Reportaje:

Buscar el cielo

Una casa laberíntica trepa por la torre que remata un antiguo hotel en el centro de Buenos Aires. Es la vivienda de un cocinero que persigue la calidez de los años cuarenta.

Germán Martitegui es uno de los chefs más exitosos de Buenos Aires (a la cabeza de Casa Cruz y Olsen) y ha conquistado inteligentemente otros mercados, como el de España: dirige un segundo restaurante Olsen en Madrid. Armó su lugar en el mundo en pleno microcentro porteño, en una cúpula. A finales de 1996 se presentó la oportunidad de comprarla y ni siquiera tuvo que entrar a la torre para decidirse. Ya había escogi...

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Una casa laberíntica trepa por la torre que remata un antiguo hotel en el centro de Buenos Aires. Es la vivienda de un cocinero que persigue la calidez de los años cuarenta.

Germán Martitegui es uno de los chefs más exitosos de Buenos Aires (a la cabeza de Casa Cruz y Olsen) y ha conquistado inteligentemente otros mercados, como el de España: dirige un segundo restaurante Olsen en Madrid. Armó su lugar en el mundo en pleno microcentro porteño, en una cúpula. A finales de 1996 se presentó la oportunidad de comprarla y ni siquiera tuvo que entrar a la torre para decidirse. Ya había escogido esa cúpula muchos años atrás. Desde entonces ha construido y redescubierto lo que hoy es una vivienda octogonal de tres pisos. La cúpula en forma de torre está instalada en la terraza del edificio construido por los arquitectos Jacobs & Giménez en 1927, siguiendo los parámetros del art déco, en lo que sería un lujoso hotel. Un pasado que se nota en la decoración de la entrada ?pisos y paredes de mármol?, las dimensiones de la puerta giratoria del frente y las líneas cubistas de las definiciones de las ventanas.

Como Troya, la cúpula ha sido reconstruida tantas veces como redescubierta. Durante décadas fue el destino de los conserjes del hotel. Tras años de abandono, Martitegui comenzó a modificar sus contornos originales. Por ejemplo, amplió el primer piso para construir lo que hoy es el salón, decorado con máscaras africanas, jarrones germanos y muebles de los años cuarenta y cincuenta. Aunque lo más distintivo de este ambiente son sus ventanas. Martitegui pensó que si ponía contact naranja en los vidrios suavizaría la atmósfera de esta habitación. Y tuvo razón. Por la mañana, la luz del sol inunda el ambiente con colores cálidos.

Cinco años después de haberse mudado, casi accidentalmente halló el cuarto escondido que hoy es su dormitorio (una sorpresa que los arquitectos habían eliminado de los planos del edificio). "Tiene que haber algo ahí", solía decir Martitegui cuando contemplaba la torre desde la terraza. Al no tener ventanas, el piso superior de la torre había permanecido oculto. Con el descubrimiento, el segundo piso ?donde antes estaba el dormitorio? se convirtió en un segundo salón y escritorio. Un baño con una espléndida vista ?tenía una ventana mirando al oeste? se transformó en despacho. Probablemente éste sea el espacio más ecléctico de la casa con detalles de los cuarenta y cincuenta invadidos por toques de diseño contemporáneo y objetos escandinavos.

El dormitorio en el tercer piso fue el último en ser remodelado e incorporado al complejo. La ausencia de aberturas laterales le da una atmósfera muy íntima. El elemento dominante es la madera de zebrano, una madera africana oscura. En el techo se ha abierto una ventana secreta desde la que puede observar la noche de Buenos Aires.

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