Un escritor en la encrucijada cultural

El palimpsesto de la Historia

Conocí a Orhan Pamuk hacia 1990, en el popular restaurante Haci Baba, junto a la Taksim Meydani de Estambul. Había leído mi ensayo sobre La ciudad palimpsesto, traducido al turco por mi amiga Gül Icik, y se acercó a saludarme y a charlar conmigo. Cuando publicó El libro negro, pidió al editor francés que me enviara un ejemplar de la novela. El libro me entusiasmó. Le dije que si yo hubiese sido un novelista turco me habría pegado un tiro porque era el libro que yo hubiese querido escribir.

El libro negro es una estratigrafía de la ciudad de Estambul, del presente hí...

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Conocí a Orhan Pamuk hacia 1990, en el popular restaurante Haci Baba, junto a la Taksim Meydani de Estambul. Había leído mi ensayo sobre La ciudad palimpsesto, traducido al turco por mi amiga Gül Icik, y se acercó a saludarme y a charlar conmigo. Cuando publicó El libro negro, pidió al editor francés que me enviara un ejemplar de la novela. El libro me entusiasmó. Le dije que si yo hubiese sido un novelista turco me habría pegado un tiro porque era el libro que yo hubiese querido escribir.

El libro negro es una estratigrafía de la ciudad de Estambul, del presente híbrido al pasado enterrado, estrato sobre estrato, bajo el asfalto de la ciudad. Hay que tener en cuenta que Kemal Atatürk acabó con la tradición otomana. La literatura turca del siglo XX imitaba la de Occidente. Los poetas turcos escribían como Aragón o Neruda y los novelistas hacían novela social al estilo de Zola o Máximo Gorki.

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Pamuk fue el primero que se decidió a retomar la tradición abolida. Tuvo la intuición extraordinaria de que para crear un universo sólido había que recuperar el pasado, de que sólo la operación de calar en él le permitía proyectarse al futuro, porque una cosa es la actualidad y otra la modernidad atemporal que circula a través de los siglos.

Cuando terminé de leer El libro negro hice lo que debía hacer: volver a la primera página y comenzar a releerlo, porque Orhan Pamuk es de los escasos escritores que no busca lectores, busca relectores. Resultado de esa relectura fue el largo ensayo de 30 páginas que publiqué en la revista Quimera y que se tradujo al turco.

En los últimos años Pamuk ha publicado una serie de obras importantes, la mayoría de las cuales traducidas al español y que yo reseñé en EL PAÍS: Me llamo Rojo, La casa del silencio, Nieve. Sobre esta última, centrada en Kars, una ciudad en la frontera este de Turquía que conozco muy bien, charlamos en público en Barcelona hace unos 10 meses en un encuentro organizado por Círculo de Lectores.

Pamuk es uno de los grandes escritores vivos y el jurado del Premio Nobel merece ser felicitado por su elección.

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