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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Terrorismo antinmigrazione

Los inmigrantes y refugiados solo pueden esperar malas noticias de las próximas elecciones italianas

Berlusconi y Salvini: razza superiore.Andrew Medichini. (AP)

Cuando los medios evitan utilizar el término "atentado" para describir el ataque racista que tuvo lugar esta semana en Macerata (Italia), nos impiden verlo como lo que es: terrorismo de ultraderecha. Seis inmigrantes negros recibieron los disparos de Luca Traini, un neonazi que en el pasado había sido candidato de la Liga Norte. Y el líder de este partido nacionalista y xenófobo, Matteo Salvini, tardó pocas horas en proporcionar su particular interpretación de los hechos: “Está claro que la invasión y la inmigración fuera de control conducen al conflicto social. (…) Si hay que culpar a alguien, el Gobierno es el que ha permitido que cientos de miles de inmigrantes ilegales vengan aquí sin ningún límite”.

"Si hay que culpar a alguien"…

En la Europa de 2018, los personajes como Salvini comienzan a ser la norma, no la excepción. Supremacistas y xenófobos, matones de porra o de cuello blanco, campan por sus respetos en gobiernos, organizaciones sociales y medios de comunicación. E Italia –que celebra elecciones dentro de un mes– es uno de los frentes calientes de esta epidemia. Esto es lo que he aprendido leyendo el estupendo informe de país que han realizado mis compañeras de porCausa como parte de nuestro proyecto Antinmigración:

  • En todas partes el ascenso directo e indirecto de la xenofobia es el resultado de una ecuación de dos variables: vulnerabilidad social y populismo. Italia tiene para dar y tomar de ambos. Uno de cada tres italianos vive en la pobreza o en riesgo de exclusión; uno de cada tres partidos ha hecho de los extranjeros y de quienes les apoyan la fuente de todos sus males.
  • La proporción de inmigrantes en la población total de Italia no es particularmente alta (10%, por debajo de la de España o Francia). Pero el peso de la responsabilidad que se han visto obligados a asumir durante la crisis de refugiados es groseramente desproporcionado: de las 10.000 peticiones de asilo de 2010 a las 122.960 de 2016. Las autoridades y la población perciben que Europa les ha dado la espalda. Es difícil culparles.
  • Mientras reclamaban más solidaridad, los gobiernos de centro-izquierda del Partido Democrático han desplegado en los últimos años una política dura de gestión fronteriza (doctrina Minniti, por el ministro que la impulsó) que combina la restricción de las facilidades de asilo, el aumento de los centros de detención y los acuerdos de repatriación y control con el mismísimo diablo (el de Libia, en concreto, ha ayuda a reducir las llegadas un 35% en 2017).
  • Según una encuesta reciente para algunos periódicos (Swg, 2 de febrero de 2018), los partidos de “línea dura contra los inmigrantes” podrían acumular un 30% del apoyo electoral. Viendo la trayectoria de los de las líneas “más blandas” durante estos años, es razonable asumir que cualquier opción de gobierno es un disgusto para los inmigrantes.
  • Silvio Berlusconi, una voz autorizada en cuestiones legales y financieras, ha hecho números en unas declaraciones a La Stampa: “solo el 5% de los que están en Italia, alrededor de 30.000, tienen derecho a permanecer como refugiados. Los otros 600.000 representan una bomba social lista para explotar que solo el gobierno de centro-derecha lograría desactivar”.

A esto se reduce el dilema de Europa: parecerse más o menos a Salvini y Berlusconi.

[La Fundación porCausa ha publicado esta semana una edición actualizada de su informe Antinmigración, que analiza el fenómeno en toda Europa. Pueden descargarlo aquí.]

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