CRÓNICAS

Así no fue

Juan Villoro, que un día será el biógrafo definitivo de la literatura hispanoamericana, contó hace semanas en la Casa de América, cuando esta institución rindió homenaje a Álvaro Mutis, que éste le había acercado a su amigo Gabriel García Márquez un ejemplar de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y le había hecho esta admonición: 'Para que aprenda'. De ahí le viene a García Márquez su sólida admiración por el callado de Jalisco. Esa misma anécdota se filtró en estas crónicas con una variante terrible, que ha causado estupor en México: en la versión aquí descrita se decía que don Álvaro había l...

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Juan Villoro, que un día será el biógrafo definitivo de la literatura hispanoamericana, contó hace semanas en la Casa de América, cuando esta institución rindió homenaje a Álvaro Mutis, que éste le había acercado a su amigo Gabriel García Márquez un ejemplar de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y le había hecho esta admonición: 'Para que aprenda'. De ahí le viene a García Márquez su sólida admiración por el callado de Jalisco. Esa misma anécdota se filtró en estas crónicas con una variante terrible, que ha causado estupor en México: en la versión aquí descrita se decía que don Álvaro había leído con tal atención y admiración El coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez, que se fue con un ejemplar del libro hasta la casa de Rulfo, le había dejado en las manos esta obra maestra y le había señalado: 'Tome, para que aprenda'. Evidentemente, no fue así. Días después, en Barcelona, contamos la misma anécdota falsa delante de Mutis, y Mutis saltó de su silla: '¡Cómo, si fue al revés!'. El tiempo le puso freno a la memoria de la rectificación y al cabo de los días en México se extrañaron de que Mutis no le hubiera regañado a Juan Villoro por la primera versión, pues allí se creyó que lo que se decía en esta crónica era lo cierto cuando es palmario que Villoro lo contó bien y nosotros lo contamos mal.

Así no fue, evidentemente. Y para que quede constancia, ahí está la versión desnuda de ese hermoso triángulo de admiraciones, Rulfo, Gabo, Mutis.

La vida está llena de historias que no fueron pero se contaron, nadie las desmintió y luego fueron siempre verdad. Siempre creímos, por ejemplo, que una famosa frase atribuida a Eco -'en los aviones te piden que cierres los teléfonos o los ordenadores; nunca te conminarán a cerrar un libro'- era de Juan Cueto y ahora sabemos que es en realidad del poeta Ángel González. En una ocasión, un periódico de Las Palmas publicó la noticia -falsa- de la muerte de un escritor; exigió una fe de errores y cuando al día siguiente vio que ésta no salía acudió al diario vilipendiado: '¿Cómo que no está la fe de errores? ¿No la ha visto usted en natalicios?'.

Hay una anécdota muy enjundiosa que suele contar el escritor Carlos Casares cuando tiene tiempo para decir parte de lo mucho que sabe de Álvaro Cunqueiro. Éste, que era un gran fabulador, se concedió a sí mismo en los años cuarenta, cuando era redactor de Abc, el inexistente premio Mark Twain de novela. Salió la noticia en la prensa, fue celebrada como un Premio Nobel a un español de la autarquía, y luego, como nunca se desmintió, el Mark Twain pasó a engrosar la lista de galardones del gran fabulador gallego. Ya en los últimos meses de su vida, Cunqueiro recibió en Padrón un importante honor que se le entregó al pie de un árbol con una solemnidad tremenda. El hombre que ofrecía el premio desgranó, con la prosopopeya del caso, las virtudes y los premios que Cunqueiro había merecido, y recayó en el Mark Twain, al que calificó, en efecto, 'como el Nobel de la novela en Estados Unidos'. Cunqueiro, que había contado la picardía a lo largo de su vida, aunque nunca figuró en papel alguno el desmentido, estaba apoyado sobre un cayado, con aquellos ojos largos y melancólicos, y pícaros, y alzó la vista, la posó en Casares, guiñó un ojo y con los hombros señaló una expresión que, más o menos, decía así: 'Qué se le va a hacer'.

El odio profesional que se le tiene en algunos sectores a Felipe González ha convertido esta semana una mentira en una noticia. Si Felipe González no hubiera salido a desmentirla, los medios que acogieron esa mentira la seguirían divulgando y la tendrían ya en el currículo -que quieren negro- del ex presidente. Y si éste no hubiera saltado, un día tendría que decir, desde cualquier estrado, lo mismo que Cunqueiro: 'Qué se le va a hacer'. Con lo fácil que les hubiera resultado, a los fabricantes del infundio, decir, llanamente: 'Así no fue, y fuimos nosotros los que nos equivocamos'. Todavía no lo han hecho. Para qué lo van a hacer. Como dijeron los guiñoles del Plus: 'No dejes que la realidad te estropee una buena obsesión'.

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