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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
Opinión

Aprender de los errores

Oxfam tiene la responsabilidad de explicar lo que ha ocurrido en Haití. Nosotros de no darles la espalda

Foto: Pablo Tosco.

Pertenecí al equipo de Oxfam Intermón durante casi quince años. He conocido a fondo su trabajo, la seriedad de sus programas y la extraordinaria calidad de su personal. Admiré –y admiro– la valentía y lucidez de sus posiciones públicas, a menudo en asuntos donde muy pocas organizaciones de esta relevancia se atreven a internarse.

Conocí de cerca la política de género de esta organización. Su compromiso férreo por los derechos de las mujeres en medio mundo: por las miles de niñas violadas en la RD del Congo, por las agricultoras despojadas de todo tipo de derechos en Centroamérica y por las madres y padres que en Madrid o Barcelona queríamos hacer compatible nuestra plena vida profesional con una plena vida familiar.

Lo que ha ocurrido en Haití es absolutamente repugnante e intolerable. Pero sé que Oxfam cuenta con cortafuegos eficaces para evitar estos comportamientos, aunque no sean infalibles porque ninguno puede serlo. Las organizaciones de Oxfam Internacional emplean a miles de personas en decenas de países. Sus operaciones humanitarias se realizan en contextos extremadamente hostiles y desesperados, donde a pesar de todo se respetan los criterios éticos más estrictos en la relación con los beneficiarios de los programas y con el propio personal de las organizaciones.

Por eso la responsabilidad de Oxfam es dar todas las explicaciones que sean necesarias por este asunto lamentable y trabajar para que nunca se repitan aprendiendo de sus errores, como les he visto siempre. La nuestra es aceptar que este es el modo correcto de enfrentarse a ellas y no dar la espalda nunca a quienes se están jugando la vida cada día por los demás. Ellos son los primeros horrorizados por lo que hemos conocido.

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