Aprender de los errores
Oxfam tiene la responsabilidad de explicar lo que ha ocurrido en Haití. Nosotros de no darles la espalda
Pertenecí al equipo de Oxfam Intermón durante casi quince años. He conocido a fondo su trabajo, la seriedad de sus programas y la extraordinaria calidad de su personal. Admiré –y admiro– la valentía y lucidez de sus posiciones públicas, a menudo en asuntos donde muy pocas organizaciones de esta relevancia se atreven a internarse.
Conocí de cerca la política de género de esta organización. Su compromiso férreo por los derechos de las mujeres en medio mundo: por las miles de niñas violadas en la RD del Congo, por las agricultoras despojadas de todo tipo de derechos en Centroamérica y por las madres y padres que en Madrid o Barcelona queríamos hacer compatible nuestra plena vida profesional con una plena vida familiar.
Lo que ha ocurrido en Haití es absolutamente repugnante e intolerable. Pero sé que Oxfam cuenta con cortafuegos eficaces para evitar estos comportamientos, aunque no sean infalibles porque ninguno puede serlo. Las organizaciones de Oxfam Internacional emplean a miles de personas en decenas de países. Sus operaciones humanitarias se realizan en contextos extremadamente hostiles y desesperados, donde a pesar de todo se respetan los criterios éticos más estrictos en la relación con los beneficiarios de los programas y con el propio personal de las organizaciones.
Por eso la responsabilidad de Oxfam es dar todas las explicaciones que sean necesarias por este asunto lamentable y trabajar para que nunca se repitan aprendiendo de sus errores, como les he visto siempre. La nuestra es aceptar que este es el modo correcto de enfrentarse a ellas y no dar la espalda nunca a quienes se están jugando la vida cada día por los demás. Ellos son los primeros horrorizados por lo que hemos conocido.