Una noche de furia

'Six One cayendo'. La voz de Cliff Wolcott, apodado Elvis, piloto del helicóptero de asalto Black Hawk Super Six One, sonó plana, tranquila, en los receptores de la decena de aparatos que sobrevolaban a baja altura la ciudad de Mogadiscio. Los rotores levantaban tormentas de polvo, el humo de los neumáticos incendiados en las calles apenas permitía ver qué ocurría abajo y sonaban disparos en todas direcciones. Lo único apacible en aquel caos era la voz de Elvis mientras su halcón negro se desplomaba sobre la avenida del 21 de Octubre, rodeada por una multitud de somalíes convocad...

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'Six One cayendo'. La voz de Cliff Wolcott, apodado Elvis, piloto del helicóptero de asalto Black Hawk Super Six One, sonó plana, tranquila, en los receptores de la decena de aparatos que sobrevolaban a baja altura la ciudad de Mogadiscio. Los rotores levantaban tormentas de polvo, el humo de los neumáticos incendiados en las calles apenas permitía ver qué ocurría abajo y sonaban disparos en todas direcciones. Lo único apacible en aquel caos era la voz de Elvis mientras su halcón negro se desplomaba sobre la avenida del 21 de Octubre, rodeada por una multitud de somalíes convocada por megáfonos: '¡Salid y defended vuestros hogares!'.

La terrible batalla había comenzado menos de una hora antes, hacia las dos de la tarde del 3 de octubre de 1993, domingo, como una incursión rápida de las fuerzas estadounidenses. El objetivo consistía en secuestrar a Omar Salad y Mohamed Hassan Awale, dos oscuros lugartenientes de Mohamed Farrah Aidid, jefe del clan Habr Gidr. El presidente Bill Clinton, recién llegado a la Casa Blanca, había heredado de George Bush una confusa operación humanitaria en Somalia que había encallado por la resistencia de Aidid, y quiso hacerle comprender al señor de la guerra somalí que no le convenía enfrentarse al ejército más poderoso del planeta.

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La campaña de Somalia, iniciada meses antes con un desembarco televisado en las playas de Mogadiscio, aburría tanto al público que no quedaba un solo periodista estadounidense, y la incursión resultaba tan sencilla que no tenía ni siquiera nombre. Hoy se la conoce en el Pentágono como la Batalla del Mar Negro. En Somalia se recuerda esa jornada como Maalinti Rangers, el Día de los Rangers, y cada 3 de octubre es festivo para Habr Gidr.

Cambio de planes

La caída del Black Hawk Sper Six One precipitó los acontecimientos. Los 150 soldados de los Rangers y de la ultrasecreta Delta Force se vieron obligados a cambiar los planes sobre la marcha. Tenían que acudir al rescate de la tripulación accidentada, o al menos protegerla. Cuando un segundo Black Hawk fue también abatido, se abrieron las puertas del infierno. Dos tripulaciones caídas estaban rodeadas y los helicópteros de escolta AH-6 desataron toda su potencia de fuego para dispersar a los somalíes y alejarles de los aparatos accidentados. La matanza de mujeres y niños enardeció aún más a la población de Mogadiscio.

Lo que siguió fue una noche de furia. Cuando todo acabó al día siguiente, con 18 rangers y 500, o mil, o quizá más somalíes muertos, la moral de la opinión pública estadounidense estaba quebrada. La misión se había cumplido y la batalla de Mogadiscio había concluido, teóricamente, con una victoria americana, pero a un precio demasiado alto. Clinton nunca más envió tropas de combate a suelo extranjero.

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