Tribuna:ARCO 2003

Un catálogo disperso

A diferencia de anteriores ediciones de Arco, en 2003 ofrece un catálogo fotográfico más disperso -tanto en tendencias estéticas como estadísticamente-; como efecto colateral, a su vez, la vitalidad de la presencia del medio, ya tradicional en Arco, ha disminuido notoriamente respecto de otros años. Independientemente de todo ello, como denominador común, se sigue apostando por los grandes formatos, tanto en color como en blanco y negro. Además, se enfatiza especialmente, en numerosas ocasiones de forma gratuita, en la naturaleza de los soportes sobre los que se reproducen las tomas y las ...

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A diferencia de anteriores ediciones de Arco, en 2003 ofrece un catálogo fotográfico más disperso -tanto en tendencias estéticas como estadísticamente-; como efecto colateral, a su vez, la vitalidad de la presencia del medio, ya tradicional en Arco, ha disminuido notoriamente respecto de otros años. Independientemente de todo ello, como denominador común, se sigue apostando por los grandes formatos, tanto en color como en blanco y negro. Además, se enfatiza especialmente, en numerosas ocasiones de forma gratuita, en la naturaleza de los soportes sobre los que se reproducen las tomas y las fórmulas con las que se han realizado, más que en la calidad y el ofrecimiento literario de unas pistas mínimas sobre el concepto de las mismas -algunas de las cartelas constituyen, además de un singular formulario inventado, todo un tratado de literatura fantástica, que roza la ciencia-ficción cuando no la verborragia-.

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Lo cierto es que el reciente efecto inocentada del Museo Guggenheim Bilbao se ha extendido -en lo fotográfico- como el de un gas tóxico por numerosas de las galerías presentes en Arco 2003. Aquí ocurre algo similar al mirar numerosos materiales fotográficos, dispersos por los paneles de las diversas galerías del mundo, parece que quienes los cuelgan nos están tomando el pelo. Nos desconciertan por cutres, malos con gana y, sobre todo, ahora pensamos si los habrá fijado en las paredes alguien con ganas de coña. Da igual. Unos llevan firmas menos conocidas -tal vez anónimas-, otros las de un poco más famosos, como los retratos realizados por Karl Lagerfeld (por favor, siga con la tijera y los patrones, con los figurines y, haga el favor, estudie -o simplemente, mire- un poco antes de coger la cámara). Su hiperrealismo lo cuelga en el espacio Ghur Zynsa (Colonia, Alemania; Zug, Suiza); son los rostros de Pamela Anderson, Benicio del Toro, Sheryl Crow o M. Manson, entre otros (todos pertenecientes a la serie Hoollywood Stars) -y todos resueltos en gran formato, blanco y negro, con vocación de formar parte del más puro museo del kitsch-.

Pero no todo es negativo. En lo positivo, seguimos apostando por la coherencia de algunas galerías habituales en esta convocatoria que no cejan en su empeño desde los orígenes de Arco: así, Visor (Valencia; con sus artistas habituales como Luis González de Palma, Valentín Vallhonrat, Bleda y Rosa, Ana Teresa Ortega, Muntadas y la omnipresente Eulàlia Valldosera, entre otros). También, Spectrum Sotos (Zaragoza; especializada, al igual que la anterior, en fotografía; fundada en 1977); entre sus artistas se encuentran autores de referencia: Gabor Kerekes, Pablo Genovés, Miguel Oriola, Manuel Vilariño, Jean Diuzade... Sin perder de vista a Forum -Chantal Grande (Tarragona), con sus siempre interesantes ofertas a las que nos acostumbró desde su fundación, en el año 1981: Ralph Gibson, Plossu, Paloma Navares o Carla van de Puttelaar-.

Por cierto, no hay que perderse la zona ocupada por los registros digitales / fotográficos y videográficos, además de sus mestizajes, de la galería argentina Arte x Arte (Buenos Aires).

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