Premio Cervantes 2008

La búsqueda de lo esencial

Se trata de cruzar una calle y escaparse de casa y del barrio. Y luego convertir en territorio de ficción el barrio del que se ha escapado, sabiendo paradójicamente que ya nunca se volverá a él. En las novelas, aparentemente el barrio es una combinación muy flexible de antiguas barriadas que conoce muy bien. La Salut, el Carmel, el Guinardó y Gràcia. "Era un tiempo muy curioso: Si no te jodían unos, te jodían los otros". Allí ha vivido siempre. Pero el barrio en la realidad es mental, y es el mundo. Con el tiempo, se ha ido adueñando de ese mundo de Marsé y de su estilo narrativo una sabiduría...

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Se trata de cruzar una calle y escaparse de casa y del barrio. Y luego convertir en territorio de ficción el barrio del que se ha escapado, sabiendo paradójicamente que ya nunca se volverá a él. En las novelas, aparentemente el barrio es una combinación muy flexible de antiguas barriadas que conoce muy bien. La Salut, el Carmel, el Guinardó y Gràcia. "Era un tiempo muy curioso: Si no te jodían unos, te jodían los otros". Allí ha vivido siempre. Pero el barrio en la realidad es mental, y es el mundo. Con el tiempo, se ha ido adueñando de ese mundo de Marsé y de su estilo narrativo una sabiduría que sólo está al alcance de los mejores. A través de la estilización de su primitivo punto de fuga, ha tensado en sus últimas novelas la cuerda de la búsqueda de lo esencial. Y ahora huye de su propio barrio inventado, últimamente con los ojos vueltos a la cuenca interior, adentrándose en las arenas movedizas de la identidad, acaso su gran tema.

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Todo el mundo coincide en que habría sido un gran escritor, aquí y en Shangai, con unas lecturas u otras, porque es un narrador nato. Pero se sabe menos que las últimas novelas son un prodigio de talento narrativo que surge de la modificación de su propio punto de fuga. Lo único que con el tiempo no ha cambiado en él es su forma de reaccionar ante lo real. Al igual que su abuela cuando le contó la verdad y sólo la verdad sobre sus padres, algunos hechos no se los cree del todo, hasta que el tiempo los ha transformado y puede ya situarlos en las afueras de las afueras del barrio del que escapó y del que no cesa de escaparse. Muy especialmente en los últimos tiempos, se ha convertido en el menos realista de todos. Le sucede como a Juan Rulfo, otro de los verdaderamente grandes. Todo el mundo piensa que sus libros reflejan un mundo real, y en realidad hasta la lengua que hablan sus personajes está inventada. Con Marsé pasa lo mismo. Sin embargo, cuando se quiera saber la verdad histórica y el clima moral de la España de la postguerra, se tendrá que recurrir siempre a él, precisamente a él, que tan alejado está de la versión oficial, de sus monumentos y de su mística patriotera.

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