Editorial:

La alarma aviar

Vivimos en una sociedad compulsiva: la respuesta a la amenaza de una posible epidemia de gripe aviar es un magnífico ejemplo de cómo, en situaciones de alarma sanitaria, la precipitación no resulta buena consejera. Durante semanas, el debate y la estrategia contra esta amenaza se han centrado en la compra de medicamentos antivirales, cuando no está claro que ésa sea la medida más eficaz y ni siquiera la más factible. Así lo ha advertido la representante de la Organización Mundial de la Salud a los ministros de Sanidad de la UE.

Es cierto que la OMS ha contribuido a la alarma con mensaje...

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Vivimos en una sociedad compulsiva: la respuesta a la amenaza de una posible epidemia de gripe aviar es un magnífico ejemplo de cómo, en situaciones de alarma sanitaria, la precipitación no resulta buena consejera. Durante semanas, el debate y la estrategia contra esta amenaza se han centrado en la compra de medicamentos antivirales, cuando no está claro que ésa sea la medida más eficaz y ni siquiera la más factible. Así lo ha advertido la representante de la Organización Mundial de la Salud a los ministros de Sanidad de la UE.

Es cierto que la OMS ha contribuido a la alarma con mensajes que bordean el catastrofismo, pero en su caso es comprensible que las llamadas sean perentorias, pues se dirigen a 192 países, muchos de los cuales precisan de altas dosis de advertencia para movilizar sus escasos mecanismos de control. Europa, sin embargo, es otra cosa y cabe exigir de sus responsables políticos, del Gobierno y de la oposición, el máximo rigor a la hora de hacer previsiones y definir estrategias. España había decidido comprar dos millones de dosis de antivirales. Francia encargó 13 millones. La presión de la oposición y el miedo a equivocarse de algunas comunidades autónomas ha llevado a encargar 12 millones de dosis. La misma dinámica se ha podido observar en otros países, que parecen haber tomado sus decisiones más por el llamado "efecto vecino" que por un análisis riguroso de las necesidades. Porque el laboratorio fabricante en ningún caso podrá satisfacer a corto plazo semejantes pedidos y, además, no está claro que el medicamento tenga alguna eficacia contra un virus que ni siquiera se sabe cómo será.

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Algunos de los países que han decidido acumular antivirales han hecho solemnes promesas de que cederán una parte de estos fármacos al país donde surja la epidemia, pero es difícil imaginar que cualquier Gobierno vaya a poder prescindir de ellos en el momento en que salte la alarma. No era, por tanto, descabellada la propuesta de Bélgica de tener un depósito común para poder utilizarlo allí donde hiciera falta. En cualquier caso, la polémica sobre los antivirales ha desviado la atención de otras medidas que sí deben ser prioritarias. Si, como parece, la epidemia de gripe aviar llegara, pero no se sabe si dentro de dos meses o de diez años; si parece que puede ser virulenta, pero no se sabe hasta qué punto, la prioridad debe centrarse en tratar de evitar la expansión de la actual gripe aviar en las granjas y tener preparado el sistema sanitario para dar una respuesta médica rápida y eficaz en caso de que llegue a provocar una epidemia en el hombre.

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