Una antología desvela la visión del mundo de Paul Valéry

Los 'Cuadernos' del poeta y pensador francés son traducidos por primera vez al español

Durante más de 50 años, entre 1894 y 1945, Paul Valéry se levantaba entre las cuatro y las cinco de la mañana y se ponía a escribir. Lo hacía en unos cuadernos y volcaba allí las consideraciones más diversas sobre todo tipo de materias. Notas, apuntes, breves desarrollos, reflexiones, destellos. "Quería reunir y rechazar en bloque todo lo que viene a la mente", escribió allí. Basta detenerse en esta línea suelta, tomada al azar, para acercarse a la envergadura de su cometido. "Reunir y rechazar", dos opciones contrapuestas, y hacerlo además "en bloque". ¿Y qué era lo que lo ocupaba? "Todo lo q...

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Durante más de 50 años, entre 1894 y 1945, Paul Valéry se levantaba entre las cuatro y las cinco de la mañana y se ponía a escribir. Lo hacía en unos cuadernos y volcaba allí las consideraciones más diversas sobre todo tipo de materias. Notas, apuntes, breves desarrollos, reflexiones, destellos. "Quería reunir y rechazar en bloque todo lo que viene a la mente", escribió allí. Basta detenerse en esta línea suelta, tomada al azar, para acercarse a la envergadura de su cometido. "Reunir y rechazar", dos opciones contrapuestas, y hacerlo además "en bloque". ¿Y qué era lo que lo ocupaba? "Todo lo que viene a la mente". Ahí es nada.

Nacido en 1871 en Sète, Valéry se instaló en París en 1894 y entró en los círculos literarios de la mano de Pierre Louys. Fue amigo de Mallarmé y de Gide y deslumbró como poeta con El cementerio marino. Escribió ensayos, teatro, prosa -como La velada con el señor Edmond Teste- y más poesía. Estudió Derecho, trabajó como funcionario del Ministerio de Guerra, como secretario de André Lebey (escritor, diputado socialista, alto dignatario del Gran Oriente de Francia, fundador de L'Humanité), como profesor. Sus ideas conservadoras quedan eclipsadas por la audacia de sus reflexiones en otro tipo de materias.

Cuando el autor murió en 1945, su familia descubrió 261 libretas
"Quería reunir y rechazar en bloque todo lo que viene a la mente", escribió

Cuando Paul Valéry murió en París en 1945, su familia descubrió lo que tenía entre manos: 261 cuadernos. ¿Qué podían hacer? ¿Cómo enfrentarse a las miles y miles de anotaciones que contenían? El susto tuvo que ser tal que la opción inmediata fue hacer una edición facsimilar. Que todo salga tal cual. Entre 1957 y 1961, y con una discreta tirada de cinco centenares de ejemplares, se publicaron los cuadernos en 29 tomos. Sin tocar nada, como el autor los había dejado.

Ayer en Madrid se presentó la primera traducción que se hace al español de esta singular aventura literaria. Cuadernos (1894-1945) (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores) es una antología de más de 500 páginas que ha realizado Andrés Sánchez Robayna -y que ha traducido también él con Maryse Privat y Fátima Sainz- de la obra original de Paul Valéry (en Francia y en Alemania se han publicado los cuadernos completos y en Italia están en camino). ¿Qué hay ahí? Pues mucho y de lo más diverso, y con la contundencia y lucidez de una inteligencia que trabajaba en estado de máxima concentración y que pretendía ocuparse, tratar, pensarlo e imaginarlo todo.

Contó ayer Sánchez Robayna que, en vida, Valéry se planteó lo que podía hacer con lo que contenían sus cuadernos. "Empezó a pasar algunas anotaciones a máquina, pero al final lo dejó todo en manos de dos secretarias, que debían ocuparse de ordenar sus apuntes por temas". De hecho, la primera antología de los cuadernos que publicó Gallimard en 1981 se ordenó siguiendo ese criterio, que es también el que se ha utilizado ahora. Con leer el índice se comprende qué diablos hacía el autor de El cementerio marino a primeras horas del día, solo consigo mismo y arañando hoja tras hoja. Ego, Lenguaje, Filosofía, Sistema, Memoria, Tiempo, Sueño, Conciencia, Eros, Matemáticas, Ciencia, Poesía, Historia-Política... Por sólo citar unas cuantas áreas que centraron su interés.

He aquí unas cuantas cápsulas para ir haciendo boca: "Todo está predicho por el diccionario". "Pensar es esperar más o menos pasivamente". "El despertar da a los sueños una reputación que no se merecen". "El álgebra es la expresión reducida a los actos". "La mezcla de amor y mente es la bebida más embriagadora". "El poema es a la novela lo que el sonido es al ruido". "En una guerra moderna, si alguien mata a alguien, mata a su proveedor o a su cliente".

¿Qué son los cuadernos? Un taller de escritura, un diccionario intelectual, una enciclopedia íntima, un repertorio filosófico, la suma de un pensamiento libre. De todas esas maneras los definió Sánchez Robayna. Dijo que son creación, pero también reflexión sobre el proceso creativo y sobre el proceso mental. En sus páginas resuenan ecos de Pascal y Montaigne, "pero tienen mucho que ver con lo que hicieron Novalis y Leopardi, que fueron también poetas y pensadores y que escribieron también múltiples anotaciones sobre múltiples cuestiones", comentó. Octavio Paz, Theodor W. Adorno o T. S. Eliot se rindieron de inmediato a su inmenso poder intelectual. Influyeron decisivamente en Walter Benjamin. Y en el químico Ilya Prigonine, que escribió en un largo ensayo que todas las teorías de la física actual sobre el tiempo están ya anunciadas en los cuadernos de Paul Valéry.

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