Emilio Rojo 2013, un vino blanco con alma

Emilio Rojo 2013 es un Ribeiro con sensación de plenitud cuya untuosidad tapiza el paladar

En España se ha instalado la idea de que el blanco tiene que ser un vino del año para estar en su punto óptimo, salvo que esté fermentado y criado en barrica. Esta losa impide que muchos vinos muestren toda su grandeza, que solo el tiempo desvelará.

Venturosamente, cada vez más bodegueros apuestan por la crianza sobre lías y el reposo en botella. Y uno de los pioneros es Emilio Rojo, un genial viticultor con mostachos que decidió abandonar su provechosa profesión de ingeniero de telecomunicaciones para volver a la viña y sentar cátedra sin levantar la voz.

Un perfeccionista del p...

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En España se ha instalado la idea de que el blanco tiene que ser un vino del año para estar en su punto óptimo, salvo que esté fermentado y criado en barrica. Esta losa impide que muchos vinos muestren toda su grandeza, que solo el tiempo desvelará.

Venturosamente, cada vez más bodegueros apuestan por la crianza sobre lías y el reposo en botella. Y uno de los pioneros es Emilio Rojo, un genial viticultor con mostachos que decidió abandonar su provechosa profesión de ingeniero de telecomunicaciones para volver a la viña y sentar cátedra sin levantar la voz.

Emilio Rojo 2013

  • Bodega: Emilio Rojo. Remoiño-Arnoia. 32233 Ponte Arnoia. Ribadavia (Orense).
  • Teléfono: 988 48 80 50.
  • DO: Ribeiro.
  • Tipo: Blanco criado sobre lías, 13%.
  • Cepas: Treixadura, Loureiro, Albariño, Lado y Torrontés.
  • Precio: 38 euros.
  • Puntuación: 9,5/10

Un perfeccionista del placer que trabaja personalmente su tierra, dos pequeñas viñas de 1,5 hectáreas plantadas en suelos graníticos meteorizados (descompuestos), de bajísima producción, con las variedades autóctonas de Ribeiro. Su vino, algo más de 3.000 botellas prodigiosas, sólo se elabora en años muy buenos.

Aquí la última muestra de su talento: con calma, hay que dejar que la nariz se empape del terruño y goce con la fruta carnosa y exótica, el laurel, el hinojo y la blanca flor de campo. Luego, en la boca la untuosidad tapiza el paladar de fruta perfumada; sensación de plenitud que sólo consiguen los vinos donde el autor se ha dejado el alma.

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