Niza o cómo veranear en invierno en la Costa Azul

Con un clima dulce y 300 días de sol al año, la localidad francesa es sinónimo de lujo, dulzura y bienestar desde el siglo XIX. Aristócratas, músicos y escritores ya se dejaron seducir por su historia como pueblo piamontés y su personalidad única

Vista de la bahía de los Ángeles, en Niza, capital de la Costa Azul (Francia).Elisabeth Schittenhelm (Getty Im

En Niza se inventó el turismo de invierno, o eso dicen allí. Es su eslogan. Aunque la cosa tendría sus matices. La capital de la Costa Azul es sinónimo de lujo y bienestar, la douceur de vivre (la dulzura de la vida, en castellano). Un paraíso exaltado por artistas y escritores que siguieron la estela de ricos y poderosos en horario de recreo. Sus villas y palacetes fueron declarados por la Unesco patrimonio mundial. ¿Q...

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En Niza se inventó el turismo de invierno, o eso dicen allí. Es su eslogan. Aunque la cosa tendría sus matices. La capital de la Costa Azul es sinónimo de lujo y bienestar, la douceur de vivre (la dulzura de la vida, en castellano). Un paraíso exaltado por artistas y escritores que siguieron la estela de ricos y poderosos en horario de recreo. Sus villas y palacetes fueron declarados por la Unesco patrimonio mundial. ¿Qué hizo venir a aquellos precursores? Lo mismo por lo que siguen acudiendo en tromba hoy día los turistas: Niza es la segunda ciudad más visitada de Francia, después de París, y su aeropuerto, el segundo con mayor tráfico de pasajeros. Para los de ayer y los de hoy la postal no ha variado: una bahía de aguas azules, hialinas, protegida por el escudo pétreo de los Alpes Atlánticos, con un clima dulce en invierno, 300 días de sol al año y un aire de libertad propiciado por un vecindario cosmopolita.

Una buena definición a bulto de la ciudad se tiene “subiendo al castillo”, como allí dicen. Pero no hay castillo. Solo queda el monte donde estuvo y donde todo empezó. Hay ascensor gratuito para subir. Allí estuvo la ciudadela, hasta que Luis XIV la hizo arrasar. Ahora es un parque lleno de niños y turistas, con una cascada artificial y un par de miradores: hacia poniente, el mirador Nietzsche ofrece el panorama de la bahía, el cordón alpino que la protege y la inmensa mayoría se hace el selfi obligado con ese telón de fondo. Desde el mirador opuesto, a levante, se cierne a vista de pájaro el puerto deportivo, a los pies del monte Boron. En cuyas tripas se adentra la cueva de Lazaret, donde los neandertales cazaban conejos y flirteaban con los sapiens. Muchísimo después vinieron los griegos, que dieron a la ciudad su nombre: Nikaia, la victoriosa —sí, la misma palabreja de las zapatillas deportivas—. Unos mosaicos recuerdan a los griegos junto al mirador.

A los pies del castillo fue creciendo lo que llaman ahora le vieux Nice: un casco de trazado medieval, apretujado, con calles angostas, en cuesta o con escaleras, y un color descaradamente italiano: ocre y siena en las fachadas, balcones con ropa tendida, rótulos de calles en francés y nizardo, olor irresistible a comida. Y es que Niza era italiana… antes de que existiera Italia. Varias veces pasó de manos, y era francesa cuando en ella nació, en 1807, Giuseppe Garibaldi, el aventurero que, después de foguearse en Sudamérica, contribuyó a hacer del puzle italiano una patria unida. La reunificación de Italia llegaría finalmente en 1861, y Garibaldi moriría veinte años después en Cerdeña.

Una de las calles de la llamada 'le vieux Nice'.Piero M. Bianchi (Getty Images)

El héroe italiano da nombre y tiene estatua en la plaza Garibaldi, que hace de bisagra entre el vieux Nice y la Vila-Nova. Es una plaza enorme, de aire italiano. El mismo aspecto piamontés, acentuado si cabe por los portici o soportales, ofrece la otra plaza bisagra con la ciudad nueva, la plaza Massena, orillada por tranvías taciturnos y adornada con unos budas estilitas del español Jaume Plensa. Dentro del casco viejo, sin embargo, es donde late el corazón diminuto y más querido, la plaza Rossetti, ante la catedral barroca de Santa Reparata; esta mártir de época romana es patrona contumaz de muchas poblaciones italianas, incluida Florencia (como se canta en el Gianni Schicchi de Puccini); las reliquias de la santa fueron traídas en volandas por los ángeles, de ahí el nombre de bahía de los Ángeles que ostenta el frente marino.

La Fontaine du Soleil, en la plaza Massena de la ciudad francesa de Niza.Zoonar GmbH (Alamy / Cordon Pres

Hay un montón de iglesias barrocas en la vieja Niza. Todo resulta muy barroco y muy italiano, también los palacios y edificios civiles. Como el palacio Lascaris, que esconde una preciosa colección de instrumentos musicales antiguos. O el palacio de los Duques de Saboya (ahora Prefectura), de líneas clásicas. Delante de él se abre el Cours Saléya, que es el epicentro de la Niza divertida. Allí se montan los mercados callejeros de flores o antigüedades, según el día, y sus flancos están repletos de locales y terrazas animados día y noche. Solo hay algo parecido en la calle peatonal Massena, que sale de la plaza homónima. Y ya a otro nivel, para tarjetas oro, están Cap Ferrat y Paloma Beach, a los pies del monte Boron; el lujo allí es insultante, en terrazas, yates o villas que escalan el monte y ocultan a actores o deportistas archifamosos.

Mercado de flores y antigüedades de los lunes en Niza.Manfred Gottschalk (Alamy / Cord

El destino de Niza como goloso pastel de ricos empezó hacia 1822, cuando el pastor anglicano Lewis Way se fue de la lengua y sus compatriotas comenzaron a venir en masa. Ellos adecentaron lo que era un sendero de cabras y acabaría llamándose el Camino de los Ingleses, luego Promenade des Anglais. Una familia inglesa se dejaba en la temporada estival más ganancia de la que rendía la cosecha anual de un olivar (¿les suena?). La suerte de Niza estaba echada como paraíso turístico.

Dos mujeres de la alta sociedad británica en la Promenade des Anglais de Niza, en el invierno de 1930.KEYSTONE-FRANCE / Gamma-Rapho /

Los palacetes, villas y hoteles que se elevaron al borde de la Promenade des Anglais, y a sus espaldas, escalando incluso las colinas, fueron declarados patrimonio de la Unesco en 2021. Son decenas y decenas, en todos los modernismos posibles, art nouveau, art déco, eclecticismo, incluso acentos nacionalistas y exóticos, como la catedral rusa, la más grande fuera de territorio ruso. Entre los edificios más notables, el Hotel Negresco, todo un icono, el Palacio Massena (ahora museo), el Palace de la Mediterranée… Un caso aparte es la Ópera. Tras un incendio con sesenta muertos, en 1885 se rehizo el edificio actual, que por fuera se atenía a las directrices de Charles Garnier, mandamás de turno, pero por dentro conserva el esquema de teatro a la italiana. Por cierto, el foyer lleva el nombre de Montserrat Caballé; si en la vecina Mónaco reinaba la Callas, aquí lo hizo la Caballé durante décadas.

Detalle de la fachada del Palace de la Mediterranée, en el Promenade des Anglais de Nice.Felix Lipov (Alamy / Cordon Pres

Los personajes arrastrados hasta Niza por la fama son tantos casi como los guijarros de sus playas. Aristócratas como la reina Victoria de Inglaterra, el zar de Rusia o nuestra Isabel II. Músicos como Berlioz, escritores como Nietzsche, Dumas, Victor Hugo o Vicente Blasco Ibáñez, que escribió exilado las Novelas de la Costa Azul (1924) y está enterrado en la vecina Menton; también está sepultada, en el cementerio del Este, la Bella Otero, gallega que triunfó en la Belle Époque y murió en la miseria. También los cineastas: François Truffaut escogió Niza como escenario de ese ardiente canto de amor al cine que es La noche americana (1973).

Los pintores son capítulo aparte. Chagall y Matisse tienen sendos museos, uno casi frente al otro, en la colina de Cimiez, donde están las ruinas de la ciudad galo-romana (se puede subir con el autobús de la línea 5). Matisse descubrió Niza en 1917, se instaló en el inmenso Hotel Regina (por la reina Victoria, ahora apartamentos); a su muerte, en 1954, objetos suyos y las obras que donó a la ciudad se instalaron en una villa próxima del siglo XVII, a la que luego se unió un anexo subterráneo. El Museo Nacional Marc Chagall fue construido en vida del pintor, en 1973, para albergar telas de gran formato sobre temas bíblicos. A solo unos minutos en coche quedan Cagnes, Vence y Saint Paul-de-Vence. En Hauts-de-Cagnes se puede visitar la finca-estudio de Jean Renoir. Y en St. Paul-de-Vence, la Fundación Maeght, diseñada por José Luis Sert, es un templo del arte del siglo XX.

La obra 'Noe et l'arc-en-cie' de Marc Chagall, expuesta en el museo dedicado al artista en Niza.image / Alamy / Cordon Press

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