muñecas a tamaño real en Sturekatten, una curiosa cafetería de Östermalm.
Descubrir el diseño escandinavo
Ikea nos ha familiarizado con el diseño escandinavo, y en Estocolmo vamos a conocer el origen de todo. La ciudad está llena de buenos diseños que unen la forma y la función de manera sublime y al alcance de todos. Además, es posible llevarse pruebas de ello a casa, inspirarse en su uso o solo admirar el estilo escandinavo en su entorno natural. No hace falta pasar mucho tiempo observando escaparates para darse cuenta de que la capital sueca es un museo viviente de diseño contemporáneo. No hay objetos sin estilo ni nada es ordinario. Desde los cartones de leche de Tom Hedqvist hasta las lámparas tutú de Jonas Bohlin o los bonitos ganchos de cocina de Ikea, los objetos cotidianos son lecciones de elegancia e innovación.
Svenskt Tenn, la escuela de diseño dirigida por Josef Frank, aún ejerce su dominio en la ciudad, y Nordiska Galleriet, que es un templo del diseño, es una tienda que es a la vez sala de exposición y un paraíso para los locos del diseño con una interesante colección de objetos. En Iris Hantverk se encuentran artículos domésticos de diseño inteligente y bonitos, y en el National Museum, la galería nacional de arte, está la mayor colección de objetos de diseño suecos.
En Estocolmo hay muchas más direcciones y al alcance de todos los bolsillos, como Filippa K, una de las primeras diseñadoras revolucionarias de Suecia, con tiendas por toda la ciudad. O las tiendas de DesignTorget, una cadena de diseño de vanguardia a precios accesibles que ofrece objetos domésticos y que, además, cuenta con varias tiendas céntricas. Y, sin buscar demasiado, en los grandes almacenes NK también tienen una fantástica selección de productos de diseño típicos suecos, desde bandejas hasta trapos de cocina o candeleros.
Para algo más parecido a una clase de historia, habrá que acercarse al Nordiska Museet, que muestra objetos de diseño a lo largo de la historia. También se puede hacer un peregrinaje por algunos de los hoteles y restaurantes más elegantes para disfrutar del diseño escandinavo. Por ejemplo, en el Café Opera, un bar-club con lámparas brillantes, frescos en los techos y ambiente de jet set, donde incluso el smörgåsbord es de diseño. O acudir al Birger Jarl Hotel, uno de los mejores hoteles boutique de diseño de Estocolmo.