Por fin a la hazaña pura
"Pedro Salinas lleva también su sambenito, y es esa insistencia en ubicarlo en el conceptismo. Algún ismo tenía que caerle, él que adoraba las islas: '¡Las islas, qué felices son las islas!'.
Algo de isla tiene su obra. Incluso podemos percibir el brillo no oxidado de una convulsa felicidad. Una isla, en todo caso, que se sostiene. Una isla de viento que agita estos poemas y una luz que los mantiene despiertos. El tiempo no ha podido corroerlos. Hace mutis y hace bien. Es verdad que hay en Salinas, muy adrede, un consciente distanciamiento del modernismo y sus renuevos. Pero el sentido ...
"Pedro Salinas lleva también su sambenito, y es esa insistencia en ubicarlo en el conceptismo. Algún ismo tenía que caerle, él que adoraba las islas: '¡Las islas, qué felices son las islas!'.
Algo de isla tiene su obra. Incluso podemos percibir el brillo no oxidado de una convulsa felicidad. Una isla, en todo caso, que se sostiene. Una isla de viento que agita estos poemas y una luz que los mantiene despiertos. El tiempo no ha podido corroerlos. Hace mutis y hace bien. Es verdad que hay en Salinas, muy adrede, un consciente distanciamiento del modernismo y sus renuevos. Pero el sentido que tomó no supuso esa cruel cirugía de podar la sensualidad. Ni el humor, ni el juego, ni la pasión. Frente a la dualidad, a la contraposición de pensamiento y emoción, de conocimiento y experiencia -¡como si los hemisferios humanos se pudiesen desgajar mitad y mitad a la manera de un melón!-, Salinas lucha contra la escisión y propicia 'las solitarias citas / de la carne y las alas'.
Acierta con la posición, con el lugar de la mirada. No es fácil. (...)".
Extracto del prólogo de Manuel Rivas de la antología de Salinas.