Termómetro de la vida cultural

Uno de los argumentos más empleados por los propios argentinos para explicar por qué el colapso económico e institucional de diciembre de 2001 y sus profundas consecuencias durante 2002 no generaron un clima de caos social es que la clase media, la gran perjudicada, echó mano de la cultura y se refugió en ella para sobreponerse a una realidad muy dura. En ese aspecto, la Feria del Libro de Buenos Aires no sólo es un evento comercial sino que constituye uno de los principales termómetros de la vida cultural argentina en su relación con el gran público.

Aunque es una relación poco convenc...

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Uno de los argumentos más empleados por los propios argentinos para explicar por qué el colapso económico e institucional de diciembre de 2001 y sus profundas consecuencias durante 2002 no generaron un clima de caos social es que la clase media, la gran perjudicada, echó mano de la cultura y se refugió en ella para sobreponerse a una realidad muy dura. En ese aspecto, la Feria del Libro de Buenos Aires no sólo es un evento comercial sino que constituye uno de los principales termómetros de la vida cultural argentina en su relación con el gran público.

Aunque es una relación poco convencional, porque los lectores argentinos están llenos de sorpresas. Los autores de ficción más comerciales como Dan Brown tienen que competir en las estanterías con géneros que en otras latitudes tienen menos éxito de ventas, como la historia o el ensayo. Los dos volúmenes de Mitos de la historia argentina -una mirada divulgativa, amena y, en ocasiones, irreverente de la iconografía nacionalista argentina-, del historiador Felipe Pigna, se sitúan muy cerca del archiconocido El código Da Vinci. En cualquier caso, apenas 60 títulos de las más de 19.000 novedades que salieron al mercado el año pasado superaron los 10.000 ejemplares de ventas.

Un libro al año

Entre los cien libros más vendidos de 2005 están autores como Kafka, Saint-Exupéry o Vasconcelos. Pero la proporción de libros de autoayuda, economía o análisis de acontecimientos supera con creces a otras latitudes. Mientras que en España tres de cada cuatro de los libros más vendidos corresponden a la ficción, en Argentina esa proporción disminuye a la mitad. Y con algunas paradojas. En julio de 2005, la última novela de la saga de Harry Potter, de la autora británica J. K. Rowling, se colocó en el número uno de ventas, con miles de ejemplares vendidos en apenas 48 horas... e impresos en inglés, no en español.

A pesar de que las cifras de recuperación de la industria editorial todavía no han superado los índices de 1998, las estadísticas señalan que cada argentino compra, en teoría, un libro al año. Alrededor de 40 millones de volúmenes van a parar anualmente a manos de particulares, aunque sólo la mitad llega desde las librerías, el resto lo hace a través de promociones, quioscos y otras vías. Claro que las mismas estadísticas apuntan a que el 52% de los argentinos no ha leído ningún libro en el último año. Sólo en la Feria de Buenos Aires se realiza el 5% de las ventas anuales en todo el país y el evento resulta, además, fundamental a la hora de promocionar la exportación de libros, que se ha triplicado desde 2001.

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