Los alimentos se disparan hasta máximos de una década y dan alas a la escalada de la inflación
La subida, liderada por los cereales, los aceites vegetales y la carne, aumenta la presión sobre los países más pobres y los consumidores de menores ingresos
Por si no era poco, los alimentos añaden un punto más de picante a la escalada inflacionista global. El índice de precios de la FAO se disparó en septiembre hasta su nivel más alto en una década, según las cifras publicadas este jueves por el brazo de Naciones Unidas para cuestiones agrarias. El indicador, que replica la cotización de los alimentos más consumidos en el mundo, escaló un 1,2% respecto ...
Por si no era poco, los alimentos añaden un punto más de picante a la escalada inflacionista global. El índice de precios de la FAO se disparó en septiembre hasta su nivel más alto en una década, según las cifras publicadas este jueves por el brazo de Naciones Unidas para cuestiones agrarias. El indicador, que replica la cotización de los alimentos más consumidos en el mundo, escaló un 1,2% respecto a agosto y casi un 33% respecto al mismo mes del año pasado, cuando la pandemia aún hacía estragos. La comida solo ha sido tan cara en una ocasión en toda la serie histórica: en diciembre de 2010, cuando la especulación, el aumento de la demanda china e india y el encadenamiento de una serie de malas cosechas dispararon los precios.
El encarecimiento de los alimentos, de consecuencias siempre regresivas, tiene dos grandes damnificados: los países más pobres y las capas de la población de menores ingresos en las economías avanzadas, en cuya cesta de la compra la comida tiene un peso mayor. Y añade una buena dosis de presión sobre los índices generales de precios, que en septiembre subieron a su mayor velocidad en más de una década tanto en Estados Unidos como en Europa y que se han convertido en uno de los asuntos más candentes de la actualidad económica.
Buena parte de la subida tiene que ver con el encarecimiento salvaje de los cereales y de los aceites de origen vegetal, dos grupos de productos que ocupan un lugar clave en la dieta en prácticamente todos los rincones del mundo. En el último año, el trigo se dispara un 41%, una evolución que la FAO achaca a la confluencia de una disponibilidad limitada para exportar y una demanda que no afloja. “Será el centro de atención en las próximas semanas”, afirma Abdolreza Abbassian, economista del organismo con sede en Roma. El maíz, otro cereal clave en la dieta global, escala un 38% desde septiembre del año pasado a pesar de haber frenado en seco su crecimiento en las últimas semanas gracias a una previsión de cosechas mejor de lo anticipado.
Más demanda que oferta en el mercado de cereales
El encarecimiento de los cereales responde, en gran medida a una combinación de mercado muy poco propicia: pese a que la producción está en niveles récord, sigue siendo insuficiente para cubrir las ingentes necesidades de consumo. La FAO prevé que la oferta mundial de granos alcance este año un pico de 2.800 millones toneladas (un 1,1% más que el año pasado), frente a una demanda de 2.811 millones de toneladas (un 1,8% más). Un desequilibrio limitado y parcialmente provocado por el mayor uso de trigo como pienso, pero suficiente para disparar su precio hasta máximos desde 2011 y para provocar una reducción generalizada de las existencias.
Aún más fuerte ha sido el alza experimentada por los aceites vegetales, que se disparan un 60% en doce meses hasta su nivel más alto desde el verano de 2008, en pleno bum de las materias primas. Lo hacen arrastrados por el encarecimiento de la palma, en máximos de 10 años por el tirón de la demanda y el temor a la escasez de mano de obra migrante en Malasia —el segundo mayor productor del planeta y que aporta más de la cuarta parte de la oferta—, y la colza. En el lado contrario, la mayor estabilidad de la soja —por la incertidumbre sobre el consumo futuro para la elaboración de biodiésel— y el girasol contribuyen a mitigar la subida.
La carne, en máximos históricos
Cereales y aceites al margen, la carne se ha convertido en uno de los principales foco de preocupación: es ya el cuarto mes consecutivo en niveles récord desde que hay datos, una serie que se remonta hasta 1990. En lo que va de año la subida es del 26%, en buena medida por el alza del ovino y el bovino mientras la carne de cerdo y, sobre todo, la de aves de corral pica a la baja tras varios meses consecutivos de subidas.
Aunque también preocupante, menos grave es el encarecimiento de los lácteos, que repuntan un 15% de media respecto a septiembre de 2020. Lo hacen, en gran medida, aupados por el fuerte repunte de la leche desnatada en polvo y —sobre todo— de la mantequilla, a rebufo de una demanda global que no deja de crecer. Por su parte, la leche entera en polvo y el queso experimentaron un aumento “moderado”, en palabras de los técnicos de la FAO, producto de una producción limitada, bajas existencias y una demanda interna constante en el Viejo Continente.
El azúcar, que en 2010 fue uno de los principales factores detrás del encarecimiento de los alimentos, acumulaba en septiembre un sustancial incremento interanual superior al 53%, aunque en gran medida fruto del efecto comparación con un 2020 en el que la crisis sanitaria le pasó especial factura. Con todo, aún queda lejos, muy lejos, de los niveles alcanzados una década atrás. Apenas una buena noticia en un índice que no deja más que quebraderos de cabeza para los consumidores.