Ante el debate del estado de la nación

Del fin de la recesión al acoso de los mercados financieros

La política económica ha virado en redondo ante la crisis

"Yo, señor Rajoy, he dicho que no hay que hacer una reforma laboral". La frase corresponde al debate sobre el estado de la nación del año pasado y fue pronunciada por Zapatero, que puso mucho énfasis en "dejarlo muy claro delante de todos los ciudadanos". En aquel momento, el Gobierno aún vivía en la ensoñación de que no serían necesarias reformas de calado en la economía española para salir de una crisis que por entonces atravesaba su momento más agudo.

Del mismo modo que el Gobierno se equivocó al diagnosticar la llegada de la crisis, también erró con respecto a la salida. "España sal...

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"Yo, señor Rajoy, he dicho que no hay que hacer una reforma laboral". La frase corresponde al debate sobre el estado de la nación del año pasado y fue pronunciada por Zapatero, que puso mucho énfasis en "dejarlo muy claro delante de todos los ciudadanos". En aquel momento, el Gobierno aún vivía en la ensoñación de que no serían necesarias reformas de calado en la economía española para salir de una crisis que por entonces atravesaba su momento más agudo.

Del mismo modo que el Gobierno se equivocó al diagnosticar la llegada de la crisis, también erró con respecto a la salida. "España saldrá de la recesión como el resto de los países europeos", decía en septiembre pasado Zapatero, cuando en realidad las grandes economías europeas ya habían vuelto a crecer. El Gobierno empezó a hacer parte de los deberes del ajuste fiscal en los Presupuestos, con una subida del IVA y del IRPF que fue pésimamente comunicada. Y lanzó el proceso de reforma de las pensiones y del mercado de trabajo al arrancar 2010, pero sin excesiva convicción.

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Ni siquiera cuando la crisis fiscal griega se agravó e hizo necesario el rescate europeo, el Gobierno español era consciente de la amenaza que se cernía sobre España. Es verdad que se abría paso la tesis de que sanear las cuentas públicas era vital para impulsar la recuperación, pero en pleno rescate griego el Gobierno aún creía que bastaría con aplicar el plan previsto y que ni había margen -ni eran convenientes- ajustes adicionales. En cuanto a reformas, el pactito de Zurbano y la ley de la economía sostenible hacían que el Ejecutivo se diese por satisfecho. España no se vio reflejada en el espejo griego hasta que se lo pusieron delante de la cara a Zapatero sus colegas europeos y los mercados financieros (esos conspiradores).

Todavía el 5 de mayo, tras su reunión con Rajoy, el mensaje del presidente era: "Reducción del déficit, sí. Drástica, no". Dos días después, la prima de riesgo española alcanzaba el que hasta ese momento era su máximo de la era euro. Había pasado en cuestión de semanas de 66 a 165 puntos básicos. Los mercados se cerraban para España y el euro parecía en peligro. La crisis se agravaba, curiosamente, cuando se acababa de conocer que España había dejado atrás la recesión (eso sí, con una tasa de paro del 20%).

El Gobierno se vio al borde del abismo y todo el discurso anterior saltó por los aires. Llegaron el recorte de sueldo de los funcionarios, la congelación de las pensiones y las demás medidas de ajuste. En contra de lo que dijo el año pasado, Zapatero llega al debate de este año con una reforma laboral aprobada por decreto y también con una reestructuración de las cajas (real y normativa). El próximo paso es la reforma de las pensiones.

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