La economía española sorprende al mundo: de oveja negra a motor europeo

España brilla en el exterior por la fortaleza de su crecimiento y los economistas internacionales vislumbran un cambio estructural en el patrón de crecimiento

Turistas internacionales en la zona de la Sagrada Familia., en Barcelona.Gianluca Battista

Nada es eterno, la realidad es dinámica y el peor de la clase, si se aplica, también puede sacar buenas notas y convertirse en ejemplo para los demás. Todas estas máximas se acomodan a la historia reciente de la economía española, que en los últimos 15 años ha estado varias veces al borde del precipicio y ha acabado resurgiendo de sus cenizas. Ya ha quedado atrás la imagen del país que se embriagó de la burbuja inmobiliaria, aquella economía moribunda que acaparó las miradas internacionales d...

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Nada es eterno, la realidad es dinámica y el peor de la clase, si se aplica, también puede sacar buenas notas y convertirse en ejemplo para los demás. Todas estas máximas se acomodan a la historia reciente de la economía española, que en los últimos 15 años ha estado varias veces al borde del precipicio y ha acabado resurgiendo de sus cenizas. Ya ha quedado atrás la imagen del país que se embriagó de la burbuja inmobiliaria, aquella economía moribunda que acaparó las miradas internacionales durante la crisis financiera en una mezcla de compasión y paternalismo. También se ha alejado de la retina esa instantánea desoladora de la pandemia, cuando el PIB empezó a caer en picado sin tener nada claro cuando se tocaría el fondo. Ahora los focos vuelven a ponerse sobre España, pero de una manera diametralmente opuesta. Es el gran país desarrollado que más creció en 2024, tira de una eurozona estancada y todos los organismos auguran que el vigor se mantendrá, un desempeño que supone un destello en un clima de ralentización general y que desde fuera se percibe con cierto entusiasmo, según una decena de economistas foráneos de primer nivel consultados por EL PAÍS.

“España da ahora una lección a todos sus críticos”, señalaba un editorial publicado la semana pasada por Le Figaro, el periódico con más difusión de Francia. Un mes antes era The Economist, bandera del liberalismo económico —célebre es su reportaje de 2008 titulado La fiesta se terminó sobre el pinchazo de la burbuja en España—, quien la coronaba como la economía avanzada con el mejor rendimiento del año en un artículo titulado Lo que una economía en auge puede enseñar al resto de Europa.

“España se ha convertido en el motor de crecimiento de la Unión Europea”, zanja desde el otro lado del Atlántico Jason Furman, profesor en la Universidad de Harvard. En 2024 la economía española sorprendió, y mucho, con un avance del 3,2%, cuatro veces más que la eurozona y por encima de las previsiones oficiales. Para este curso, el Gobierno ha mejorado sus pronósticos y estima una progresión del 2,6%. El mismo ejercicio lo han hecho todos los organismos, que a golpe de revisiones al alza sitúan el crecimiento del PIB en 2025 por encima del 2%, duplicando la tasa prevista para el bloque del euro.

El economista belga Paul de Grauwe opina que la recuperación española ante el periodo de policrisis marcado por la pandemia y la espiral inflacionaria ha sido “realmente notable”. También cree que está ayudando a derribar tópicos y a forzar un cambio de relato en la UE: “Existe una tendencia a pensar en marcos intelectuales fijos, heredados del pasado. Uno de esos era que el Norte de Europa era industrioso y el Sur se quedaba siempre atrás. Por lo general, no se explicaba por qué era así. Había muchos sesgos culturales subyacentes (el Norte frugal y el Sur derrochador). Los hechos pueden cambiar rápidamente, lo que hace necesario desechar estos marcos”.

De la misma idea es Cinzia Alcidi, investigadora principal en el Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS) en Bruselas. Cree que “la idea de que los Estados miembros del Sur lideren el crecimiento de la zona del euro está ganando terreno”, pues Alemania y Francia se enfrentan a importantes desafíos y otros Estados del Sur, en particular España, pero también Italia y Grecia, podrían seguir experimentando un rebote poscovid impulsado por el turismo y la inyección de dinero europeo. Hace pocos días, el rotativo británico Financial Times, muy crítico durante la Gran Recesión con los llamados PIGS, la sigla despectiva para identificar a los países más rezagados del euro en ese entonces (Portugal, Italia, Grecia y España), mencionaba una revancha del Mediterraneo, situando a España como líder del grupo. “No hay ninguna superpotencia de habla francesa, holandesa o alemana en el horizonte”, argumentaba.

De hecho, el crecimiento anémico de la zona euro en 2024, de tan solo el 0,7%, hubiese sido aún más raquítico sin el impulso español. Alemania, inalcanzable locomotora del continente y partidaria de drásticos recortes para el Sur durante la Gran Recesión, arrastra ahora los pies. Excesivamente dependiente del gas ruso, la crisis energética ha destapado sus vulnerabilidades y puesto en entredicho su modelo de crecimiento, basado en una industria manufacturera que no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y a la feroz competencia internacional. El año pasado el PIB germano retrocedió un 0,2% y este curso volverá a ser el farolillo rojo del bloque de la moneda única. El FMI estima que avance solo un 0,3% tras recortar nuevamente sus previsiones.

Francia ha salvado los muebles gracias a la energía nuclear, pero las turbulencias políticas que sufre desde hace tiempo le están pasando factura. Es el segundo gran socio de la eurozona que más creció en 2024 (1,1%), aunque muy alejado de España. Italia, con quien más se compara a España por sus parecidos en términos actividad y tejido empresarial —dominado por las pymes—, lleva años estancada, atrapada en la inestabilidad política, estrangulada por la deuda y, como Alemania, muy dependiente de los recursos energéticos extranjeros.

La decidida apuesta de España por las renovables es uno de los elementos que los analistas subrayan para explicar la resiliencia de su economía y la mejor salida de la crisis energética. La covid, una tragedia inenarrable en términos de vidas humanas, tampoco ha supuesto daños permanentes para la actividad como se llegó a temer. Pero hay más, según desgrana Ugo Panizza, profesor del Geneva Graduate Institute y vicepresidente del Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR): “España es capaz de responder a las crisis con políticas innovadoras, mientras que en Italia se tiende a pensar que la fuente de los problemas siempre son los demás: los inmigrantes, la UE, el euro...”, compara.

Las políticas migratorias más inclusivas son otro factor que desde fuera se destaca en el salto cualitativo que protagoniza la economía española. La fuerte inmigración, que está compensando el envejecimiento de la población autóctona y evitando que el mercado del trabajo se ahogue —y que contrasta con los enormes flujos en salida de los años posteriores a la Gran Recesión—, ha sido uno de los motores del crecimiento del PIB en el último año. A ello se añaden una recuperación imparable tras la pandemia del turismo, una de las claves de bóveda de la actividad española, el fuerte dinamismo de la demanda interna y del consumo público, el importante músculo exportador y un mercado laboral en máximos de afiliación.

Cambio estructural

Esta es grosso modo la historia de éxito de la economía española en los últimos años, pero el trayecto para amarrar hasta este puerto ha sido mucho más largo y doloroso. El ajuste tras el crac financiero y la crisis de la deuda —con el rescate a la banca— fue salvaje, como recuerda Gianmaria Milesi-Ferretti, investigador principal en el Brookings Institution y director adjunto del Departamento de Investigación del FMI entre 2014 y 2021. “Ha sido brutal por la tasa de desempleo, que alcanzó cifras elevadísimas; la gente se iba del país y las previsiones del FMI eran catastróficas”, recuerda. A partir de entonces, las tornas han cambiado y la economía se ha encarrilado hacia un crecimiento más sano. “No ha habido un boom en la construcción y la demanda interna financiado con un gran déficit en la balanza de pagos, como ocurría durante la burbuja. Ahora hay superávit y un crecimiento muy distinto al de los primeros años de este siglo”, añade el economista, que está “positivamente” sorprendido con el desempeño de España. Es decir, el crecimiento parece ahora más equilibrado, alejado de la euforia descontrolada que impulsó a algunos sectores económicos a principios de los 2000, sobre todo el inmobiliario y el financiero, y menos expuesto a posibles shocks.

Este cambio también lo perciben otros expertos y organismos que observan a España desde fuera. “Creo que se trata de un crecimiento genuinamente sostenible, no de una burbuja, dado el gran aumento de las exportaciones, de la productividad y de sectores orientados al futuro, como la energía limpia”, argumenta Furman, quien fue miembro del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca con Barack Obama. Según Carsten Brzeski, director global de Investigación Macroeconómica de ING, España “vivió un ciclo de auge y caída típico de los libros de texto, que terminó con la crisis financiera. Esta vez, el crecimiento parece ser más equilibrado e impulsado por varios factores, no solo la construcción”. En su opinión, se están viendo ahora los frutos de las reformas económicas llevadas a cabo en la década de 2010, la estabilización de las finanzas públicas y los fondos europeos vinculados al Plan de Recuperación, “uno de los mejores programas nacionales” que hace hincapié en sectores claves como la innovación y la transición verde.

“Las reformas llevadas a cabo durante la Gran Recesión, que han aumentado la estabilidad macrofinanciera, las inversiones en tecnología verde, un mercado laboral flexible pero menos precario en los últimos años, han cambiado la percepción de España entre los inversores”, detalla Marco Buti, profesor en el Instituto Universitario Europeo y ex jefe de gabinete del Comisario de Economía Paolo Gentiloni. El banco de inversión japonés Nomura, en su último informe irónicamente titulado Spain goes boom boom boom (España vive un bum bum bum, en castellano), invita a los mercados a mirar a España con otros ojos, sugiriendo que la fortaleza actual puede ser el resultado de cambios estructurales. Richard C. Koo, economista jefe del instituto de investigación de la entidad, alerta sin embargo sobre las elevadas tasas de ahorro de los hogares y sobre todo de las empresas: “Esto sugiere que las compañías españolas no están pidiendo préstamos para expandir sus operaciones. No es bueno para el crecimiento a largo plazo de la productividad y la capacidad productiva españolas”.

Debilidades

Como señala Koo, la buena marcha actual no significa que la economía española esté libre de talones de Aquiles y haya superado todos sus complejos. La fuerte dependencia del turismo, por ejemplo, es uno de los puntos débiles que destacan varios analistas, pues es un sector volátil y de baja productividad. Hosuk Lee-Makiyama, director del Centro Europeo para la Economía Política Internacional y profesor en la London School of Economics, cree además que la estabilización de los mercados y la inyección de fondos europeos han jugado un papel fundamental en la evolución reciente, lo que resta argumentos a la tesis de ese cambio estructural que vislumbran otros expertos y que defiende el Gobierno.

A todo ello se suman otros desafíos: una tasa de paro que, pese a estar en mínimos desde 2008, sigue siendo de las más elevadas de la Unión, una inversión que no ha despegado del todo y unos precios de la vivienda en máximos. José Antonio Ocampo, docente en la Universidad de Columbia y exministro de Hacienda de Colombia, añade otros posibles puntos de quiebre. “Vale la pena destacar la alta deuda pública, aunque en descenso, y el lento crecimiento de la productividad”, concreta, dos males que afectan a muchos otros los socios de la UE y sobre los cuales Bruselas ha puesto la lupa.

“El crecimiento permanente deberá estar vinculado a las posibilidades de la economía española de dar un salto tecnológico, manteniendo un equilibrio entre eficiencia y equidad”, sugiere Buti. También habrá que estar pendiente del panorama internacional, con riesgos a la baja por la inestabilidad geopolítica y las tensiones comerciales, y ver si Europa finalmente despierta. “El crecimiento español es una buena noticia para la zona euro, pero tenemos que esperar que la economía alemana se levante porque su PIB es el doble que el español”, matiza Milesi-Ferretti. Mientras tanto, el nuevo alumno aventajado de Europa deberá seguir aplicándose.

Con información de Manuel V. Gómez (Bruselas), Rafa de Miguel (Londres), Guillermo Abril (Pekín) y Federico Rivas (Buenos Aires).

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