Análisis:

El último reducto

Cuando Fernando Savater escribió el capítulo titulado 'El asesino sin huellas' de su libro La infancia recuperada habló de aproximar dos géneros literarios: la narración detectivesca y la narración especulativa. Sostenía que tanto el filósofo como el detective buscaban la solución de un enigma, desglosada en unas preguntas elementales: ¿por qué? ¿quién? ¿cómo? Hay una diferencia, sin embargo: la novela policial, al menos en su edad de oro, tiene un componente de juego, casi de acertijo, que la filosofía no comparte; pero también es verdad que, en cierto modo, se trata del juego de la ló...

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Cuando Fernando Savater escribió el capítulo titulado 'El asesino sin huellas' de su libro La infancia recuperada habló de aproximar dos géneros literarios: la narración detectivesca y la narración especulativa. Sostenía que tanto el filósofo como el detective buscaban la solución de un enigma, desglosada en unas preguntas elementales: ¿por qué? ¿quién? ¿cómo? Hay una diferencia, sin embargo: la novela policial, al menos en su edad de oro, tiene un componente de juego, casi de acertijo, que la filosofía no comparte; pero también es verdad que, en cierto modo, se trata del juego de la lógica, valga la expresión. La novela detectivesca que le gusta a Fernando es la clásica: la habitación cerrada, el asesinato anunciado... e incluso el elemento sobrenatural, algo que su querido John Dickson Carr usó en dos novelas magistrales: El jurado de fuego y La cámara ardiente. En lo tocante a la novela policiaca, coincidimos; en la afición por el turf -de la que él ha hablado largo y tendido en Cabalgando entre milenios- también. Respecto de la filosofía, nuestro más brillante polemista ha dado cumplida muestra de inteligencia y pasión, porque lúcido es, pero vitalista también.

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Un plato de gusto

No cuesta nada imaginar que la novela con la que ha ganado el Premio Planeta de este año es un plato de gusto al que va a ser muy difícil resistirse: crimen, caballos y la irrenunciable práctica del conocimiento. ¿Será este libro la plasmación de aquella enunciada aproximación entre la narración detectivesca y la narración especulativa? No cuesta mucho imaginarlo porque cuando se juntan tantas aficiones -y seguro que además alguien se fuma unos buenos habanos o quizá apura su última botella de Sangre y Trabajadero con una tapa de mojama- en una persona tan jubilosa, que es además amante de la figura del narrador tradicional, la suerte parece echada. Dorothy L. Sayers se preguntó en su día por qué el escritor intelectual se siente tan atraído por la novela de intriga; quien lo explica a la perfección es Joyce Carol Oates. "En el fondo", dice, "hoy la novela policiaca es el último reducto de la ortodoxia en la novela".

En el primer capítulo de La infancia recuperada comienza por decir: "Si yo supiera contaros una buena historia, os la contaría. Como no sé, voy a hablaros de las mejores historias que me han contado". Pues parece que se han vuelto las tornas. Ya nos ha contado más de una y con buen tino, pero algo me dice que ésta va a ser la mejor de todas y yo, desde luego, ya he elegido la butaca y el rincón donde voy a leerla en la convicción de que ha de ser la mejor historia que este viejo amigo me vaya contar.

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