Análisis:

Superhéroes al rescate

Delicado tema el de los conciertos benéficos. Hace años que vivimos una inflación, con patrocinios de empresas sospechosas e instituciones sencillamente cínicas. Se ha colado incluso la picaresca: en España se solían montar en temporada baja de contrataciones y los resultados económicos tendían hacia las cifras simbólicas o, incluso, los números rojos. Pero todos, asistentes y participantes, se colgaban mentalmente una medalla de la Orden de la Buena Gente, sin apercibirse de que aquellos abusos daban argumentos a los que prefieren la inacción.

Otro asunto son los eventos transmisores d...

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Delicado tema el de los conciertos benéficos. Hace años que vivimos una inflación, con patrocinios de empresas sospechosas e instituciones sencillamente cínicas. Se ha colado incluso la picaresca: en España se solían montar en temporada baja de contrataciones y los resultados económicos tendían hacia las cifras simbólicas o, incluso, los números rojos. Pero todos, asistentes y participantes, se colgaban mentalmente una medalla de la Orden de la Buena Gente, sin apercibirse de que aquellos abusos daban argumentos a los que prefieren la inacción.

Otro asunto son los eventos transmisores de mensajes contundentes, con objetivos nítidamente definidos y voluntad de incidir en el debate político.

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A esa especie pertenecía Live 8, un prodigio tanto en logística como en la modulación de sus argumentos. Pero su eco fue apagado por los atentados en los medios de transporte londinenses.

En Live Earth, el padrinazgo de Al Gore comunica que detrás hay alguien que comprende los mecanismos del mundo real (también alguien que, ay, aceptó que le robaran las elecciones presidenciales antes de impugnar el sistema que lo permitía). Tiene su gracia que Gore se mueva entre figuras del rock cuando, a mediados de los ochenta, se ganó muchos odios musicales gracias al activismo conservador de su esposa Tipper, que impuso a la industria el etiquetado de los discos según su contenido.

Uno de los objetivos a batir de Tipper era entonces la descocada Madonna, que ahora se perfila como cabecera de cartel en el Wembley Stadium.

De todos modos, ignoramos qué Madonna se presentará allí. Por temporadas tenemos, ya se sabe, a la mística, la provocadora, la hedonista, la concienciada; posiblemente, veremos un mix. La duda está en el grado de credibilidad de semejantes camaleones. Lo que se ha anunciado del programa de Live Earth sugiere, aparte de sospechosos nombres que deben su presencia a manejos de sus representantes, una acumulación de estrellas del pop con tirón pero sin mucha capacidad de liderazgo moral.

El liderazgo se corresponde con comportamientos correctos. No abundan las superestrellas que rechacen las caravanas de limusinas por un autobús ecológico o que renuncien a la comodidad del avión privado por el vuelo regular, comparativamente de menor impacto ambiental. Cierto que esas preocupaciones pueden llegar al absurdo: dicen que Radiohead está dispuesto a dejar de girar hasta que no tenga garantía de que sus recorridos no contribuyen al calentamiento global. Es otra forma de tocar la lira mientras el mundo arde.

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