La vitalidad de un guionista genial

Tres educaciones

Me preguntaban el otro día en una emisora de radio por los elementos que conforman el especial lirismo de Rafael Azcona, las fuentes de su estética, los rasgos que hacen tan singular una obra que se ha ganado el adjetivo azconiano. Soy de los escasos humanos que gozan del privilegio de ver o escuchar casi todos los días a Rafael Azcona, y abusando del discutible conocimiento que da la cercanía, me atreví a aventurar una explicación propia de camareros, mayordomos, discípulos o amigos: dije que la poética de nuestro escritor podía tener sus raíces, además de en las coordenadas biográfica...

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Me preguntaban el otro día en una emisora de radio por los elementos que conforman el especial lirismo de Rafael Azcona, las fuentes de su estética, los rasgos que hacen tan singular una obra que se ha ganado el adjetivo azconiano. Soy de los escasos humanos que gozan del privilegio de ver o escuchar casi todos los días a Rafael Azcona, y abusando del discutible conocimiento que da la cercanía, me atreví a aventurar una explicación propia de camareros, mayordomos, discípulos o amigos: dije que la poética de nuestro escritor podía tener sus raíces, además de en las coordenadas biográficas (nacido en La Rioja durante la dictadura militar corta, la del general Primo de Rivera), en la suma de tres tipos contradictorios de educación, que al superponerse y sedimentarse han servido de abono a la obra literaria de tan especial artista.

Sus escritos tienen una presentación muy limpia, defienden las libertades y dan mucha risa

Sobre una inicial instrucción laica y republicana, de donde surge la especialísima pulcritud de los trabajos de Rafael, siempre avalados por diccionario, enciclopedia y Google, se superpone un adoctrinamiento escolapio, un intento de domesticación religiosa generador del elemento vitriólico que está en la entraña de lo azconiano, y por último, una formación agnóstica en la que se acumulan sin descanso, a lo largo de toda su vida, la frecuentación de grandes talentos individuales a los que conoce en tertulias y ámbitos amistosos, la lectura incansable de cualquier tipo de letra impresa y el ejercicio de la confrontación dialéctica con todo bicho viviente. Es perfectamente posible que en una conversación con Azcona surjan una cita de un limpiabotas de Logroño, un disparate de un predicador renacentista, la anécdota del secretario de Marañón y una referencia al último escrito de Vicent.

Los escritos de Rafael, hasta los borradores, recogen los ecos de este triple adoctrinamiento: tienen una presentación muy limpia, defienden las libertades y dan mucha risa.

Ojo: regadas siempre esas tres capas de formación por las abundantes aguas del talento. No vaya a ser que un padre crea que su hijo va a ser capaz de escribir Los europeos llevándole primero a un colegio público, luego a uno religioso y depositándole por último en una mesa del café Gijón.

Lo que no fui capaz de explicar en la entrevista de la radio es de dónde provienen otros elementos que adornan a Rafael Azcona: su honestidad intelectual, su vitalidad, la exquisita educación ante los desconocidos y el cariño para con los habituales, su generosidad invisible, su pudor ante el halago, su vigencia electrónica, su simpatía, y hasta el decoro estético con el que se mueve por la vida, porque, hay que joderse con lo bien que está el genio riojano a sus 80 años. ¡Quién los pillara!

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