Análisis:ANÁLISIS | El conflicto de Oriente Próximo

Egipto, entre la espada y la pared

La brecha que Hamás ha abierto en la frontera con Egipto ha alcanzado El Cairo. Entre la espada de las presiones estadounidenses y la pared de su opinión pública, el presidente egipcio se ha visto obligado a actuar. Hosni Mubarak intenta recuperar el protagonismo regional que había perdido. Los riesgos son evidentes, pero tal vez sea su última oportunidad para lograr apoyo popular antes de ceder el bastón de mando a su hijo Gamal.

"No tenía otra alternativa", interpreta un embajador europeo en El Cairo. A pesar de las acusaciones que llegan desde Israel, este observador opina que permit...

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La brecha que Hamás ha abierto en la frontera con Egipto ha alcanzado El Cairo. Entre la espada de las presiones estadounidenses y la pared de su opinión pública, el presidente egipcio se ha visto obligado a actuar. Hosni Mubarak intenta recuperar el protagonismo regional que había perdido. Los riesgos son evidentes, pero tal vez sea su última oportunidad para lograr apoyo popular antes de ceder el bastón de mando a su hijo Gamal.

"No tenía otra alternativa", interpreta un embajador europeo en El Cairo. A pesar de las acusaciones que llegan desde Israel, este observador opina que permitir el paso a los palestinos era la única forma de evitar que Hamás capitalizara la voladura del muro. Sin duda, el movimiento islamista se ha apuntado un tanto, pero al menos no ha ocurrido el drama que se temía. Mubarak no podía ordenar a sus guardafronteras que dispararan contra civiles desarmados.

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Otros analistas se han apresurado a señalar el peligro de desestabilización de una avalancha humana y las afinidades entre los Hermanos Musulmanes y Hamás (hijo ideológico del movimiento islamista egipcio). Pero hasta el momento, los palestinos se han limitado a comprar lo que han podido para paliar sus enormes carencias y a volverse a casa. La flexibilidad egipcia con quienes cruzan la frontera de Rafah sólo llega hasta El Arish, 60 kilómetros al oeste, tal como ya sucedió en 2005 cuando Israel se retiró de esa linde.

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De hecho, lo contrario, haber seguido apoyando el ahogamiento de 1,5 millones de palestinos, resultaba mucho más arriesgado. Dentro de Egipto, sólo daba argumentos a los Hermanos Musulmanes, la única oposición organizada al régimen de Mubarak. Fuera, la astuta diplomacia de Teherán, que hace ya tiempo que desbancó a El Cairo como valedor de la causa palestina en la región, había vuelto a tomar la iniciativa convocando una reunión de la Conferencia Islámica. El presidente iraní incluso telefoneó el lunes al egipcio por primera vez desde la ruptura de relaciones en 1979.

Ahora bien, el reto es enorme. Más que si la policía egipcia es capaz de controlar el flujo de palestinos (ya lo demostró en 2005), habrá que ver si Mubarak es capaz de sentar a dialogar a Hamás y Al Fatah para que el asunto de la frontera pueda resolverse entre Egipto y la Autoridad Palestina, sin la intervención de terceros como se acordó tras la retirada israelí. Ni las ambiciones de Hamás (que aspira a controlar la frontera), ni el retraimiento de Mahmud Abbas (cada vez más desconectado de los suyos), ni la falta de responsabilidad de los israelíes que quieren desentenderse de un territorio que han ocupado durante 39 años, se lo ponen fácil.

En la recta final de casi 27 años en el poder, Mubarak necesita un órdago que le permita desbloquear la parálisis política. El desencanto de los egipcios (que ni tienen voz en las decisiones políticas ni se han beneficiado del crecimiento económico de los últimos años) y la debilidad de la oposición laica, dan las mejores cartas a los islamistas. Quitarles el as de la causa palestina podría ayudar al rais.

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