Tribuna:

España y Portugal: un diálogo natural

Cuando recorrió literariamente las tierras de Portugal y de España, Miguel de Unamuno comprendió muy bien la importancia de una Península con diferencias y complementariedades y afirmó la necesidad de crear una verdadera comunicación de culturas, capaz de superar "la petulante soberbia española, de una parte, y la quisquillosa suspicacia portuguesa, de otra parte". El maestro de Salamanca, punto de referencia de las dos culturas, exigía, por ello, que Portugal y España se estudiaran y conocieran mutuamente. Casi un siglo transcurrió desde que escribió esto. Los dos países ibéricos se convirtie...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Cuando recorrió literariamente las tierras de Portugal y de España, Miguel de Unamuno comprendió muy bien la importancia de una Península con diferencias y complementariedades y afirmó la necesidad de crear una verdadera comunicación de culturas, capaz de superar "la petulante soberbia española, de una parte, y la quisquillosa suspicacia portuguesa, de otra parte". El maestro de Salamanca, punto de referencia de las dos culturas, exigía, por ello, que Portugal y España se estudiaran y conocieran mutuamente. Casi un siglo transcurrió desde que escribió esto. Los dos países ibéricos se convirtieron en protagonistas, desde los años setenta, de la más reciente ola de democratización -haciendo de su opción europea una cuestión esencial, condición de libertad y de progreso-. Nos acordamos de la solidaridad activa de viejos amigos como Mario Soares y Tierno Galván y de la actuación de tantos demócratas en un difícil tiempo de silencio. Con la democratización y la apertura de fronteras, y con la intensificación de las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales, se estableció una nueva relación entre nuestros pueblos -en la que siempre creyeron amigos como Raúl Morodo o José Vidal-Beneyto-. Una historia repleta de aproximaciones y distanciamientos que presupone un camino común en el ámbito de la solidaridad europea. Portugal y España dejaron de estar solos el uno para el otro para pasar a relacionarse naturalmente en una Europa que fue siempre el destino común, destino proyectado en el mundo a través del encuentro con otras culturas. Y, así, nuestra latinidad nos acercó intensamente, y nuestro multilingüismo ha sido un signo concreto de enriquecimiento mutuo de nuestras identidades. La democracia en la Península y la solidaridad europea permitieron que se haya hecho natural un diálogo que la historia convirtió en necesario. Pero no debemos mirar sólo la historia -con nuestros antepasados comunes y caminos compartidos-; tenemos, sí, que tener en consideración el presente y el futuro. Es indispensable conocer a nuestros creadores, a nuestros escritores, a nuestros artistas, a nuestros científicos, a nuestros empresarios. Y más que conocerlos, es tiempo de construir una mejor comprensión, basada en el intercambio entre centros de creación y de excelencia -entre universidades e instituciones culturales y científicas-. Necesitamos, finalmente, de joint ventures innovadoras e inteligentes. La sociedad del conocimiento, la economía del conocimiento, la cultura de la innovación y la organización del futuro obligan a que pongamos la calidad y la responsabilidad como primeras preocupaciones. De hecho, las fronteras abiertas, las redes innovadoras y la construcción europea cambiaron las relaciones ibéricas. Queda lejos ya, por fortuna, el tiempo de los pioneros, de aquellos que, de un lado u otro de la frontera, siempre creyeron en un diálogo fecundo y con resultados para ambos, sin soberbias ni sospechas. La Península es, con todo, cada vez menos una periferia europea, así que, contando con mucha determinación, dispondremos de proyectos para hacerlos realidad y de voluntad de vencer, aspirando a superar, en una generación, el retraso que aún padecemos. Sophia de Mello Breyner Andresen dijo que "en cada célula desde el comienzo / fue inscrito el signo vehemente de tu libertad". El verso resume bien la encrucijada y la proyección futura de lo que hacemos. Es fundamental que entendamos que este "diálogo natural", siempre presente a lo largo de los siglos, hecho de voluntad y de determinación, es hoy una exigencia del momento por el que pasamos. El Perfil de Portugal, que ahora se presenta en Madrid, constituye un motivo oportunísimo para prestar una mayor atención a la interrogación sobre quiénes somos y sobre cómo queremos ser fieles a nuestra vocación de ser nosotros mismos y de pretender que el diálogo natural se convierta en factor de modernización y de desarrollo, sin miedos ni complejos. Eduardo Lourenço se ha preguntado, por eso mismo, sobre el sentido y el destino de un país, durante muchos años asociado a un cierto arcaísmo, que desea claramente modernizarse. José Saramago no sólo vislumbró el desvarío del siglo XVIII, con el vértigo del oro y la magia, sino que también procuró ver el pequeño mundo alrededor del año de la muerte del heterónimo de Fernando Pessoa, Ricardo Reis. Manoel de Oliveira y Agustina Bessa Luís miraron el país desde una barandilla de observación experimental de las vidas. Escritores, poetas, pintores, creadores, sociedad civil, todos (desde Lidia Jorge a Pomar, pasando por Graça Morais, Paula Rego, Antonio Lobo Antunes, Siza Vieira, Antonio Damasio, José Mattoso...) se convirtieron en el rostro visible de un Portugal moderno y cosmopolita, apto para responder positivamente a los estímulos que se adivinan y se manifiestan. Y no nos hagamos ilusiones, los intereses comunes los defenderemos mejor cuanto más claros tengamos los intereses específicos (no confundiéndolos con el egoísmo), y cuáles han de ser las elecciones que más favorezcan a las personas. Fue en eso mismo en lo que pensó Oliveira Martins (1845-1894) al escribir la imprescindible Historia de la civilización ibérica, y al concluir respecto de la necesidad de movilizar las energías disponibles... Ortega y Gasset dijo un día: "No tengo prisa alguna por que se me dé razón. La razón no es un tren que parte a hora fija". He aquí la actitud deseable y el punto en que nos encontramos. Sin correr contra el tiempo, con la serenidad y la sabiduría indispensables a la comprensión mutua, tenemos que recuperar el desconocimiento acumulado, con un diálogo natural, que no olvide la historia común, como construcción de la libertad.

Más información

Guilherme d'Oliveira Martins es ministro portugués de la Presidencia.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En