Alguien miente

Aunque algunos días lo parezca, este no es un juicio a los Mossos d'Esquadra

Dos mossos ante una urna de un colegio durante la jornada del referéndum del 1 de octubre en Cataluña. cCésar Manso (AFP)

Aunque algunos días lo parezca, este no es un juicio a los Mossos d’Esquadra. En su jornada 25ª, lo pareció otra vez. Pero no es así. El proceso al major de los Mossos, Josep Lluís Trapero, se escindió. Se celebra ante la Audiencia Nacional.

¿Por qué, pues, esta insistencia en el examen al desempeño de la policía autonómica catalana? Al menos por tres razones.

Procesalmente, porque para las acusaciones, la pasividad, complacencia o connivencia con los organizadores del ...

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Aunque algunos días lo parezca, este no es un juicio a los Mossos d’Esquadra. En su jornada 25ª, lo pareció otra vez. Pero no es así. El proceso al major de los Mossos, Josep Lluís Trapero, se escindió. Se celebra ante la Audiencia Nacional.

¿Por qué, pues, esta insistencia en el examen al desempeño de la policía autonómica catalana? Al menos por tres razones.

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Procesalmente, porque para las acusaciones, la pasividad, complacencia o connivencia con los organizadores del referéndum ilegal del primero de octubre de 2017 sería clave.

Clave para deducir la existencia de un supuesto delito contra el Estado. Presuntamente apoyado en la expectativa del apoyo de un cuerpo armado: o violencia (rebelión) o uso de la fuerza (sedición).

Institucionalmente, porque la rivalidad entre el cuerpo autonómico y los estatales es un secreto de polichinela. Los celos corporativos conforman un clásico. Y más si se trata de organismos de distinta edad, historia y aroma simbólico —jacobinismo, girondinismo— y que pugnan por el mismo espacio.

Y tres, porque eso se traduce en acidez personal, incluso en inquina. “La relación con Trapero fue siempre difícil”, confesó el coronel Pérez de los Cobos (5/3). “Yo ya no estaba jugando un buen papel”, se autocriticó el catalán, (14/3).

En esta pugna hay grados. Una cosa es tildar de pasividad al rival (a los Mossos, por blandura; a Guardia Civil y Policía Nacional, por carecer de verdaderos planes de acción). Otra, de espionaje. Conducta más grave, ¿no?

Este martes lo concretó al detalle el comisario Juan Manuel Quintela, jefe de información en Cataluña de la Policía Nacional:

“A las 8.15 un comunicado del Cecor [Centro de Coordinación de los Mossos] despacha la instrucción de que las unidades comuniquen cualquier movimiento” de Guardia Civil y Policía Nacional.

Añadió que el 52% de las matrículas de sus coches fueron chequeadas por los Mossos. Y que estos ocultaban esa información por el canal de “clave 21” (móviles): “No es normal”. Reiteraba lo dicho por Cobos: “Nos comunicaron que vehículos camuflados de Mossos hacían seguimiento de nuestras unidades” (5/3).

Inquirido Trapero por esos espionajes, enfatizó: “Por supuesto que no [los hubo]. Para tener información de los movimientos ni se ordenó ni tengo conocimiento de que ningún mando lo ordenara” (14/3). El mosso 6243 ratificó que no le dieron esas órdenes.

Así que alguien miente. A los jueces y a la ciudadanía. O quizá no. Quizá parece que mienta y solo exagera.

Los binomios de mossos apostados en los colegios electorales debían dar cuenta de todo lo que ocurría. Eso incluiría (también) los movimientos de otras fuerzas policiales.

Pero ¿sería una inspección ad hoc, un espionaje? O si la detallaron hasta el chequeo de placas, quizá se propasaran. Los audios de las comunicaciones ilustrarán sobre el alcance de las instrucciones. Y de su ejecución. Mientras, bulle la acritud de las guerras de gorros.

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